Con la partida física de Pablo Milanés, se va un trozo esencial de vida de una generación nacida a la par de la Revolución Cubana.
Yo nací en 1964. Mi adolescencia en la única sección de Humanidades de la Unidad Escolar Gran Colombia iba acompañada de Silvio y Pablo. Luego, en mis estudios universitarios de Matemática, complementados con la Coral de la Facultad de Ciencias, era un disfrute escuchar los dúos de ambas estrellas cubanas; pero en las hermosas voces de Alberto Cova y Nelson Anzola, aderezadas con suspiros de las sopranos y contraltos en la placita de Los Caros. Silvio y Pablo, Pablo y Silvio, siempre, en la academia, en la militancia, en la calle, en las comunas, en el programa Verso a Verso de Efraín Valenzuela, en el disco de Pablo y Lilia Vera. Después llegó Chávez a nuestras vidas y vimos a Silvio acompañarle en su guitarra una declamación de Por aquí pasó del poeta barinés Alberto Arvelo Torrealba.
No habíamos secado las lágrimas por Hebe de Bonafini cuando Pablo nos dice un adiós que duele en la sensibilidad de la memoria, en nuestro cielo de estrellas descolgadas. Se nos ha ido Pablo Milanés. Llora el alma y protesta el corazón de un amante. Su tinta hoy se transforma en luciérnagas que avivan los pentagramas que nos llevan a utopías posibles. Pablo supo encender los corazones e iluminar la existencia de los enamorados.
Hoy me lo imagino preocupado, pensando en El primer amor, pensando en qué pasará Si ella me faltara alguna vez, trazando un plan Para que un día vuelvas, cantándole Yo no te pido que te cuides esa delgadez extrema, solo pido que me mires con esa mirada buena. O concluyendo: Muchas veces te dije que, antes de hacerlo, había que pensarlo muy bien, que a esta unión de nosotros le hacía falta carne y deseo también, que no bastaba que me entendieras y que murieras por mí, que no bastaba que en mis fracasos yo me refugiara en ti. Hoy me lo imagino cantándole a Yolanda, a esa mujer que habita El breve espacio en que no estás. A esa mujer que no comparte una reunión, mas le gusta la canción que comprometa su pensar. A esa mujer que Rompe todos mis esquemas, que no confiesa ni una pena, que no me pide nada a cambio de lo que da. A esa mujer que suele ser violenta y tierna, que no habla de uniones eternas, mas se entrega cual si hubiera sólo un día para amar. Me lo imagino diciéndole: sin ti La vida no vale nada. Mírame bien: tú eres El amor de mi vida, tú eres La novia que nunca tuve. Te quiero porque te quiero, Ámame como soy. Yo sé que un día tú vendrás. Sólo puedo darte este Amor de otoño porque El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, el amor no lo reflejo como ayer. Me lo imagino confesando: La prefiero compartida antes que vaciar mi vida, no es perfecta, mas se acerca a lo que yo simplemente soñé.
Hoy me lo imagino guitarra en mano cantando desde algún lugar de Nuestra América martiana y bolivariana. Buenos días, América. Este canto está dedicado A Salvador Allende en su combate por la vida. Nuestra lucha es por nuestra Identidad, por el Canto de la abuela, por nuestros Orígenes. Cuando no haya posibilidad alguna de que un país nuestro sea gobernado por un títere del imperio, “Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada”. Me lo imagino cantándole al Che: “Si el poeta eres tú, como dijo el poeta y el que ha tumbado estrellas en mil noches de lluvias coloridas eres tú, ¡qué tengo yo que hablarte, comandante!”. Y ya para finalizar el concierto, Pablo le canta a la Patria Grande la Canción por la unidad latinoamericana: “Lo que brilla con luz propia nadie lo puede apagar, su brillo puede alcanzar la oscuridad de otras costas. Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló, Fidel la dignificó para andar por estas tierras”.