El pasado 27 de noviembre (27F, como lo recuerdan los venezolanos) se conmemoró en Venezuela el 97º aniversario de la Aviación Militar Bolivariana (AMB) y el 25º aniversario de la rebelión cívico-militar de 1992, tras un primer intento fallido, encabezado por Hugo Chávez, el 4 de febrero de ese mismo año. Un segundo momento histórico y fundacional del actual proceso bolivariano, hoy dirigido por Nicolás Maduro que ha tomado el relevo del comandante, fallecido el 5 de marzo de 2013. El 27 de noviembre, junto a los movimientos populares de la época, la Fuerza Aérea se rebeló contra el paquete de medidas neoliberales impuestas por el presidente socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, subordinado al Fondo Monetario Internacional. Al respecto, hemos recogido un testimonio excepcional, el del general en reserva activa, Roberto José González Cárdenas, quien nos anticipó el contenido de su libro de próxima publicación, titulado El Quinto Cadete.
-¿A qué se debe este título, general?
-Se debe a un episodio que marcó nuestras vidas, como jóvenes de dieciocho años que recién ingresábamos a la Academia Militar. Corría el año 1973 en una zona inhóspita de la selva tropical, el Parque Nacional Guatopo, en el estado Guárico, donde estaba activa la guerra de guerrillas. Durante un patrullaje nos encontramos con cuatro niñas abandonadas por sus padres, y destinadas a una muerte segura. Tenían entre tres y diez años y solo la mayor podía comunicarse, las otras tres padecían graves discapacidades. ¿Cómo era posible que, en un país tan rico en petróleo como el nuestro, existieran tales condiciones de pobreza? Decidimos hacer un juramento: lucharíamos para cambiar las cosas y permaneceríamos leales a ese juramento; que debía mantenerse en secreto: en aquella época a los opositores los hacían desaparecer. Entonces, de vuelta en el cuartel solo informamos del hallazgo, fuimos a buscar a las niñas y les entregamos nuestro rancho, pero no hablamos con nadie del juramento. Años después sabríamos que el quinto cadete era el comandante Chávez, quien ingresó a la Academia un año antes que nosotros, y ya militaba en el Movimiento Bolivariano que desembocaría en el 4 de febrero. Por esta razón, se enteró inmediatamente de nuestro juramento.
-¿Entonces, Ud. tenía ideas de izquierda?
-Claro que sí. Nos formamos en las luchas de extrema izquierda, en la época en la que participábamos en el Liceo Andrés Bello. Le tirábamos piedras a la policía; tomábamos autobuses, que eran propiedad de grandes familias oligárquicas como los Cisneros. Mi padre, por ser laico, radical y de izquierda, había sido expulsado del liceo que dirigía en Táchira, y por eso nos mudamos a Caracas. Tratando de escapar de la policía, nos acordamos de un joven teniente que nos había invitado a visitarlo y nos refugiamos en la Academia Militar, donde terminamos postulándonos y siendo aceptados. En mi caso, la franqueza me ayudó, porque cuando el oficial me preguntó por qué estaba allí le dije la verdad, y él agradeció la sinceridad, aunque luego, al descubrir las ideas que teníamos en el movimiento, intentó echarme. Pero intentamos ser mejores en todo y por eso también la gente nos daría su confianza. Luego, sin embargo, tuve que superar la opinión de mi padre, que estaba en contra de los «gorilas» a los que se había opuesto desde la época del dictador Marcos Pérez Jiménez.
-La doctrina militar, entonces, era determinada por la Escuela de las Américas, donde Estados Unidos entrenaba a los gorilas del Cono Sur en técnicas de tortura. ¿Cómo lograron cambiar las cosas y construir, muchos años después, la unión cívico-militar (y ahora también policial)?
