─¿Por qué se presenta esta situación en la que todas las variables de la economía, en especial los precios, ascienden vertiginosamente, mientras los salarios se estancan?
─Una lectura convencional sería que teníamos una receta económico-financiera basada en la restricción de la liquidez para controlar la adquisición de divisas y la consiguiente devaluación y para propiciar el retorno de capitales privados. Eso funcionó durante una etapa, porque se controló la oferta de divisas y se logaron inversiones de corto plazo con rotación rápida de capital, lo que algunos llamaron la economía de bodegones. Debido a la alta capacidad ociosa que tenía la industria, la mejoría, aunque importante, fue apenas de 20 % a 35 %, aproximadamente, lo que no justifica todavía inversiones. No hubo el ingreso masivo de divisas privadas que se esperaba. Por otro lado, la restricción de la liquidez condujo a congelar los salarios del sector público. Eso generó una mayor disparidad entre los ingresos de los trabajadores y la inflación. Hubo un cierto reajuste, pero luego la situación se ha tornado muy negativa, lo que ha llevado a las presiones del sector trabajador. El gobierno ha tenido que ceder en su política de control fiscal y monetario, y eso, a su vez, induce una mayor escalada inflacionaria. Ese esquema, que era de transición, empezó a colapsar.
─¿Cómo puede resolverse eso en estos momentos, con los niveles de ingreso fiscal actual que siguen siendo muy bajos, aunque la gente observe manifestaciones de prosperidad en algunos sectores sociales?
─Se está planteando la posibilidad de incrementos salariales a partir de abril, quizá más hacia mayo o junio, porque tienen que ver con los pagos de los embarques petroleros que se están realizando, gracias a la licencia 41 con Chevron y las posibilidades de que se extienda a otras empresas petroleras. Si se otorgan las comfort letters, se generará un excedente que le dará algún oxígeno al gobierno nacional, que podrá asignar parte de esos recursos a los pagos de salarios del sector público, lo que será muy justo.
─¿Esas licencias implicarían que entrarán divisas frescas a corto plazo, aunque el problema de los ingresos, en una visión macroeconómica, siga siendo muy complejo?
─Sí. El asunto es que el gobierno nacional tiene que atender las necesidades de salarios del sector público, pero también el mantenimiento de la infraestructura básica del país en salud, educación y servicios. Ha tratado de apelar al aporte de la comunidad organizada y de la Fuerza Armada, con programas como las Bricomiles, para ayudar, pero estamos hablando de años enteros de inversión muy baja en el sector eléctrico, que es transversal a la economía y toda la sociedad. En cuanto a la industria petrolera, aunque la inversión corra por cuenta de las empresas privadas, Petróleos de Venezuela debe acompañar con su aporte. Es una etapa compleja hasta que se estabilice el ingreso de divisas en los próximos meses.
─Un grupo de economistas venezolanos han venido planteando, con gran insistencia, que se aplique un esquema de indexación salarial para que ese componente de la economía vaya al ritmo de la inflación. Señalan que no se trata solo de una postura reivindicativa sino de acelerar la demanda interna porque solo cuando la gente esté bien remunerada podrá adquirir productos y servicios y eso animará la producción nacional. ¿Qué piensa usted de eso?
─No es fácil decretarlo. Lo que sí es prudente y necesario es disminuir la brecha entre los precios de las mercancías y los del trabajo; el gobierno tiene ese reto a corto y mediano plazo, pero se enfrenta al bloqueo y lo que sí es prudente y necesario es disminuir la brecha entre los precios de las mercancías y los del trabajo. Las medidas coercitivas unilaterales todavía limitan mucho las capacidades de acción. Nosotros tenemos derecho a 4 mil 700 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, pero con el pretexto de que existen dos gobiernos, no se nos quiere entregar esos recursos; y cada vez que se nos genera un ingreso en el mercado internacional, el sistema bancario controlado por Estados Unidos y por sus aliados lo congelan, y eso causa que nuestros acreedores también estén pendientes para caerle encima a cualquier recurso que ingrese. Estamos en una transición compleja que podría terminar en una renegociación de la deuda que pase por el alivio o la eliminación del bloqueo y las llamadas sanciones.
─Pareciera que en los últimos tiempos, la cúpula empresarial está más cerca del gobierno, un cambio significativo respecto a los años duros de 2002, cuando participó directamente en el golpe de Estado; y de los años de la guerra económica (2014-2021). Pero hay contradicción porque el empresariado también es el principal actor de la especulación cambiaria y la inflación inducida. ¿Cómo entender esto?
─Primero hay que entender que no hay un empresariado único, sino varios. Hay un sector parasitario y rentista (aunque la renta ha ido desapareciendo, pero volverá a surgir), pero la gran parte de los que han resistido y subsistido es porque tienen capacidad y voluntad de permanecer en el país. La mayor porción de los que eran empresarios a medias vendieron sus activos y muchos se fueron del país. Los que quedan son los que creen en el potencial del país. Por un lado se ha ido sincerando esa selección natural y por otro lado, el planteamiento chavista de inclusión, participación, defensa de los derechos e intereses nacionales ha pasado a ser un sentimiento transversal, que incluso los empresarios lo han ido asimilando; en gran medida, no todos. Ellos saben que su activo principal son los trabajadores. También ha cambiado la actitud del gobierno, que entiende que el grueso de la inversión será privada, incluso en Pdvsa, porque ya no hay recursos como para que el Estado sea protagonista en las inversiones.