Por Francisco Ameliach Orta
El filósofo e historiador francés Ernest Renan en una famosa conferencia dictada en la Sorbona de París en 1882, abrió un gran debate aún vigente en nuestros días, sobre la interrogante ¿qué es una nación?
En tal sentido, Renan argumentaba que una nación es un alma, un principio espiritual, un gran estado de solidaridad constituido por la posesión en común de un rico legado en recuerdos que afloran los más nobles sentimientos por las glorias, los sacrificios que se han hecho y los sacrificios que todavía se está dispuesto a hacer. Supone un pasado; se resume, no obstante en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida en común.
Al mismo tiempo, el historiador francés advertía: “En la hora presente las naciones son necesarias, su existencia es la garantía de la libertad que se perdería si el mundo no tuviese más que una ley y un amo”.
Pero hoy en día, el alma nacional del venezolano es atacada como nunca en nuestra historia, pretenden borrar nuestra memoria colectiva para manipularnos y poner nuestra nación al servicio de los intereses del imperio estadounidense. Aplican a fondo lo expresado por Allen Dulles en su libro El arte de la inteligencia publicado en 1963: “El objetivo final de la estrategia a escala planetaria es derrotar en el terreno de las ideas las alternativas a nuestro dominio, mediante el deslumbramiento y la persuasión, la manipulación del inconsciente, la usurpación del imaginario colectivo y la recolonización de las utopías redentoras y libertarias, para lograr un producto paradójico e inquietante: que las víctimas lleguen a comprender y compartir la lógica de sus verdugos.”
El efecto de esta estrategia se manifiesta en opositores “venezolanos” que piden en el extranjero una invasión militar sobre su patria; en usuarios de las redes sociales que escriben: “si te sientes orgulloso de ser venezolano eres parte del problema”.
Se puede ser un férreo adversario al gobierno sin ser parte de una estrategia antinacional. No se puede confundir ser opositor con ser traidor a la patria.
Defendamos nuestra alma nacional independientemente de nuestra posición política. No permitamos que nos conviertan en zombis sirvientes del imperio, cuerpos carentes de alma nacional y de voluntad propia.