Por: Manuel Villalba
Todas las fronteras del mundo, entre países, son escenarios de múltiples acontecimientos al margen de la ley que llegan a convertirse en parte de la vida rutinaria de su población, como consecuencia de la facilidad del desplazamiento entre ambos territorios, lo cual es aprovechado por grupos criminales organizados para cometer todo tipo de delito en ambos territorios y camuflagearse con banderas políticas o de defensores de nobles causas sociales. Pues nuestra frontera con Colombia no es la excepción.
Por el Zulia, Apure, Táchira la presencia del narcotráfico, del paramilitarismo y la guerrilla siempre ha estado presente, donde históricamente, Venezuela, en su lucha por combatir estos flagelos ha pagado con sangre de heroicos soldados el precio por la defensa de su soberanía e integridad territorial.
En esta ancha y extensa frontera colombo-venezolana la presencia del gobierno colombiano y de su ejército es casi nula, dejando a la población residente a la merced y bajo el sometimiento de estos grupos, que son los que establecen las normas y comportamiento de su economía y de las relaciones sociales llegando a convertirse a los ojos del gobierno colombiano y de un sector de su población en una situación «normal» en cuanto por su lejanía con los principales centros poblados no representan peligro para sus intereses.
Ello ha ido creando un nuevo grupo poblacional conocido como binacional, los cuales en su mayoría son de origen colombiano que huyen de la violencia de ese país y se instalan en territorio venezolano donde pueden adquirir su doble nacionalidad y en consecuencia desplazarse libremente. Estamos hablando que pudiera tratarse, siendo conservador, de una población que supera el 50%; lo cual hace que un número importante de ella colabore con dichos grupos. De allí, lo difícil y complejo del combate a dichos grupos del lado venezolano y más aún cuando el gobierno colombiano y el imperialismo norteamericano estimulan y promocionan estos tipos de movimientos armados que buscan reeditar escenarios como los de Nicaragua, donde los contras fueron organizados y financiados por el departamento de Estado Norteamericano. Desde la distancia, no nos explicamos como en la zona colombiana del Arauquita, a escasos 40 kilómetros de distancia de los recientes acontecimientos militares se encuentren una base militar gringa poseedora de la más alta tecnología militar y no tengan conocimiento de la presencia y operatividad de dichos grupos armados que han convertido a Colombia en el principal país productor y exportador de drogas en el mundo.
Eso no lo dice la canalla mediática; ni los vendepatrias de la oposición venezolana; sino salen como la jauría a atacar a quien en el marco de sus obligaciones constitucionales y patrióticas defienden nuestra soberanía como es la FANB y el gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro. Ni el Mocho Hernández, el cual era tildado de analfabeta tomo tan detestable e indigna posición antipatriótica en contra del gobierno de Cipriano Castro a pesar de ser su mas acérrimo adversario político en momentos cuando la patria fue agredida por las potencias imperiales.
Por eso es necesario estar alerta en función de poder comprender lo complejo de esta situación y poder determinar el peligro que pudiera significar para la estabilidad del país los miamos en cuanto a que pudiéramos estar en presencia de operaciones de ensayo diseñadas, financiadas e implementadas por los gobiernos de Colombia y EEUU.