Puedes sentirte viviendo con el alma rota, soportando maltratos, palabras hirientes, insultos, descalificaciones, situaciones dolorosas, humillaciones y hasta golpes por una pareja, por un familiar, una amistad que por tu género se considera superior. Quizás consideras que no tienes opciones, o que quien te agrede va a cambiar, pero no cambia, la vida sigue doliendo y tu sigues allí. Sarah Espinoza, periodista, poeta y activista por los derechos de la mujer, accede a contestarnos un cuestionario sobre la violencia de género, con su afán didáctico y liberador.
—¿Qué es la violencia de género?
—De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), la violencia tiene varias acepciones. Siendo la primera “cualidad de violento”; la segunda “acción y efecto de violentar o violentarse”; la tercera “acción violenta o contra el natural modo de proceder”, y la cuarta “acción de violar a una persona”.
La violencia, en ese sentido, es la forma en que procede una persona contra otra, impulsada por diversas razones, y que desencadena daños físicos, psicológicos, emocionales, incluso la muerte; en la persona violentada.
Si nos vamos a la definición de violencia de género, nos dirigimos a un tipo de violencia más específica.
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), “el término ‘violencia de género’ hace referencia a cualquier acto con el que se busque dañar a una persona por su género. La violencia de género nace de normas perjudiciales, abuso de poder y desigualdades de género”.
A esta definición, se suma que dichos actos constituyen una “grave violación a los derechos humanos; al mismo tiempo, se trata de un problema de salud y protección que pone en riesgo la vida”.
Por su parte, ONU Mujeres, nos ratifica el concepto anterior afirmando que este término “se refiere a los actos dañinos dirigidos contra una persona o un grupo de personas en razón de su género. Tiene su origen en la desigualdad de género, el abuso de poder y la existencia de normas dañinas”. Sin embargo, a esto añade que la expresión “violencia de género se emplea para subrayar el hecho de que las diferencias estructurales de poder basadas en el género; colocan a las mujeres y niñas en situación de riesgo frente a múltiples formas de violencia”.
Además, agrega ONU Mujeres, que los hombres y niños no escapan de la violencia de género; y refiere que “en ocasiones se emplea este término para describir la violencia dirigida contra las poblaciones LGBTQI+”.
También podemos ver la definición que tiene el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad de España; ya que esta entidad concibe la violencia de género como “aquella que se ejerce sobre las mujeres por parte de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones de afectividad (parejas o ex-parejas)”. Por lo tanto, podemos notar que esta se inclina más hacia la violencia que se ejerce sobre las féminas, y quienes violentan son aquellas personas que están vinculadas o estuvieron a ellas vinculadas de forma afectiva.
Finalmente, cito una importante acotación que realiza Unicef, sobre la violencia de género: “Si bien hombres y niños también pueden sufrir este tipo de violencia, las mujeres y niñas en todo el mundo la sufren de manera desproporcionada. En otras palabras, mujeres y niñas por el solo hecho de serlo, corren mucho más riesgo de enfrentarse a estos tipos violencia”.
—¿Qué tipos de violencia de género existen?
—Existen varios tipos de violencia de género, no solo es el maltrato físico lo que se considera como violencia. La violencia verbal, la violencia psicológica que incluye la ridiculización, la humillación delante de terceros que incluye a familiares; la desestimación, los gritos, el acoso, las amenazas con causar daño físico a la víctima o a sus hijos, el aislamiento social, la destrucción de sus bienes, entre otras formas del maltrato que dañan a la víctima desde el punto de vista anímico.
Por otro lado, la violencia patrimonial o económica ejercida por el agresor a través del control sobre los ingresos financieros como salarios, sueldos, incluso, aquellos generados por la víctima. También la prohibición al acceso a la educación y al trabajo.
Asimismo, el control sobre la vivienda que puede reflejarse en amenazas constantes por parte del agresor para que la víctima se vea en la obligación de abandonar el hogar pese a que no tenga a donde ir.
Igualmente, la violencia sexual. En las relaciones de pareja suele manifestarse de forma recurrente, y es cuando el agresor obliga a su pareja a tener relaciones sexuales pese a su notable negativa.
—¿Qué la origina?
—La violencia de género es una causa, principalmente, de la cultura sexista y patriarcal que aún se mantiene en la gran mayoría de las sociedades del mundo. Esta cultura justifica el predominio del hombre sobre las mujeres en los aspectos políticos, económicos, sociales, laborales, y un largo etcétera.
Muchas veces se considera a la mujer “el sexo débil”, la que debe regirse por los estereotipos de género, por la autoridad masculina en el hogar; de modo que se nos han impuesto una larga lista de supuestos deberes que nos tocan en casa como madres, como esposas. Todo ello, aunado a otra cantidad de factores, puede desencadenar en violencia de género.
—¿La infidelidad podría ser considerada violencia género?
—Podríamos hablar en este caso de lo que es la monogamia. Considerada como un recurso del patriarcado para ejercer dominio sobre las mujeres. Es decir, la mujer, en este caso, se ve sometida a los designios de su pareja o esposo, incluso, en el aspecto sexual, como propiedad.
No quiero decir que las relaciones que se categorizan como exclusivas o que solo tendrán una sola pareja sentimental y sexual, terminen todas en infidelidad. Con esto me refiero a que la monogamia es hipócrita, ya que, son más las veces en las que el hombre percibe esta práctica como un motivo para asumir cierto control sobre su compañera. Teniendo este, a su vez, la libertad de frecuentar con otras mujeres sin ser señalado por la sociedad, como sí ocurre cuando una mujer frecuenta a otra pareja sexual o sentimental fuera del matrimonio.