-Pensándolo bien hoy, aquel era verdaderamente otro mundo. En el cuartel había un alto nivel de violencia y opresión, similar al de la película La Chaqueta Metálica contra los más débiles. La historia se enseñaba solo nombrando algunas fechas, y no se podía discutir libremente. Para leer otros libros teníamos que hacerlo en secreto y con extrema precaución. Creábamos un espacio dentro de los libros grandes que permitía esconder los que necesitábamos. Así Chávez leyó el Libro Rojo de Mao y luego nos habló del ejército popular. Él siempre fue un devorador de libros, y absorbió las enseñanzas bolivarianas del profesor Hugo Trejo y del general Jacinto Pérez Arcay, y yo también me nutriría de la misma fuente. Cuando llegamos, hubo un momento de transición entre la antigua Escuela Militar y la Academia Militar, inspirado en la nueva doctrina del Plan Andrés Bello, que preveía una filosofía diferente. Una visión más democrática y bolivariana, que el profesor Trejo nos enseñó a educar, aunque con extrema cautela.
-¿Y cuándo se estableció el concepto de Unión Cívico-militar?
-Después de la victoria de Chávez en las elecciones presidenciales. Se llamó Operaciones de Asuntos Civiles; pero teníamos en mente la imagen de las cuatro niñas abandonadas. Así nació el Plan de Asuntos Civiles Bolívar 2000, con el objetivo de derrotar la pobreza extrema, la exclusión y la ocorrupción, promesas electorales del Comandante. Nos dimos cuenta que solo votaban 5 millones, porque para aquellos días pocos estaban inscritos en el padrón electoral. Como eran analfabetos, no sabían ni firmar. Entonces organizamos la Misión yo si puedo y la Misión Identidad. Los principios de la Asamblea Constituyente y luego de los cinco poderes de los que se forma nuestra Constitución, nos llegan de Bolívar, del Congreso de Angostura y de las constituciones de Bolivia y Perú. Jacinto Pérez Arcay nos enseñó esto. Principios que fueron anulados durante 48 horas por el golpe de 2002. Una experiencia que nos llevó a consolidar la unión cívico-militar, sobre la base de una visión totalmente humanista de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
-¿Qué experiencia sacó de ese golpe en el que también participaron muchos generales?
-Sí, unos noventa, y ocupaban papeles cruciales y delicados. Durante años había estado diciéndole al Comandante que debía destituir a los altos mandos que nunca habían tolerado ser dirigidos por oficiales de menor rango, pero no era fácil en esas condiciones. Hacía días que entendíamos que se estaba preparando un golpe de Estado. De hecho, lo habían programado para el 19 de abril, pero algo los convenció de adelantarlo. Al respecto contaré una anécdota de la que fui protagonista involuntario. Durante una ceremonia en la embajada de China, un marine estadounidense se me acerca y, evidentemente confundiéndome con uno de los generales golpistas con un nombre similar al mío, González González, me revela que ya han llegado tres buques de guerra y un submarino estadounidenses rodeándonos, amenaza que le informé a Chávez. En ese momento, escapé de tres intentos de eliminarme, pero todavía estoy aquí para contar la historia. Y para honrar la promesa hecha al comandante, que, de contar toda nuestra historia, después de la última victoria electoral en 2012, cuando ya se sabía que estaba gravemente enfermo. Y estoy cumpliendo mi palabra con el libro “El Quinto Cadete”.
-¿Qué estaba haciendo Ud. el 27 de noviembre?
-Comandaba una unidad fronteriza, formaba parte de la reserva activa del comandante. Yo lo había reemplazado en esa tarea, donde le habrían enviado para eliminarlo, antes del 4 de febrero, porque sabían que nuestro movimiento había crecido y que algo estábamos organizando. Cuando Chávez va a prisión, logra quemar parte de la lista en la que estaba mi unidad. Cuando me contactaron desde prisión estaba muy controlado, pero por suerte un viejo amigo de la familia que trabajaba en inteligencia militar me avisó de que estaban a punto de eliminarme y, también por consejo del Comandante, seguí en mi puesto. Sin embargo, cuando fracasa la rebelión del 27 de noviembre, trato de presionar al gobierno realizando constantes ejercicios militares en modo de ataque. Mientras tanto, el “por ahora” del Comandante comenzó a convertirse en una especie de «doctrina» en los cuarteles, repetida a cada paso para indicar que un cambio se produciría. Y en el carnaval, la gente vestía a los niños con el uniforme de Comandante. Y Cilia Flores asumió el liderazgo del grupo de abogados que defendían a Chávez.
