Imposible resumir en pocas líneas la rica y polifacética obra de Luís Britto García, escritor, historiador, ensayista y dramaturgo venezolano, nacido en 1940. Un éxito desde la publicación de Rajatabla, un volumen de cuentos breves, premio Casa de las Américas 1970, el cual marcó un hito en la narrativa latinoamericana de su momento. Mejor pasar la palabra al escritor, agradeciéndole por esta entrevista.
—Una larga vida, una larga historia de cultura y compromiso político, firme en los ideales pero siempre jugando de manera irónica e iconoclasta con las palabras. Hablar de tu biografía significa llenar muchas páginas. ¿En qué puntos te gustaría resumirla hoy, qué etapas consideras más importantes?
—Bueno, en mi tarea como escritor, un lujo para costear el cual he trabajado siempre en otras cosas, como abogado, como profesor universitario, como comunicador social. He llevado una doble vida, trabajando de día para comer y escribiendo de noche. Digamos que es una vida triple, pues hago dibujo y caricatura. También con mi trabajo he costeado otra vida como explorador submarino y navegante deportivo. Y otra como colaborador libre y gratuito de todas las causas progresistas, sin militancia partidista, remuneración ni cargos públicos, para mantener mi independencia de criterio.
—También recibiste muchos premios durante la IV República. ¿Cómo fue entonces tu compromiso y con qué corrientes culturales se expresó?
—Pues bien, el primer premio importante que recibí fue el Casa de las Américas, hacia 1971. El ambiente de represión cultural era tal, que durante muchos meses los medios lo mantuvieron en secreto, hasta que el humorista Aníbal Nazoa publicó un artículo denunciando el silencio cómplice. Agradezco todas las distinciones que he recibido; sentimentalmente la que más me honró fue el Premio Alba Cultural, que comparto con figuras como Niemeyer y mi amigo Eduardo Galeano. Colaboré desinteresadamente con todos los movimientos de izquierda. No estuve adscrito a ningún grupo literario o cultural, pues a veces funcionaban más como pandillas de promoción y bombo mutuo que como uniones de creadores, y gastaban más tiempo reuniéndose que trabajando en su obra. Me inscribí en un partido radical el mismo día que lo ilegalizaron; lo abandoné cuando la sección donde estaba se hizo socialdemócrata, hace más de medio siglo. Desde entonces mi compromiso ha sido el de expresar lo más fielmente posible lo que pienso, reconociendo que puedo equivocarme, para no comprometer a nadie con mis errores.
—Tus escritos invitan a reflexionar sobre el sentido de la vida y del ser humano, en un mundo regido por el capitalismo que corre hacia el abismo; y que parece no haber aprendido nada de la pandemia de covid-19. ¿Cómo lees los acontecimientos internacionales?
—Estamos ante una lucha de hegemonías desatada por el hundimiento del mundo unipolar que siguió a la disolución de la Unión Soviética. Ahora la primera potencia económica del mundo es China, y Estados Unidos la segunda, que busca por todos los medios la aniquilación de sus competidores, empezando con Rusia, para lo cual está sacrificando a Europa, y con la esperanza imposible de liquidar luego a China. En el fondo de todo están las luchas por los hidrocarburos, que son el motor del modo de producción industrial y que, no me canso de recordarlo, se agotarán en cuatro o cinco décadas. Ello produciría un colapso civilizatorio inconmensurable, a menos que el mundo consiga racionalizar la producción y el consumo económicos mediante soluciones socialistas.
—Coordinas la Red de intelectuales, artistas y movimientos sociales en defensa de la humanidad. ¿Cuál es la tarea de la Redh en este momento frente a las censuras y a las “sanciones” impuestas por el capitalismo en nombre de la “democracia” y los “derechos humanos”?
—Es uno de los tantos cometidos ad honorem que he desempeñado. Defender la humanidad es una de las tareas más nobles que se pueda imaginar, y de las más difíciles, pues cuento apenas con unas precarias redes informáticas que yo mismo he creado y con la buena voluntad de los honestos, que es inestimable. Con esos medios se puede denunciar los verdaderos intereses que hay tras el injerencismo de las potencias hegemónicas contra los demás pueblos, y la ilegitimidad de las medidas coercitivas, que no son más que agresiones contra éstos.
