La hermana de Nietzsche era una CoñoeMadre. Tras la muerte de Friederich; Elisabeth, su hermana menor; compró todos los derechos sobre la obra del filósofo y comenzó un proceso de manipulación y tergiversación de toda su obra. En esa operación, Elizabeth vendió al filosofo como un amante de la guerra y como un furibundo nacionalista. Nietzsche odiaba el antisemitismo y el nacionalismo que imperaba en la Alemania de su época; pero, pocos años después de su muerte, Elisabeth se incorporó al partido nazi y puso todo el trabajo de su hermano al servicio de las ideas de Hitler.
El nazismo encontró en conceptos como “Superhombre” y “Voluntad de Poder” unas piezas que encajaran perfectamente en sus pretensiones de supremacismo ario. Ademas, en la noción Nietzscheana del “eterno retorno” hallaron una fuente de misticismo que fascinó a los jerarcas del partido nazi, empeñados en demostrar el origen divino de la sangre alemana. De todo ello surge una pregunta que buscan incitar el discurso; ¿Podemos acusar Nietzsche de nazi, a partir de la fascinación de su hermana por esa ideología?
Al otro extremo del tablero político, nos ubicamos en Cuba a comienzos de la década pasada; y encontramos a nuestro eterno comandante, aferrado a su misticismo y buscando en la lectura de Nietzsche un alivio a ese mal que nos lo arrancó de este plano existencial. En esas horas de profunda meditación, Chávez se encontró con Zaratustra, “el profeta del eterno retorno” y con él aprendió que su esencia devendría en el presente de cada una de nuestras luchas y en la emancipación de nuestros pueblos. El capítulo sobre “El Convaleciente”, le regaló la energía cósmica que tanto necesitaba para sobreponerse a esa realidad tan ruda.
Luego de haber tenido el privilegio de vivenciar la emoción del líder de un país en revolución, al propagar la obra de Nietzsche en cadena nacional y comentando la influencia de ese pensamiento en su orgánica; ¿se puede sostener la idea de que Nietzsche, “el filósofo de los martillazos”, era bolivariano y castro comunista?.
En ambos casos la respuesta debería ser, no; porque los autores y sus obras tienen condiciones societales y temporales de posibilidad; es decir, tienen un contexto histórico que les determina. Traemos a colación estos dos ejemplos, tan diametralmente distintos, para poder ubicarnos en el debate que está tomando forma -en algunos círculos de discusión política- sobre la revolución molecular, en el contexto actual de la lucha de clases continentales.
Hemos visto, con muchísima preocupación, a distintos -y muy respetados- actores de la política popular colombiana; referirse a ese concepto como si fuera el producto de una mentalidad fascista, reduciendo el trabajo de Guattari al tristemente célebre tuit del jefe del conglomerado criminal que gobierna en Colombia; Álvaro Uribe, el matarife mayor.
1.Fortalecer FFAA, debilitadas al igualarlas con terroristas,La Habana y JEP. Y con narrativa para anular su accionar legítimo;
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) May 3, 2021
2. Reconocer: Terrorismo más grande de lo imaginado;
4. Acelerar lo social;
5. Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa
Es como si no lograran notar que, a la ecuación que presenta Uribe le falta un componente; ya que en el otro extremo de la revolución molecular, como oponente en la confrontación social, están los Microfascismos descubiertos por Foucault en su intensa obra intelectual y que hoy representan el objetivo a batir en esta lucha global por la liberación de los pueblos.
Felix Guattari, estuvo en la primera línea en el mayo parisino del 68 y escribió, junto a Gilles Delueze, esa máquina de guerra intelectual que titularon “Mil Mesetas”. Sobre esa obra Michael Foucault opinó que representaba el “manual para una vida no fascista” y a partir de ella, Guattari concibió la revolución molecular para hacer aportes al movimiento de las luchas contra el fascismo, que se potenciaban al margen de las burocracias partidistas y de las revoluciones institucionalizadas.
Con la revolución molecular, Guattari busca caracterizar las movilizaciones múltiples de las comunidades en lucha, que se resisten a los aparatos represivos del poder, como contraposición a la microfísica fascista, a los microfascismos que componen nuestros circuitos vivenciales; esos hábitos, costumbres, estilos de vida y tradiciones que reproducimos sin tomar en cuenta su funcionamiento en la orgánica de la dominación. Los fascismos microfísicos son formaciones socio-culturales que, incluso, permanecen parasitando en las prácticas de nuestra militancia socialista, reforzando las condiciones que posibilitan el triunfo cotidiano de la dominación.
