Luisa González propone un plan estratégico para volver a poner el país de pie. “Revivir Ecuador” ha sido su lema de campaña y, en este caso, es un paso necesario, tanto por la urgencia de regenerar un espacio democrático, como por la necesidad de superar una crisis múltiple de alta intensidad
Dieciséis candidatos, dos mujeres y catorce hombres, se presentaron a elecciones presidenciales en Ecuador el domingo 9 de febrero de 2025. Al final de una reñida competencia electoral entre el actual presidente, Daniel Noboa, y la candidata de la Revolución Ciudadana, Luisa González. Habrá una segunda vuelta el 13 de abril. Noboa llegó primero con una pequeña ventaja de 18.844 votos (0,18 %). Obtuvo 4.523.453 votos (el 44,16%), mientras que Luisa González llegó a 4.504.609 (43,98%).
En tercer lugar se ubicó el dirigente indígena Leonidas Iza, del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik (MUPP-18), con 5.25%; y en cuarto lugar, Andrea González Nader, del Partido Sociedad Patriótica “21 de Enero” (PSP), un partido de derecha que obtuvo el 5,25%. La participación electoral (obligatoria) fue alta: 83,33%.
Los electores votaron, además de la fórmula presidencial para el periodo 2025-2029, también para elegir a los 151 representantes del Parlamento ecuatoriano y a los cinco representantes del Parlamento andino. Noboa ganó en las 3 circunscripciones en el exterior y en 14 provincias, González en 10.
La campaña electoral estuvo marcada por altísimos niveles de violencia, y por los planes de Trump para América Latina. Si el actual presidente, Daniel Noboa fuera reelegido, el magnate estadounidense tendría desplegada la alfombra roja en consonancia con el empresario neoliberal “de mano dura”, que recibió con entusiasmo la propuesta de deportar a sus connacionales migrantes; y que evidencia su idea de imitar las políticas de Trump.
No es casualidad que Noboa considere “histórica” la invitación a asistir a la toma de posesión del magnate Trump para su segundo mandato, junto a figuras de la ultraderecha latinoamericana, como el argentino Javier Milei, el salvadoreño Najib Bukele y, -aunque tras bambalinas-, Edmundo González Urrutia; quien aspira a ser el nuevo “presidente autoproclamado” de Venezuela, pese a que las elecciones las ganó Nicolás Maduro.
Noboa recibió con los brazos abiertos al nuevo secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, portavoz de los sectores más reaccionarios de Miami, en su primer viaje a lo que le gustaría volver a dominar como “patio trasero”. No en vano, uno de los primeros decretos emitidos por Trump fue para volver a inscribir a Cuba en la lista de “países que patrocinan el terrorismo”, clausurando el breve período en el que la administración saliente de Biden la había sacado de tan absurda lista.
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Es la única que se beneficia de un genuino reconocimiento popular, la única que proviene de una propuesta política orgánica que cuenta con una adhesión inicial de 30% del electorado, conocido por el pueblo como «el voto duro de Correa»
Entre los países visitados por Rubio está Panamá, al que Trump amenaza con invadir para tomar el control del Canal, un centro de comercio clave donde China ha ido creciendo en presencia. El gobierno panameño, ciertamente nada independentista, ha aceptado llegar a un acuerdo con Trump sobre el tema migratorio, una auténtica obsesión del magnate junto a los aranceles.
Noboa ha seguido rápidamente el ejemplo, imponiendo aranceles a los productos mexicanos y exacerbando una crisis bilateral que estalló cuando allanó la Embajada de México en Quito, para secuestrar, violentamente, al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glass, beneficiario de asilo político en México. El 14 de diciembre de 2024, en una defensa frontal de los intereses estadounidenses, Noboa autorizó al gobierno de los Estados Unidos de América a instalar una base militar en las Islas Galápagos, de conformidad con los tratados de cooperación firmados en octubre de 2023 entre ambos países.
Esto permite la inmunidad diplomática en un eventual desembarco de tropas y la presencia de barcos, submarinos y personal militar estadounidense para “combatir la inseguridad” en Ecuador y, en efecto, la pérdida de soberanía sobre las islas.