—En una conferencia sobre la situación del diplomático venezolano Alex Saab, secuestrado por Estados Unidos, tú hablaste de un sistema de extorsión a gran escala, llamado “sanciones”, impuesto por el gendarme norteamericano. ¿Cómo surgió esta práctica y cómo se puede establecer una defensa común?
—En realidad, desde siempre, las potencias han ejercido actos de agresión, sabotaje, bloqueo, extorsión o coacción; contra los países que se niegan a sometérseles. Según las normas de Derecho Internacional vigentes, en su mayoría instauradas a partir de la Segunda Guerra Mundial, tales como el Estatuto de Roma; esos actos constituyen crímenes de lesa humanidad, dirigidos fundamentalmente a hacer sufrir, dañar o exterminar grupos humanos no combatientes. Otra variedad de estas agresiones es el latrocinio contra bienes de los Estados en el exterior. Una Convención de la ONU prohíbe las medidas de embargo preventivo o ejecutivo contra tales bienes, pues se los presume destinados a finalidades de interés público. En violación de tales principios, han sido robados casi todos los bienes o depósitos de Venezuela en países de la Alianza Atlántica y se ha bloqueado casi todo nuestro comercio con el exterior, con efectos sumamente dañinos sobre la economía y el nivel de vida del pueblo venezolano.
—El pueblo venezolano se resistió a las medidas coercitivas unilaterales que tenían como objetivo obligarlo a rebelarse contra el gobierno legítimo de Nicolás Maduro. ¿A qué precio y con qué consecuencias, y cómo ves la situación hoy?
—La finalidad de estas medidas es, en efecto, hacer sufrir al pueblo venezolano para obligarlo a sustituir su gobierno electo por otro del gusto de las potencias extorsionadoras. Su efecto ha sido devastador. Para 2016, Venezuela había cumplido casi todas las “Metas del Milenio”, presentaba un Grado de Desarrollo Humano Alto y era el país con menor desigualdad social de la América Latina capitalista. La política de Estados Unidos está confesamente destinada a infligir sufrimiento al pueblo para que éste deponga al gobierno que ha elegido. Como decía un funcionario estadounidense, al referirse al bloqueo a las ventas de petróleo: “No oil, no food, no Maduro”. Otros funcionarios han sido todavía más explícitos. En 2015. Barack Obama expresa que a Venezuela hay que “torcerle el brazo” hasta que se someta. Kurt Tidd, en 2018 propone “alentar la insatisfacción popular aumentando el proceso de desestabilización y el desabastecimiento”. En 2019, Richard Black confiesa que “Hemos desmonetizado su moneda y, a través del sistema bancario internacional, hicimos que la moneda venezolana careciera de valor y luego vamos y decimos: ‘Miren lo malo que es este Gobierno, su moneda no vale nada’. Bueno, no fueron ellos, fuimos nosotros quienes hicimos inútil su moneda”. El mismo año, William Brownfield declara que “en este momento es que ellos ya sufren tanto de falta de alimentación, de falta de seguridad, de falta de medicina, de falta de salud pública, que quizás la mejor solución sería acelerar el colapso, aunque produzca un periodo de sufrimiento mayor, por un periodo de meses o quizás años”. Son confesiones públicas, al alcance de todos. A la opinión le corresponde juzgarlas.
—Diez años después del “Golpe de timón”, lanzado por Chávez, ¿hacia dónde gira el timón de la política económica bolivariana? ¿Qué dirección está tomando sobre la base de las 3R.NETS propuestas por Maduro?
—Te leo el artículo 3 de los estatutos del Partido Socialista Unido de Venezuela: “El partido se constituye como partido socialista, afirma la sociedad socialista como única alternativa para superar el sistema capitalista. Asume como fuentes creadoras los pensamientos y las obras de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. De igual manera toma los principios del socialismo científico, el cristianismo, la teología de la liberación, todo el pensamiento universal crítico y humanista, la equidad y la igualdad de género y la obligación ética de construir un modelo respetuoso de la vida y de la madre tierra que garantice la sobrevivencia de la humanidad”. Supongo que la economía política bolivariana debe seguir estos principios.