El fascismo histórico, -tipo Pinochet, Franco, o Hitler- ya no resulta tan conveniente a las fuerzas de la dominación; que echan mano de él solo en momentos de ascenso en las luchas populares. Hoy en día, la dominación prefiere expandirse desde relaciones mínimas que hagan posible su reproducción en nuestra vida cotidiana, colonizando nuestros gestos, expresándose en cada uno de nuestros pensamientos y en todas las relaciones que tributen al metabolismo del hegemón. El racismo, el sexismo, la xenofobia, el machismo, el clasismo, la homofobia; tienen expresiones microfascistas cotidianas a las que se opone la revolución molecular.
Así, y a una escala más intima; la agresión a la pareja, el castigo, el chiste mal intencionado, el piropo en la calle, la cachetada, la burla, el grito, el sarcasmo, resultan un hábitat perfecto para la proliferación microfísica del fascismo, para la perpetuación de esos microfascismos que hacen posible la estabilidad de esta sociedad capitalista y falocrática. Pero, donde hay poder, también emergen resistencias a ese poder y la revolución molecular implica la suma de esas resistencias múltiples que tanto preocupan a las burguesías de Chile y Colombia y a todo el entramado de relaciones dominantes.
Más allá del reino de los partidos, lejos de las burocracias y de los juegos cortesanos por el poder del Estado, está alimentándose el espíritu de una revolución que comienza a respirarle en el cuello a las oligarquías globales, afilando sus garras, haciendo proliferar frentes de lucha donde antes había solo deseos dispersos y conectando sensibilidades para combatir a todas las burguesías; las históricas, las de siempre y las recién formadas.
Entonces, la lucha de clases en este momento está trascendiendo el ámbito de las siglas partidistas y deviene en reivindicación de todas las formas que asume el deseo, en consignas raciales y de género, de preferencias sexuales, de apuesta por la vida, por la paz y por la justicia. Así, para el proletariado del mundo, el problema no es la revolución molecular que se está gestando en cada acto de ruptura con los poderes hegemónicos, sino esos microfascismos que se resisten a la transformación de las relaciones de poder.
Álvaro Uribe la tiene clara. Por eso “picó alante” y denunció este movimiento compuesto por las distintas luchas que expresan el estado real de la revolución global, caracterizándolas -erróneamente- como una nueva forma de guerrilla, como una conspiración de Nicolás Maduro y como un acto subversivo contra la institucionalidad dominante; aunque en esto último tiene razón a medias, ya que la revolución molecular busca subvertir el orden dominante, pero la multiplicidad de las luchas nunca será un acto, sino una constante, multiforme y espectacular jornada global contra el régimen neoliberal.
Es natural sospechar que el matarife está tomando en cuenta que, las revoluciones del siglo 21; en tanto que devenir revolucionario de la multitud global; son encarnadas por un “enemigo” rizomático, inusual y extraordinario y por ello no pueden ser combatidas con las mismas fórmulas usadas para neutralizar a las guerrillas de las FARC, o para masacrar al M19.
Uribe sabe que la revolución molecular solo puede contenerse echando mano del miedo, masacrando, asesinado, generando escenarios que neutralicen la sororidad, la movilización y la organización popular, porque el miedo es reaccionario. El miedo es una fuerza microfísica capaz de contener la esperanza de un pueblo y la alegría de participar en los acontecimientos históricos. El miedo es el arma microfísica que mejor sabe usar el hegemón y no dudará en echar mano de él. Por eso comienzan a aparecer cuerpos de participantes en las manifestaciones ahogados en los ríos, del mismo modo en que han ido asesinando a los participantes en los acuerdos de paz; para infundir miedo en el pueblos; la TanatoPolítica como refuerzo del Microfascismo para responder a la revolución molecular.
Luego de todo esto y llamando la atención a las fuerzas populares del continente, ¿podemos afirmar que Guattari es fascista, solo porque Álvaro Uribe lo citó en un trino, o porque sus conceptos han puesto a la defensiva a la derecha chilena?. Al enunciar la revolución molecular de Guattari, Uribe busca crear un nuevo enemigo para legitimar otro capítulo en su historia de pozos de la muerte, sicariato político y falsos positivos; porque sabe que en la escala microfísica, molecular, también hay una lucha que no puede ganarle al pueblo colombiano, porque ve tambalear su imperio de drogas y paramilitarismo y porque al igual que la hermana de Nietzsche; Álvaro Uribe, es un CoñoeMadre.