Estados Unidos y Europa toman de sus propios venenos
EEUU con problemas de leche y electricidad
Es terrible para el pueblo de Estados Unidos, para las madres, los padres y, sobre todo, para las niñas y los niños, que esté escaseando la leche de fórmula infantil. Y es una buena oportunidad para pensar en lo perverso que es causar ese mismo efecto (la escasez de productos básicos) en un país para forzar a la gente a que cambie su gobierno.
Se supone que en Estados Unidos la falta de leche para bebés es una consecuencia de la guerra en Ucrania que la élite de ese país ha provocado y financiado. Pero, al margen de esa gran verdad, digamos que no es algo que otro país les esté causando intencionalmente, a propósito, adrede; con premeditación y alevosía a los bebés gringos. En cambio, las mal llamadas sanciones que Estados Unidos aplica a naciones soberanas como Venezuela; sí causan esos efectos perniciosos de manera intencional. La diferencia es clara, sobre todo en el plano de la ética política.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha decretado un estado de emergencia ante posibles fallas en el suministro eléctrico. No se trata de un ataque de pulso electromagnético ni de que otra nación esté proyectando volar tendidos eléctricos o turbinas en represas. Se trata de problemas generados por la dependencia que presenta la superpotencia respecto al exterior en este campo tecnológico.
Bueno, es su problema y tienen derecho a tratar de resolverlo. Pero, de nuevo, vale reflexionar acerca de un hecho: a Venezuela le aplicaron acciones de sabotaje (lo reconoció nada menos que un exsecretario de Defensa) para afectar el suministro eléctrico. Fue a propósito, adrede, con premeditación y alevosía; hay que repetirlo. Y esos planes los hicieron en la mera Casa Blanca. Que conste en actas.
Europa paga caro su servilismo
Mientras tanto, los países europeos, autoproclamados paradigmas del desarrollo político, económico, social y cultural, atraviesan una crisis sistémica: resurge el fascismo y otros autoritarismos; se hunden sus economías; cada vez oprimen más a los necesitados; y han quedado reducidos al rol de colonias de Estados Unidos.
Por respaldar la locura de Washington de retar a Rusia a una guerra subsidiaria, los pueblos están pagando las consecuencias a través de una serie de precariedades que no se veían en el Viejo Continente desde tiempos de la posguerra. Inflación, escasez de productos de primera necesidad; incluyendo combustibles, parálisis económica y desempleo azotan a los europeos.
Como en el caso de Estados Unidos, todo es culpa de ellos mismos, de su servilismo ante el país jefe de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Acusar a Rusia de hacerles daño es solo un acto desesperado de propaganda. Y, de nuevo, son el tipo de calamidades que los europeos (también en comparsa con Washington) nos han hecho pasar a nosotros a propósito, intencionalmente, adrede, con premeditación y alevosía.
Acusan a India de practicar el capitalismo
cuando acusan a India de estar comprando el petróleo ruso y revendiéndolo a los necesitados europeos a los altos precios establecidos por el mercado global.
En otras palabras, los paladines del capitalismo global acusan a India de actuar según las normas, usos y costumbres del capitalismo, lo mismo que cada uno de esos países y sus grandes corporaciones hacen todos los días desde hace siglos.
Los líderes planetarios del neoliberalismo y la globalización pretenden que sus infalibles leyes, sus manos invisibles dejen de actuar cuando no les convenga a sus intereses. Para lograrlo, aplican las medidas coercitivas unilaterales, como las que le han aplicado a Venezuela con premeditación y alevosía, a propósito, adrede, intencionalmente; valga de nuevo la redundancia.
Siembran violencia, ¿qué esperan cosechar?
Estados Unidos y sus socios europeos llevan décadas fomentando la violencia en numerosos países, para obtener ganancias por las ventas de armamento y desestabilizar gobiernos que no son de su gusto.
Pero la violencia no es una mercancía que se quede solo en los sitios donde sus promotores quieran ponerla. Se revierte contra quienes la crean y utilizan.
El ejemplo más terrorífico es la situación interna de Estados Unidos, donde menudean las masacres protagonizadas por personas (en muchos casos niños, adolescentes o jóvenes) que han sucumbido al embrujo de la violencia que se promueve desde las instituciones, los medios de comunicación y las redes sociales.
Mientras tanto, en Europa se está acumulando la malévola energía de una gran bomba de tiempo. Las armas entregadas a los grupos neonazis y mercenarios de Ucrania no tardan en desparramarse por todo el continente para causar gravísimos problemas de orden público. Lo han dicho los principales expertos en materia de seguridad y defensa de ese continente.
Y aquí volvemos a nuestro estribillo: a nosotros se nos ha pretendido injertar la violencia en forma de una guerra civil (no olvidemos 2014 y 2017); a través de la acción de grupos de hampa común sembrados en los barrios (2019, 2020 y 2021); y por la vía de las llamadas Tancol en la zona de fronteras (2020, 2021 y actualmente).
Eso se ha hecho —perdón por tantas reiteraciones— de manera intencional, adrede, a propósito, con premeditación y alevosía. Que también conste en actas.