En la cola que hago semanalmente en el boulevard que sube al Panteón Nacional para abastecerme del detergente multiuso de que me permite lavar, fregar, desinfectar y aromatizar de un solo golpe; escucho a dos doñitas intercambiar pareceres sobre las características de los productos que, según cuchichean, les ayudan en la diaria faena de asear la ropa, el piso, los peroles y hasta el perro.
Por tratarse de opiniones “especializadas”, paro la oreja y tomo nota de las fortalezas y debilidades que, en base a su experiencia, mis vecinas de cola comentan mientras les llega su turno:
A mí ese bicho que tiene en la etiqueta al gordo ese…¿cómo es que se llama?…¡Ahhh!…¡ César Miguel Rondón! no me gusta. Deja la ropa sucia y el bolsillo limpio.
La otra doña, con cara de ser buena sacando manchas y percudido, completa mientras le muestra el envase que ha traído para el llenado:
¿Y qué me dices de éste que promociona la mujer esa del Miss Venezuela…. la que decía “¡Buenas noooches…Polieeedro!”…esteee…¡ Maite!…¡Maite Delgado!, le estruja enseñándole el recipiente que exhibe a la rubia animadora en la etiqueta, ¡ese bicho huele a baño de carretera!
Una tercera señora se suma a la jabonosa tertulia y con tono catedrático dictamina:
Yo no sé que está pasando con los productos para lavar, ahora hay como cuarenta mil marcas, todos carísimos y malos. Son artículos de lujo.
La cola avanza y ahora soy yo quien se suma a la conversa:
Ehhh…disculpen…¿a cuánto amaneció hoy el litro del multiuso?… el que sirve para todo…
Me responde la que dijo lo de la ropa sucia y el bolsillo limpio:
Ayer estaba en ocho…no se hoy…
¿En “ocho” qué?, repregunto con cara de ser “del este del este”: ¿ocho millones?
¡Nooo!…todavía no…tal vez dentro de una semana…
¡Muévanse!…¡muévanse!…nos grita un tipo papeado que se nota hace pesas con las bolsas de mercado que lleva a los lados…¡avancen y dejen la habladera!
Con cochina envidia vemos salir de la bodega del frente a una señora con una panela de Las Llaves…¿se acuerda?…si, aquella vergonzosa panela que escondíamos debajo de todas las otras cosas para que nadie se enterara que lavábamos la ropa con jabón azul.
¡Esa debe ser millonaria!, comenta la de lo del baño de carretera.
¡Será millardaria!, le riposta la tercera en el debate…¡ahora todos somos millonarios!…¡por lo menos hasta que hacemos mercado!
¡Yo no sé que está esperando el gobierno para meter presos a todos esos sinvergüenzas!, expone una de más allá.
¡O para darle esas empresas a los trabajadores y que el pueblo las ponga a producir!, agrega un señor con pinta de amor mayor.
¡Señoras!…, sale el encargado del negocio, ¡se nos acabó el detergente!. ¡Vengan mañana!
¿Mañana?, se rebelan todos en la cola…¿ y qué hacemos con ese ropero sin lavar?…
¿Y con qué friego hoy el bojote de platos y de ollas que tengo en la casa?
Un borrachín que frecuenta la zona, viendo el despelote y la gritadera, con etílica sabiduría sentencia:
¡Esta guerra económica es bien cochina!, y como en el relato de Pedro Navaja, se va cantando: “la vida te da sorpresas…”.