El gobierno de Rafael Correa ya había decidido no renovar las concesiones de bases militares estadounidenses; mientras que, ahora la decisión de Noboa, de permitir una mayor presencia norteamericana en el océano Pacífico frente a China, viola la Constitución ecuatoriana.
Una perspectiva asombrosa. ¿Podrá el pueblo ecuatoriano pasar página o seguirá cayendo en la espiral del neoliberalismo y el securitismo? Sobre el tema conversamos con Irene León, socióloga y analista política ecuatoriana, especialista en alternativas a la globalización y derecho a la comunicación.
-¿Cómo analiza usted los resultados electorales?
-En el contexto de un autoritarismo creciente, en un conflicto armado interno (guerra interna), con una lawfare (judicialización de la política) aguda que afecta principalmente al Movimiento Revolución Ciudadana; el empate entre su candidata, Luisa González, y el candidato de la dictadura del capital, Daniel Noboa, es una victoria política y ética.
Una victoria política, porque luego de siete años de persecución mediática política, que busca posicionar la muerte de la Revolución Ciudadana (correismo), este movimiento se presenta como la principal fuerza política del país. Rafael Correa es el político más conocido, y Luisa González se coloca en un escenario de poder, con capacidad de vencer en el balotage de abril. También es una victoria moral, porque además de sostener una postura alternativa al sistema neoliberal, ha logrado volver a colocar una visión alternativa, distinta a la del autoritarismo, securitista, -y hasta neofascista- que venía copando el discurso, la opinión pública. Luisa González, además, va al ballotage con una importante movilización popular, como no se había visto en el país en los últimos años.
-¿Cuál es la situación rumbo a segunda vuelta?
- En la campaña de Noboa, la victoria en primera vuelta fue anunciada como parte de la estrategia de campaña. Se buscó colocar ese escenario de victoria como una verdad irrevocable, después, se intentó un posicionamiento mediático en ese sentido. La segunda vuelta retoña con las mismas características que la primera. Sigue una desigualdad material manifiesta entre la campaña de Noboa, focalizada en la publicidad; que por un lado ofrece,al candidato y su pareja como producto aspiracional de ascenso de clase y, por otro, paquetes ideológicos de extrema derecha: el mercado y el libre comercio; la guerra interna y la profundización del lawfare; el odio y la persecución al socialismo (local y regional); la dependencia de Estados Unidos, entre otros. Por su parte, Luisa González, que proviene de un movimiento existente -RC-, único en el país, dotado de una base social y de una propuesta programática de cambios, cuenta con una significativa lealtad popular que le ha conducido a bregar por la presidencia, a pesar de la desigualdad material frente a una monumental movilización mediática y operativos clientelares millonarios de la otra campaña.
-¿Y cuál es el programa de Luisa González?
-Luisa González propone un plan estratégico para volver a poner el país de pie. “Revivir Ecuador” ha sido su lema de campaña y, en este caso, es un paso necesario, tanto por la urgencia de regenerar un espacio democrático, como por la necesidad de superar una crisis múltiple de alta intensidad. En esa línea, con el referente de provenir de un movimiento político que propone cambios estructurales, la agenda de González focaliza en el papel nodal del Estado para la gestión de lo público, en función del bien común, con políticas redistributivas y derechos para todas/os.
Para dejar el caos neoliberal atrás, su propuesta prioriza la seguridad ciudadana, vista desde una perspectiva integral y estratégica, que comprende tanto la reinstitucionalización de las instancias de seguridad y justicia, como un pacto ético y la restitución de valores solidarios y cuidados, como aspectos básicos para la reconstrucción del tejido social. Este enfoque funcionó durante la Revolución Ciudadana, cuando Ecuador era el segundo país más seguro de América Latina. El segundo aspecto es la dinamización de la economía, una economía post petrolera, con diversidad económica y productiva, como dice la Constitución; pero también con correctivos urgentes, por ejemplo, en lo relativo al endeudamiento externo, para cuyo sinceramiento plantea una auditoría de la deuda. El tercer aspecto se refiere a una política energética integral y soberana. Ecuador, que se encontraba entre los diez primeros países del mundo con solvencia energética, hoy, debido al abandono de la gestión del Estado, sucede lo contrario, el último año hubo apagones eléctricos de hasta 14 horas y el país volvió a importar energía. El cuarto punto se refiere a los servicios públicos estatales, especialmente la recuperación del sistema público y gratuito de educación y de salud. Y el quinto punto se refiere a la inclusión y a los derechos, para apuntar hacia la igualdad, especialmente de género, y desarrollar una sociedad inclusiva y diversa, pero también porque los derechos ahora son vulnerados en todos los campos, por las medidas neoliberales de achicamiento y abandono del Estado, pero también por la “guerra interna” que no persigue a los actores de los negocios ilícitos sino a las personas empobrecidas, a la afrodescendencia, a las juventudes urbanas; bajo el régimen de Noboa se han multiplicado las violaciones de los derechos humanos y hasta las ejecuciones extrajudiciales.