En otras palabras, con la monogamia, la mujer al casarse pierde su derecho a vincularse afectiva o sexualmente con otros hombres o mujeres, mientras que el hombre puede, si es su elección, tener estas vinculaciones extramatrimoniales que la misma sociedad no juzga.
Entonces, orientándonos hacia la pregunta de si la infidelidad puede ser considerada violencia de género; desde este lugar, podríamos afirmar que es posible. Debido a que, al dársele al hombre la autoridad de poseedor de la mujer, se le prohíbe a las féminas desde lo moral, llegó a ser incluso ilegal, frecuentar a otras parejas; mientras que él lo hará con toda la libertad.
Y si por el contrario, la mujer elige hacerlo, el hombre que es machista puede sentir vulnerada su masculinidad, lo que podría ser causa de violencia. De hecho, son muchos los casos en que los hombres vigilan a sus esposas, controlan sus amistades, sus salidas con amigas o familiares, por el simple hecho de no “perder algo que es suyo”.
—¿Puedes ser víctima de violencia de género y no saberlo?
—Sí, por supuesto. Eso se debe a que muchas actitudes machistas están tan normalizadas en la sociedad que muchas mujeres lo consideramos eso, pues, una actitud, una forma de “ser”. A veces lo vinculamos al estrés del día u otras circunstancias.
No obstante, el solo hecho de que la pareja te pida las claves de tus redes sociales, que te ofrezca una “sugerencia” sobre tu vestimenta o tu escote; el simple hecho de que te diga que los labios rojos te quedan mal, o que eres floja y se queje porque se te pasó la sal del arroz, son aspectos que se vinculan a la violencia de género.
No se trata de “amor” que controle tus amistades, no se trata de “amor”, que quiera estar contigo las 24 horas del día. A veces no nos damos cuenta de que podríamos estar relacionándonos con un potencial maltratador.
—¿Por qué soportar que tu pareja te maltrate?
—Nadie elige soportar el maltrato. Algunas circunstancias nos obligan a estar allí (dependencia económica, no tener una casa, estar solas en una ciudad), pero las víctimas no soportamos nada.
Creo que es oportuno preguntarnos por qué seguimos haciendo silencio cuando presenciamos el maltrato de un hombre hacia una mujer; por qué seguimos revictimizando a las violentadas, por qué les seguimos preguntando a ellas por qué se “aguantan la violencia”; por qué “la soportan”, por qué siguen allí.
Cuando deberíamos estar cuestionándonos sobre por qué los hombres son violentos, por qué se sienten dueños de las mujeres, por qué tira la puerta, por qué empuja a su esposa en la calle, por qué impone su criterio, por qué controla.
Preguntémonos por qué en comunidad no denunciamos estos maltratos, por qué seguimos hablando de que lo que ocurre entre un hombre y una mujer es un asunto privado, cuando ya deberíamos tomarlo como un asunto público.
—¿Has vivido violencia de género, si es así nos puedes contar tu historia?
—Sí. Como todas las historias, es una donde un hombre llegó a mí con un discurso muy distinto al que manifestó cuando yo ya estaba viviendo con él. Como decimos coloquialmente, usó “su labia” para atraer mi interés hacia él y yo le creí. Yo vivía en Cabimas cuando él llegó a mí.
Luego nos vinimos a Caracas. Una vez estando lejos de mi familia que vive en el Zulia, él cambió drásticamente. Se convirtió en un hombre manipulador, controlador, me prohibía hacer muchas cosas como hablar con amigas, intentó aislarme de mi familia, de amigos, me controló las redes sociales, me humilló, me amenazó con hacerme daño físico, destruyó objetos valorados por mí, etc.
Incluso, lo que yo recibía por mi trabajo no me bastaba porque él no ayudaba económicamente, y cada vez me exigía más.
—¿Cuánto tiempo la soportaste y cómo te liberaste?
—Gracias a mi madre, que vino por mí a Caracas y una amiga muy noble que me ofreció abrigo en su casa en los Valles del Tuy. En fin, una historia que por suerte terminó conmigo viva para contarla.
—¿Dónde denunciar?
—Antes que nada, recurrir a la familia, a las amigas o amigos, a las vecinas o vecinos, a los y las panas de la iglesia (si vas a una), de la universidad, a las personas en quien se confíe plenamente. No callar, contar lo que sucede, sin vergüenza, porque el maltrato es culpa del agresor, no es nuestra.
Al formarse ese círculo ir a la fiscalía de género y colocar la denuncia. Aunque, por experiencia, es mejor acudir al apoyo de las organizaciones y colectivas feministas que funcionan en el país, o ir a cualquiera de las sedes del Instituto Nacional de la Mujer (Inamujer), para asesorarse antes de poner la denuncia en el Ministerio Público.
—¿Cuán frecuente ocurre, existen cifras?
—Es muy frecuente, porque a veces no consideramos ciertas actitudes como violencia. Es que creemos que la violencia de género son solo los golpes y no, son muchos golpes, aunque no son físicos, duelen y destruyen.
Las cifras pese a que revelan una importante cantidad de mujeres y niñas víctimas de este tipo de violencia, no reflejan la totalidad, porque muchas callan.