La victoria electoral del 25 de mayo profundiza la gran ofensiva revolucionaria que se viene desplegando en el país a partir de una resistencia heroica frente a la agresión del imperialismo y del fascismo
Las elecciones del 25 de mayo arrojaron una victoria extraordinaria de la revolución bolivariana. Las fuerzas bolivarianas encabezadas por el PSUV superaron enormes desafíos y dificultades para agrupar a la inmensa mayoría del pueblo en torno de la propuesta de la paz, de la democracia popular, de la independencia nacional y del socialismo.
Esta victoria profundiza la gran ofensiva revolucionaria que se viene desplegando en el país a partir de una resistencia heroica frente a la agresión del imperialismo y del fascismo. El punto de partida de la actual ofensiva la podríamos ubicar en el año 2020 con la victoria en las elecciones parlamentarias y ahora se generan las condiciones para su profundización, radicalización.
Enfrentamiento del imperialismo con el pueblo venezolano
Todos los procesos sociales a lo largo de la historia se desarrollan sobre la base de las contradicciones, conflictos y lucha de dos o más factores, lo cual ocurre de una manera más o menos visible, con rasgos muy particulares en cada memento histórico, con variable intensidad y en diferentes formas a través del tiempo. Entender estas contradicciones es clave para identificar a los enemigos en general y al enemigo fundamental en particular; para el diseño de una política revolucionaria coherente, para definir las alianzas correctas en cada periodo histórico, para establecer los objetivos estratégicos y las metas tácticas en términos realistas.
Pues bien, la contradicción fundamental que mueve a la revolución bolivariana es la que existe entre el imperialismo y su afán enfermizo por restaurar su dominación sobre nuestro país, por una parte, y el pueblo venezolano que se une en su inmensa mayoría para preservar la independencia y, con ello, la condición indispensable para poder avanzar en el proceso de transformaciones revolucionarias.

La política de Washington fracasó una vez más. Esta derrota agudiza aún más las múltiples contradicciones en el seno del gobierno de D. Trump en torno a Venezuela, que se debate entre la confrontación abierta y violenta contra nuestro país y una facción del trumpismo, que busca una relación más pragmática
La política de Washington fracasó una vez más. Esta derrota agudiza aún más las múltiples contradicciones en el seno del gobierno de D. Trump en torno a Venezuela, que se debate entre la confrontación abierta y violenta contra nuestro país y una facción del trumpismo, que busca una relación más pragmáticaEs imposible ignorar que, en esta elección, esa contradicción se expresó plenamente con el propósito de arrebatarle a las fuerzas patrióticas importantísimos espacios de poder y restaurar el escenario de creciente desestabilización en el país.
La política intervencionista de los EE.UU. se produce en los actuales momentos a través de múltiples mecanismos, entre los cuales podemos destacar el bloqueo económico, que impide el desarrollo del país y que infructuosamente busca desatar una insurrección sobre la base del malestar de la población por las complejas condiciones económicas del país. Asimismo, se encuentra la absoluta dependencia de factores políticos de la ultraderecha de las decisiones de Washington, los cuales hicieron todo lo posible por boicotear las elecciones, generar condiciones para activar actos de violencia terrorista contra la población, la economía y líderes políticos del país, así como desprestigiar en el exterior el proceso electoral.
La política de Washington fracasó una vez más. Esta derrota agudiza aún más las múltiples contradicciones en el seno del gobierno de D. Trump en torno a Venezuela, que se debate entre la confrontación abierta y violenta contra nuestro país auspiciada por el clan mafioso de Miami que dirige Marco Rubio, por una parte, y una facción del trumpismo, que busca una relación más pragmática. Estos buscan mantener la presión contra el país, pero que a su vez se permitan medidas que beneficien al sector energético de los EE.UU. a través de negocios con la industria petrolera nacional. De acuerdo a sus cálculos, esta política nos alejaría también de aliados estratégicos como China y Rusia.
Se trata de una derrota muy importante al imperialismo. Hemos dado un paso significativo hacia la consolidación de la independencia nacional. Esta victoria nos deja mucho mejor preparados para asumir los próximos desafíos que nos impone el imperialismo en su obsesión de dominación hemisférica y de explotación indiscriminada de nuestros recursos naturales.
Planes de violencia vs estrategia de paz: política y economía
Como toda elección, la del 25M fue un gran escenario de confrontación política, social, económica a ideológica. Acá se confrontaron dos proyectos antagónicos de manera directa: la sumisión al imperialismo y la liberación nacional.
Después de fallar por más de 25 años en su propósito de desalojar del poder a la revolución bolivariana, especialmente, durante los últimos 8 años, el imperialismo optó en esta oportunidad por activar un plan de violencia que torpedeara, impidiera o empañara las elecciones. El plan consistía en desatar actos de terrorismo con el apoyo de mercenarios y delincuencia organizada.
La violencia terrorista tiene múltiples propósitos en los actuales momentos. En primer lugar, tratar de producir una escalada, que se traduzca en caos y, posteriormente, en una insurrección que justifique una intervención militar externa. Eso es parte del plan fracasado del pasado 29 de julio del 2024. Está suficientemente documentado que la CIA siempre ha estado operando de manera encubierta detrás de estos planes.