-¿Qué queda de la Revolución Ciudadana?
-La Revolución Ciudadana (2007-2017) constituyó una síntesis de causas múltiples, entre ellas las resistencias al libre comercio, al neoliberalismo y a la globalización de inicios de siglo, pero también fue un punto de partida para poner en perspectiva las aspiraciones de diseñar un proyecto propio. Un proyecto de soberanía, con una visión de economía endógena nacional y regional, con una perspectiva geopolítica con epicentro en el Sur. Parte de su legado es una propuesta de horizonte: el Buen Vivir, consignado en la Constitución que está aún vigente. Fueron diez años de cambios muy relevantes, con un horizonte distinto del plan hemisférico que Estados Unidos ha tenido para Ecuador y para la región Latinoamericana y caribeña.
En 2017, este proceso de cambios fue revertido por una suerte de golpe blando. El país volvió no sólo al neoliberalismo, sino que se ha convertido en un experimento de implantación de un modelo de economía ‘libertaria’, con la correlativa destrucción del Estado y la potenciación de proyectos corporativos transnacionales.
Hoy, Luisa González lidera el movimiento Revolución Ciudadana, que se levanta con el legado de un proceso de construcción de cambio, es una fuerza real, un movimiento existente que nace de esa experiencia y que tiene la voluntad de retomar el proceso de reconstrucción del Estado para el bien común. A pesar de la persecución política que afecta a su movimiento, la candidatura de Luisa González es la única que se beneficia de un genuino reconocimiento popular, la única que proviene de una propuesta política orgánica que cuenta con una adhesión inicial de 30% del electorado, conocido por el pueblo como «el voto duro de Correa», evocando al expresidente Rafael Correa.
- Noboa controla todas las palancas del poder. ¿Qué podría pasar entre ahora y el 13 de abril?
Como resultado de la desinstituionalización del país, opera una suerte de dictadura, donde Daniel Noboa controla las instituciones, al punto de que hasta el Consejo Nacional Electoral le ha justificado varias vulneraciones al Código de la Democracia, e incluso de la Constitución. De los muchos casos, me refiero a saltarse la ley electoral y no pedir la autorización de la Asamblea Nacional para ausentarse en la campaña y ser reemplazado por la vicepresidenta, que en Ecuador es electa; o también por realizar actos proselitistas públicos utilizando los espacios y bienes del Estado, como sucedió hace unos días, cuando realizó un acto con un Señor González, de origen venezolano, que fue candidato en ese país el año pasado, pero fue recibido por Noboa como mandatario, llegando incluso a hacer acuerdos bilaterales, con un señor, que no tiene investidura presidencial ni nada parecido en su país. Pero el CNE no registró la infracción y Noboa engaña al país con un falso personaje.
Por otro lado, en estas elecciones las y los ecuatorianos no van solos, Estados Unidos tiene una presencia en todos los escenarios: su candidato es Noboa. Y él será un leal cumplidor de los múltiples acuerdos signados con ese país: entre ellos de cooperación militar relativos al plan geoestratégico de control estadounidense de la región y del Pacífico.
Así que están en disputa dos propuestas políticas diametralmente distintas, pero que podrían dirimirse con el voto popular, sólo si la derecha y su padrino del norte deponen su doctrina de polarización, dejando de lado la persecución política y judicial (lawfare) y permitiendo que el país recupere la gestión democrática de su destino.