La economista Gabriela Cultelli es directora de la publicación tupamara Mate Amargo, miembro del Comité Central del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) Tupamaros, y de la Dirección Nacional del Movimiento de Participación Popular (MPP). Además, representa el capítulo uruguayo de la Red en Defensa de la Humanidad. El domingo hemos conversado acerca de las elecciones presidenciales en Uruguay, su país.
-Cómo analiza la situación en Uruguay en la víspera electoral?
-La gente está esperanzada, sale con alegría a la calle. Aquí en Montevideo se observa la izquierda moviéndose, repartiendo listas; vemos casas y autos con banderas frenteamplistas, y ese ir a buscar voto a voto que caracteriza ya a la militancia frenteamplista caminando por los barrios; llamando en cada casa. Así se mueve ahora la campaña, más que en grandes actos como se hacía antes. Y realmente estos formatos de militancia que las bases del frente amplio encontraron fundamentalmente entre octubre y noviembre 2019 cuando, por no llegar ni al 40% en el mes de octubre, perdimos la presidencia por sólo 15 mil votos en noviembre. Formatos estos muy recomendables para todo tipo de lucha de ideas, hoy que es imposible combatir con la derecha solo en redes sociales y otras formas comunicacionales. Sin descuidar estos, tenemos que volver a los primeros, al mano a mano con la gente, y esa es tarea de cada militante, los dirigentes no pueden abarcar todo ese espacio multitudinario. El país quedó y sigue dividido en dos mitades, se dice que la izquierda no puede avanzar más…pero la derecha tampoco, y de esto hace ya 20 años (en Uruguay desde las elecciones del 2004, y más o menos igual en los demás países de la región que transitaron procesos progresistas.)
La necesidad del cambio en estos días se siente con mayor fuerza. Fueron 5 años en los que se vivió con una corrupción constante y creciente. En un país pequeño como este, si la derecha continua 5 años más en el poder se termina deshilachando, con el narco campeando a sus anchas; que es la forma de capital más agresiva y corrupta. Por eso es que la izquierda, aún con todas sus limitaciones y contradicciones internas, es la única opción para este pueblo.
Por otra parte, fueron 5 años con una creciente acumulación de la riqueza. Un dicho popular, por aquí por el sur, dice: “en los promedios se ahogan los petisos (los bajitos)”; y efectivamente, si se observa el ingreso medio de las personas, hay un engañoso leve crecimiento en relación al 2019. Pero cuando esta relación se observa desagregada, vemos que sólo el 5% más rico aumentó sus ingresos, lo que nos habla de una fuerte concentración de los ingresos en los sectores más pudientes de la sociedad, los “malla oro” como los llamó este presidente, haciendo un símil con el ciclismo. Así fue como aumentó la pobreza, y obviamente la pobreza infantil en este país, y ante la baja de los ingresos de los trabajadores (salarios) que recién en este año recuperaron los niveles del 2019. Es que la masa salarial no creció en relación al PIB, pero sí las ganancias. Súmese a esto el incremento de la criminalidad, fundamentalmente por el auge del narcotráfico, y se tendrá una idea de lo vivido en estos años, y la esperanza que hoy vuelve a surgir en la gente.
-Cuales fuerzas se enfrentan en las urnas y que intereses de clase representan?
-Toda elección, más cuando es de carácter nacional y abarca el parlamento y la opción presidencial, es, sin dudas, una expresión de la lucha de clases. No es sólo en las urnas, tiene un antes importante. En este caso, en Uruguay, entre las elecciones internas de los partidos que ahora se enfrentan en las urnas, y las de octubre donde queda elegido el parlamento, y posiblemente el último domingo de noviembre, suponiendo que haya balotaje, (segunda votación), estamos escribiendo estas respuestas el mismo domingo en que se está votando), hay unos 9 meses de campaña; algo así como un parto. Pero incluso antes, en el caso de la izquierda se llegó a un congreso que aprobó un programa único, congreso en el que participan los comités de bases del Frente amplio y los sectores políticos que lo integran.
Pero de hecho y en la práctica se volvió al bipartidismo expreso en el Uruguay. Por un lado, una derecha que, si bien fue separada en la elección de octubre, conformó políticamente una coalición pública, con todos los acuerdos que ello implica en torno a las repartijas de cargos y cuestiones programáticas como tales. Así gobernaron estos 5 años. Los resultados son claros de a quien defienden y a quien representan, por más diversidad de partidos que la compongan, y con ellos se movilizaron los ganaderos, los dueños del capital e incluso la expresión del poder militar representado por un ex general retirado.