Por otra parte, los planes de violencia apuntaban a destruir los importantísimos avances alcanzados en materia económica en el país. La recuperación productiva y los equilibrios macroeconómicos, que son esenciales para la estabilidad de la nación y el bienestar popular, pues en condiciones de crecientes conflictos y ataques terroristas resulta casi imposible promover el crecimiento de la economía.
Sin embargo, si la superioridad de la revolución en los votos fue aplastante, en la calle el despliegue de nuestras fuerzas fue fulminante. La fusión popular – militar – policial, se ha convertido en una ecuación infalible para garantizar el orden interno y la defensa integral de la nación. Nuestra capacidad disuasiva se mide de diferentes maneras. Una de ellas se expresa en que, debido a los altísimos costos políticos, el imperialismo ha descartado en la coyuntura histórica actual la posibilidad de una intervención militar directa en nuestro país.
Ofensiva histórica y profundización de la revolución
Los procesos revolucionarios no se desarrollan en forma rectilínea ni a un ritmo constante. Por ejemplo, en ocasiones, éstos se desaceleran o se pausan para su fortalecimiento posterior. Es lo que muchas veces llamamos acumulación de fuerzas para profundizar las transformaciones. En otras ocasiones, se pasa de fases de resistencia a grandes ofensivas, como es el caso nuestro en la actualidad.
Ciertamente, a partir de las grandes victorias que hemos conquistado en los últimos años, nos encontramos en una fase de ofensiva revolucionaria que se acentúa de manera notable con la excepcional victoria del 25M.
Esto tiene como contrapartida una correlación de fuerzas que nos favorece de manera significativa no solo en lo político, sino también en lo económico, lo social e internacional. En lo político, la hegemonía es de tal magnitud, que nos garantiza calma y paz a pesar de las agresiones incesantes del imperialismo. En lo económico, la producción mantiene su proyección ascendente pese al bloqueo. En lo social, se ha conformado un importante bloque de fuerzas que nos permite contar con una sólida base para la ejecución de las políticas revolucionarias. En lo internacional, ya hicimos algunos comentarios acerca del paso gigantesco alcanzado en la consolidación de la independencia nacional, más allá del fortalecimiento de nuestras alianzas estratégicas con potencias del nuevo orden mundial. A partir de esta posición, la revolución está en capacidad de desplegar ampliamente sus potencialidades.
La ofensiva revolucionaria debemos aprovecharla al máximo para profundizar las transformaciones revolucionarias en todas las dimensiones de la sociedad, especialmente en aquellas que expresan la esencia de la revolución misma. Acá se cuenta, en primer lugar, el tema del poder, que constituye el asunto central de cualquier revolución. Construir nuevas estructuras para el ejerció del poder por parte del pueblo trabajador sobre las ruinas de las viejas estructuras del poder burgués, representa una tarea absolutamente imprescindible.
El desarrollo del poder popular es clave desde todo punto de vista. Es una especie de termómetro que mide los avances revolucionarios. Sin cambios en este ámbito, no se podrá hablar seriamente de revolución. Además, es una condición previa para los cambios en cada una de las dimensiones de la nación. Es por eso que la gran ofensiva histórica de la revolución, que se proyecta por un prolongado espacio de tiempo, gravita esencialmente en torno a la construcción del poder popular, la demolición del Estado burgués, la organización del pueblo, el desarrollo de la conciencia revolucionaria en el seno del pueblo, la conformación de sólidas alianzas sociopolíticas de carácter antimperialistas.
El PSUV como gran vanguardia política, la clase obrera como base social de las fuerzas socialistas y la fusión popular armada están llamadas a jugar un rol primordial. Representan los grandes motores de esta ofensiva histórica.
La experiencia nos indica que esas victorias deben capitalizarse con humildad, responsabilidad y eficiencia. La soberbia y la ausencia de un análisis crítico constituyen errores garrafales. De tal manera que debemos ir a fondo en la lucha contra los vicios del burocratismo, la indolencia y las corruptelas. Avanzar en la solución de los problemas que aquejan tan gravemente a nuestro pueblo debe ser una tarea de excepcional relevancia. No debemos caer en posiciones voluntaristas al establecer metas inalcanzables, pero tampoco podemos ocultar nuestras ineficiencias en el marco de los durísimos embates del bloqueo.
Finalmente, podríamos diagramar los objetivos estratégicos de la ofensiva revolucionaria en forma de un triángulo. El desarrollo de la democracia popular, el despliegue diversificado del aparato productivo nacional y el bienestar creciente de nuestro pueblo; representarían las tres puntas del triángulo. Éste descansaría sobre la base de la independencia nacional, sin la cual nada de esto sería posible. En el centro del triángulo se ubicarían las fuerzas que impulsan la consecución de estos objetivos: el PSUV, la clase trabajadora y la gran alianza popular armada. El norte de esta constelación, que guía todo el proceso, lo constituiría un fundamento ético, profundamente socialista.