-Algunos oficiales activos, así como otros oficiales en retiro, fueron detenidos por traición a la patria, mientras la ultraderecha multiplica los llamados a un golpe de Estado y afirma que la FANB sabía que hubo fraude electoral el 28 de julio para robarle las elecciones a Edmundo González Urrutia . ¿Qué opina?
-Hay que decir que en Venezuela no se publican actas, sino resultados de un sistema altamente automatizado y verificado. Veámoslo, sin embargo, en términos concretos. Para responder al plan de la extrema derecha, que impugnó violentamente los resultados, el presidente Maduro recurrió al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), única institución encargada de resolver este tipo de contingencias. El TSJ solicitó pruebas al Consejo Nacional Electoral (CNE) y de inmediato convocó a los 13 partidos: empezando por los tres que formaban la alianza de Urrutia, la PUD. Estos no se presentaron, pero todos los demás sí lo hicieron y aportaron las pruebas necesarias, que permitieron compararlos con los resultados arrojados por el CNE, que había dado el 45% de los votos a la PUD con el 55% de las papeletas escrutadas. Y este fue el resultado correspondiente. ¿Por qué la extrema derecha no proporcionó sus famosas pruebas? Porque no existen. Tengo experiencia directa de cómo, en la Cuarta República, se aplicaba la famosa práctica de “acta mata votos», con la que, al contar también los muertos, se modificaban los resultados electorales cuando no eran apreciados por la alternancia de gobierno decidida por Washington. Les pondré un ejemplo: si busco a una persona fallecida en el registro paralelo de la opisición, lo que demuestra lo irresponsable de su denuncia.
-¿Qué hay que temer de aquí al 10 de enero?
-Como mucho, pueden intentar apoderarse de algunas unidades militares, pero estamos preparados. Las Fuerzas Armadas custodian los puntos estratégicos del país, desde fronteras hasta recursos y servicios. El capitán Diosdado Cabello, que acompañó a Chávez el 4 de febrero, tiene gran experiencia y conocimiento del tema, y en esto el presidente Maduro, una vez más, no se ha equivocado. El mensaje del capitán es claro: no está en su oficina, sino en la calle, recorriendo el país por todos lados.
-Como analista de cuestiones geopolíticas, ¿qué opina Ud. de la elección de Trump? ¿Qué deberían esperar Venezuela y América Latina, el único continente aún libre de guerras imperialistas?
-La imposición de medidas coercitivas unilaterales ilegales a nuestro país se debe al primer gobierno de Trump, al que el decreto de Obama había allanado el camino definiéndonos como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de Estados Unidos. Debido a la situación creada en Ucrania y Medio Oriente, Biden necesitaba nuestro petróleo y «flexibilizó» algunas «sanciones», dándole licencia a Chevron para comprar nuestro petróleo. Ahora, mirando los nombramientos decididos por Trump para este segundo mandato, vemos que todos ellos se oponen ferozmente a Venezuela y regresa la amenaza proferida por el magnate, con magistral arrogancia, sobre la posibilidad de apropiarse de nuestros recursos por medios militares. Creo que puede actuar sobre las contradicciones que rodean al Esequibo, considerando que, si bien Venezuela ha presentado argumentos incontrovertibles a nivel internacional, el imperialismo intentará influir en las decisiones de la Corte Internacional de Justicia. Sabemos que, hoy en día, el derecho internacional es inexistente, y el puñado de nuevos ricos que, en Guyana, disfrutan de las migajas de las perforaciones ilegales en el área en disputa, mientras la gente sigue en la pobreza, tienen todo el interés en respaldarlas. Por eso el presidente Maduro se mueve con el poder popular, con las poblaciones nativas que habitan la zona del Esequibo. Pero, además del Orinoco, cuyo fondo está repleto de «oro dulce», como llamó la representante norteamericana al petróleo, hay otra zona a vigilar: la del lago Guanoco, el lago asfáltico más grande del mundo, situado al sur del estado Sucre, entre el Orinoco y el Atlántico. El Comandante lo puso bajo la jurisdicción de la comunidad indígena Warao, pero se trata de recursos estratégicos, que pertenecen a todos los venezolanos, y que pueden tentar al imperialismo.