Del otro lado, del lado de la izquierda, la cuestión es más compleja en el sentido de su variedad. Sin duda ha practicado modelos más desarrollistas, estructuralistas, con fuerte avance de las empresas públicas y la creación de más de 70 nuevas empresas, subsidiarias de las más grandes de propiedad estatal, que fueron un cambio estructural importante en este país; lo mismo que la oportunidad de desarrollo de la economía social y solidaria, y en ella las formas cooperativas de propiedad y producción, el desarrollo del Instituto de Colonización que entregó en usufructo importantes cantidades de tierra, muchas veces a proyectos colectivos también, así como los consejos de salario que permitieron otro tipo de reparto de los ingresos multiplicándose por 4 la cantidad de trabajadoras y trabajadores sindicalizados. Sumemos la revolución de los derechos (legalización del aborto, matrimonio igualitario, ley trans, etc. etc) y tendremos una idea más cabal de lo ocurrido en el período frenteamplista que de hecho se levanta históricamente como una conjunción de clases populares (trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad de todo tipo, estudiantes, micro, pequeños y medianos empresarios).
El feminismo implica enfrentarse a toda estructura patriarcal y por tanto al capitalismo, al imperialismo, al colonialismo y al fascismo, y es de hecho un movimiento clasista
Pero si miramos al hoy, y lo poco diferenciado de los discursos, más allá del programa de izquierda construido con la participación de todas y todo el año pasado, y utilizando también lenguaje ciclístico, el hecho de que sea o no la hora del “pelotón”, dependerá de nosotras y nosotros mismos. Incluso mucho más que en la primera etapa progresista. Los tiempos ya no son los mismos que los de aquella etapa (2005-2019); pero si logramos que la distribución, que es variable endógena del crecimiento, se tome como tal y no se sigan los fallidos conceptos de la “teoría del derrame” y las “señales del mercado”, entonces sí. Es que, como siempre, la lucha acaba de empezar.
-Hay fuerzas que abogan por un verdadero cambio estructural, ¿cuál consenso tienen?
-Por cambio estructural entendemos un cambio en las formas de propiedad, como decíamos antes, el desarrollo de la propiedad pública y colectiva. Por cambio estructural entendemos cambios sustantivos en la distribución de la riqueza y los ingresos, incluso en aquella riqueza acumulada. Por cambio estructural entendemos cambios sectoriales en la producción apoyando el desarrollo de la innovación, tecnologías propias, y por tanto de la Universidad, los tecnológicos y la educación pública, para todas y todos en general. Para este tipo de cambios, no hay consensos importantes hoy. O sea, hay consensos grandes para los cambios en las formas de gestión que son también cambios que deben acompañar a los estructurales.
Y se tendrá que ir construyendo el consenso desde las mismas masas populares, si salen o no del letargo que se multiplica con el desarrollo del capital digital y comunicacional, no lo sé.
-¿En que medida influyeron los temas internacionales? Hemos visto que la disputa post electoral en Venezuela se hizo polémica.
-La derecha internacional ha jugado con todo su enorme poder. No ha sido fácil la polémica. Creo que pocas veces ese concepto de la “posverdad” ha quedado tan claramente expuesto. De todas maneras, no fue una discusión generalizada a nivel de las izquierdas y sus bases, por el hecho mismo de encontrarse en plena campaña electoral aquí y entrar en breve tiempo a lo más agitado de la campaña interna; en un país que continúa dividido en dos mitades.
La gran discusión vendrá si la izquierda se hace con el gobierno, y no solo en relación a la integración latinoamericana que incluye todos los temas relativos a la región y sus grados de dependencia, no solo el particular de Venezuela. Posición integracionista en que se nos va la vida en el mundo de hoy. Habrá que precisar nuestra posición ante los BRICS, que implica cambios reales hasta de la composición de nuestras reservas internacionales que hoy están en más de un 90% en dólares. La posición del país en relación a EEUU, contra todo tipo de bloqueos. La gran discusión se tendrá que dar también por el tema Medio Oriente dónde, como decía un compañero, “la teoría de los dos demonios” tenemos que dejársela a la derecha y consensuar fuerte y claramente por la paz y contra el genocidio de Netanyahu. La postura por la paz, no es una cuestión de discursos sensibleros donde todos aparecen como angelitos que tendrían que abrazarse. Y en esto se le va la vida al mundo.
