Por Josué Alejandro Lorca
La naturaleza, con el modo de producción capitalista, se encuentra ante contradicciones imposibles de superar desde el cuerpo teórico que la sustenta; una de estas contradicciones es el crecimiento infinito, en un mundo finito.
Hagamos un ejemplo para entender mejor esto: tomemos la industria automotriz, los autos son bienes considerados durables, un auto con buen mantenimiento y uso regular puede durar más de 10 años, ¿cómo hacer para garantizar que una empresa tenga ingresos crecientes continuos si sus productos son durables? Aquí se encuentra con el primer límite, si vende productos de larga duración, cuando toda la demanda sea abastecida, ¿qué pasará con la empresa? Será imposible seguir vendiendo autos, ya no habrá familias a quien venderle porque ya todas tienen auto. Si el ciclo de vida del producto se prolonga mucho, entonces se hará necesaria una gran innovación para hacer así que quienes ya tengan un auto, se vean en la necesidad de querer algo nuevo y sustituir el que ya tienen.
Como pueden ver aquí, la empresa lograría mantener un cierto flujo de ventas, al sustituir los autos ya pasados de moda. Pero el problema se agudiza, debido a que el sistema capitalista está basado en la competencia, y la empresa no es la única, debe luchar contra otras empresas para posicionar sus productos antes que las otras.
Si como las empresas automotrices no son tantas, igualmente, deciden concertar las reglas de juego. Establecen estrategias conjuntas que les permita mantener un flujo constante de demanda que beneficie a todas e impida nuevos actores en el mercado. Se configura lo que llamamos un oligopolio.
Entonces la idea que pone a todos de acuerdo es: ¿Y si cambiamos ciertos componentes que se desgasten con facilidad e impulsamos ese desgaste para que luego de un determinado tiempo de uso se rompa, dañe o deteriore y el usuario se vea en la obligación de cambiar el auto? Eso haría que se incrementara la frecuencia de reposición de los bienes de larga duración producidos, y se favoreciera la compra de otros nuevos.
Éste relato de ficción, aunque no tanto, es un ejemplo de la idea de Obsolescencia Programada: “es la determinación o programación del fin de la vida útil de un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño, el producto se torna obsoleto, no funcional, inútil o inservible por diversos procedimientos, por ejemplo por falta de repuestos, induciendo a los consumidores a la compra de un nuevo producto que lo sustituya.” (Bulow, 1986)
En una de las entregas anteriores, hablamos de economía circular y de cómo la economía lineal capitalista afecta al ambiente; con éste articulo quiero resaltar el impacto tan devastador que pueden tener para la Madre Tierra el elemento artificial, introducido por las industrias, unido al efecto acelerador aportado por la moda y las tendencias.
La programación de la Obsolescencia se ha extendido a casi todos los sectores productivos, inclusive los de bienes menos durables, para hacerlos casi desechables; sin considerar el problema de cómo disponer de esos desechos y su impacto en los ecosistemas del planeta.
Otro ejemplo, la ropa, habrán notado que la ropa —independientemente del presunto prestigio de una marca— ya no es de la misma calidad; se descose, se destiñe fácilmente, se rasga la tela, se caen los botones; y el cambio de temporada, entre otros efectos de obsolescencia. Bueno, resulta que ya no sólo el plástico es un problema planetario, ahora se agregan montañas de desechos textiles en el Desierto de Atacama; en Chile. En el blog del Diario Alemán Deutsche Welle, presentan un reportaje y una serie de fotos alarmantes: “Cada año llegan a Chile alrededor de 59.000 toneladas de ropa usada y nueva, sin vender, de todo el mundo. En el desierto de Atacama se están formando enormes cementerios de ropa.” Organizaciones populares tratan de aprovechar y reciclar los materiales, no hay manera de contener el volumen de desechos dispuestos irresponsablemente a cielo abierto. Para no mencionar el impacto social de las dinámicas violentas que se generan en los pueblos pobres de la región.
Tenemos una situación más, insostenible generada por la Moda y la Obsolescencia Programada trabajando de la mano. ¿Será posible que ese esfuerzo de inteligencia, utilizado para encontrar formas fraudulentas de acumular más capital, pueda ser utilizado para diseñar productos inteligentes, reciclables y que generen el menor impacto ambiental posible? Tristemente no, el modo de producción capitalista es autodestructivo e irresponsable. Pero veamos qué hay detrás de la moda en particular: Un estudio de la ONU de 2019 revela datos impresionantes:
- Se requieren 7500 litros de agua para producir unos jeans.
- El sector del vestido usa 93.000 millones de metros cúbicos de agua cada año, una cantidad suficiente para que sobrevivan 5 millones de personas.
- La industria de la moda es responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global.
- La producción de ropa y calzado produce el 8% de los gases de efecto invernadero.
- Cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura.
- La producción de ropa se duplicó entre 2000 y 2014.
La Humanidad debe encaminarse hacia un importante proceso de transformación cultural que conduzca al Ecosocialismo.
En otro orden de ideas, cerrando julio de 2022 celebramos el bautizo de mi libro “Hacia la descolonización del pensamiento ambiental”, una tarea urgente para empezar a comprender de la hegemonía colonial, cómo decía nuestro Comandante Eterno, “hay que resemantizar los conceptos para deslastrarnos de la carga cultural de 500 años de colonización”; siguiendo ésta máxima y las orientaciones de nuestro Presidente, Nicolás Maduro, he creído oportuno aportar esta modesta contribución con la esperanza de que sirva como instrumento para avivar el debate y la construcción heroica desde las bases populares.
¡Juntos la Gran Transición Ecosocialista es posible!
Material de consulta:
Comprar, tirar, comprar, 2011
https://www.youtube.com/watch?v=y2v5azYf2P0
Jeremy Bulow, “An Economic Theory of Planned Obsolescence”, The Quarterly Journal of Economics, Volumen 101, Oxford Nov. 1986 https://doi.org/10.2307/1884176