Cuatro razones por las cuales el gobierno nacional ha terminado en una misma mesa con las oposiciones
Ninguno puede ganar unilateralmente
En Venezuela hay dos visiones de país. O si usted prefiere, hay una visión de país y una visión de colonia. En todo caso, lo que está claro es que son opuestas y sus impulsores las consideran excluyentes. Para los revolucionarios, la visión opositora es inaceptable, y viceversa.
El punto clave es que ninguno de los dos segmentos políticos está en capacidad de imponer su visión. El sector revolucionario tiene legítimamente el poder político, pero el sector opositor ha conseguido, con apoyo imperial, hacer casi inviables la economía y la vida cotidiana.
Objetivamente hablando es como una situación de rehenes, como un secuestro. ¿Si su familia está retenida por un grupo de sujetos armados que amenazan con matar a sus integrantes (de hecho, ya han matado a algunos), usted accedería a negociar con los delincuentes?
El grupúsculo que ha dominado al sector opositor, dirigido por Washington, es insignificante políticamente hablando, pero está muy armado. Su arma para “tener derecho a negociar” son las medidas coercitivas unilaterales impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea. Buscar un acuerdo que les quite tal arma no es una traición, sino una estrategia inteligente.
Las contradicciones internas favorecen un retorno a la paz
Cuando el chavismo se hace la pregunta “¿por qué estamos negociando con una gente que ha cometido tantos delitos?”, surgen marejadas de indignación. Es comprensible.
Otra de las razones para sentarse a la mesa con tales adversarios es la existencia de evidentes contradicciones internas en el sector opositor. Esas tensiones, inteligentemente aprovechadas, podrían favorecer un retorno a la paz y a la normalidad democrática.
Parece evidente que ha terminado el ciclo de dominio interno de la peor ultraderecha y que surgen voces moderadas que se pronuncian por retomar la senda que la oposición transitó brevemente en 2015, cuando concurrió a las elecciones parlamentarias.
Es cierto que ese sector moderado ha sido —casi en su totalidad— ambiguo y cobarde a la hora de enfrentar las posiciones extremas. Los dirigentes más equilibrados han callado y otorgado cuando el jefe del Norte le ha impuesto a la oposición la agenda violenta y golpista. Sin embargo, en la coyuntura actual esa facción podría ser el cimiento necesario para apuntalar el ejercicio democrático, especialmente porque desde el mismo Washington les han enviado algunas señales de conciliar.
El sector “moderado”, con todo lo cuestionable que puede ser a la luz de conductas anteriores, parece estar claro en que no tiene ningún sentido seguir ahondando un conflicto en el que la oposición dejó atrás los momentos en los que tuvo todo a su favor (comienzos de 2019). Para la Revolución Bolivariana esta disposición a detener y empezar a revertir el conflicto es un excelente punto de partida.
Con paz y democracia habrá progreso económico colectivo
La paz y la democracia favorecen a la inmensa mayoría del país. Solo un sector muy reducido y perverso se beneficia con la permanente confrontación y la inestabilidad.
Ahora bien, en términos de realpolitik el sector más favorecido por la existencia de un clima de concordia y tranquilidad en cualquier país es siempre el que ejerce el gobierno.
Esto es así porque puede desempeñar sus funciones con menos desgaste y porque dicha atmósfera positiva incentiva el crecimiento y el progreso económicos, lo que incide en el bienestar colectivo.
Los sectores revolucionarios son pues, los más interesados en conseguir ese ambiente, lo que justifica ampliamente el sacrificio que implica hacer concesiones a una oposición desleal y traidora.
El chavismo tiene una tradición histórica de diálogo y paz
La cuarta razón (entre otras muchas) para respaldar las negociaciones de México es la histórica tradición de diálogo y paz que tiene el chavismo como fuerza social y política.
Pese a la imagen de intransigencia y persecución que la maquinaria mediática ha impuesto como característica de la Revolución Bolivariana, la realidad es que hay pocos movimientos políticos a escala mundial que hayan lidiado con unos oponentes tan violentos y antidemocráticos y que siempre haya tenido como respuesta la vía de buscar acuerdos e ir a elecciones y consultas.
Desde los primeros años del comandante Hugo Chávez (con abril de 2002 como episodio destacado) hasta los tiempos que corren, la conciliación ha sido una bandera del chavismo. Mantenerla izada es un gesto de identidad política.