-En que punto quedó el balance sobre la memoria histórica?
-Pienso que lo primero que hay que tener presente en este caso es que en Uruguay, desde hace algunos años, las dos manifestaciones que convocan más personas en la calle son la del 8M y la llamada precisamente “Marcha del Silencio” de cada 20 de mayo. Expresiones populares que dejaron de ser montevideanas para convocarse en todo el país.
La Marcha del Silencio es una de esas manifestaciones a las que uno va y se siente felizmente viejo, porque está llena de jóvenes. Se llama así, del silencio porque es el pueblo que va en andas a velar año tras años a sus mártires, se camina detrás de los familiares con las fotos y solo se comienza a corear “presente”, cuando se nombran uno por uno, una por una, todas nuestras compañeras y compañeros desaparecidos, para cantar todos juntos al cierre nuestro himno nacional y alzar el puño con aquella parte que dice “tiranos temblad”. Si no se comprende, la organización de familiares y del pueblo en general en este sentido, no se puede entender todo lo avanzado, incluso con el hallazgo de una compañera y un compañero desaparecidos durante este último año.
Grandes discusiones hubo y hay en relación a la incorporación de la historia reciente en los libros de texto y la enseñanza primaria y secundaria. En estos pocos años lograron revertir gran parte de lo logrado al respecto. Resulta que para la derecha la historia es romper la laicidad de la enseñanza. Y esto tiene que ver con los símbolos, con el lenguaje del legado, con que la derecha prometa carreteras, y la izquierda levante sus banderas de lucha desde Artigas hasta acá; que se reconozca el genocidio de la población originaria y los derechos avasallados de la población afrodescendiente que también nos conformó como nación, y de todas las luchas obreras, estudiantiles del siglo pasado y este, y la lucha por la verdad y justicia de los tiempos de represión fascista.
-Cuál es la incidencia del Movimiento Feminista?
-Cada vez mayor. Yo creo que en los últimos años hemos hecho en este sentido una revolución dentro de la izquierda, el Frente Amplio y la sociedad en general. Basta ver los programas que venimos construyendo en los últimos años. Basta ver el encuentro nacional frenteamplista feminista que hicimos en Montevideo el año pasado.
Las más jóvenes, que son el alma de estas luchas seguramente no concuerdan conmigo, es que los años a veces te dan también mayor posibilidad de comparación aún en la vivencia individual o en la universalidad que da la lectura y los años de vinculaciones colectivas de diferente índole. Pero eso es bueno, así pelean y nos empujan a pelear con mayor fuerza.
Yo creo que aquí el movimiento feminista es de izquierda o no es feminismo. También hay alguna que otra agrupación de mujeres que se juntan en torno a elementos de justicia o conmovidas ante la violencia machista o sufriéndola de algún modo. El feminismo implica enfrentarse a toda estructura patriarcal y por tanto al Capitalismo, al imperialismo, al colonialismo y al fascismo, y es de hecho un movimiento clasista.
A mí no me gusta llamarle “Olas” porque todo movimiento tiene altas y bajas y un componente histórico indiscutible, pero digamos que esta 4ª ola ha desarrollado espacios diferentes y muy propios en nuestro continente y en el Uruguay concretamente. Los feminismos comunitarios, populares o clasistas son ejemplo de ello.
Este avance pudo, sin dudas, estar vinculado al desarrollo de la mercantilización de la fuerza de trabajo de las mujeres; porque para el desarrollo de las conciencias no es lo mismo estar encerrada en una casa limpiando pisos y cambiando pañales (trabajadoras también, pero aisladas), que pertenecer a los colectivos de trabajadores/as. Y este largo proceso que se ha venido desarrollando también en Uruguay, nos ha ido empoderando, y entre otras muchas cosas el querer representarnos nosotras mismas; pero sobre todo reconocernos en aquella consigna que coreábamos de la mano de una compañera con megáfono en una de esas marchas: “Mujer trabajadora, tu lucha es ahora; mujer oligarca, esta no es tu marcha”. Y así sucedió … desde hace un par de años, en la primera marcha pospandemia, las representantes de la oligarquía decidieron no participar más en la marcha del 8M, que siguió siendo igualmente gigante.