—Se da por sentado el fin del llamado “gobierno interino” de Guaidó. ¿Se puede desmantelar un andamiaje virtual en el plano político, pero muy cuantioso en cuanto al robo económico y el dinero que se embolsa la autodenominada banda?
—Para los que no conocen la realidad política venezolana, es bueno puntualizar que nuestra Constitución reconoce la presidencia interina sólo por un mes del presidente de la Asamblea Nacional, nada más que en caso de falta absoluta del Presidente electo, y con la única atribución de convocar nuevas elecciones. Pero nunca hubo falta absoluta del Presidente Maduro; pasó más de un mes desde la autonombrada presidencia interina, y además ya expiraron tanto el período como diputado de quien se encargó de ella, como el de la Asamblea Nacional cuya mayoría opositora lo invistió. Es bueno señalar además que el Consejo Nacional Electoral que certificó la elección de Maduro, es el mismo que certificó la elección de los diputados incursos en esta patraña. Si alegan que ese organismo es fraudulento, el primer fraude que habría cometido habría sido declararlos elegidos a ellos. En conjunto, todo no es más que un andamiaje para perpetrar el bloqueo y el latrocinio de los bienes venezolanos en el exterior, y resulta cada vez más insostenible. Imagino que, con la crisis energética actual, los países afectados no irán a pedirle petróleo al Autoelegido.
—¿Cómo ves las contorsiones de la oposición de cara a las próximas elecciones presidenciales, también a la luz de las próximas elecciones intermedias en Estados Unidos?
—La oposición en su conjunto ha alcanzado buenos consensos electorales, certificados por cierto por el mismo Consejo Nacional Electoral al cual ella desconoce. Pero está irremediablemente fragmentada y no tiene ni tendrá programa, candidato ni organización comunes. Sobre Estados Unidos, muchas encuestas hacen prever un triunfo de los republicanos, parte de los cuales integran una tendencia nacionalista, proteccionista y no intervencionista, contraria al intervencionismo financiero neoliberal globalista.
—La próxima Filven rendirá homenaje a la estudiosa Iraida Vargas y tendrá a África como invitada. ¿Qué mensaje está dando la cultura venezolana hoy?
—Iraida, junto con su recientemente fallecido esposo Mario Sanoja, representa una obra monumental y una tarea vitalicia por el reconocimiento de los valores del pueblo venezolano, por la denuncia de las opresiones que ha soportado, por la vía al socialismo a través del movimiento de las comunas, y por la igualdad de género. Honrarla nos honra a todos.
—Como escritor, ¿hacia dónde se orienta tu investigación hoy y cómo encaja en las corrientes literarias actuales?
—Llevo más de noventa títulos entre novelas, cuentos, piezas teatrales, guiones e investigaciones jurídicas, históricas, comunicacionales y sociopolíticas. Concluí y estoy puliendo una novela sobre la Inteligencia Artificial, un libro de relatos ultra cortos, una historia de Los Piratas Libertarios, avanzo en una anticipación sobre las posibles vías revolucionarias del Siglo XXI y en una Historia de la Cultura Venezolana para la cual necesito varias vidas más. No sé si esos trabajos encajan en alguna corriente literaria, ya tengo demasiado trabajo para asumir además el de clasificarme.
—“Ningún artista, ningún escritor, ningún hombre merece ser consagrado en vida, porque tiene el poder y la libertad de cambiar por completo”, dijo Sartre al negarse a recibir el Premio Nobel de Literatura, para el que tu también fuiste candidato. Tú que siempre te has negado a encerrarte en la academia, ¿qué opinas de esta frase?
—Los honores se agradecen, pero no se exigen. No pido a nadie que me consagre, y el derecho a expresarme lo gano trabajando en otra cosa para mantenerme. Casi la única recompensa de mi labor ha sido el gusto de hacerla.