“Que sean diálogos públicos, sin especulación. No vamos a estar viéndonos a escondidas. O que ellos estén sacando versiones que no son verdad (…) He aceptado la propuesta del Gobierno de Estados Unidos, durante dos meses continuos, para restablecer las conversaciones y el diálogo directo»,Nicolás Maduro
En noviembre de 2022, recuerdo haber sido consultado sobre la firma del denominado «Acuerdo Social» entre el Gobierno Bolivariano del Presidente Nicolás Maduro y la oposición extremista de la Plataforma Unitaria.
Dicho acuerdo promovía, básicamente, la disposición de hasta 3.200 millones de dólares para la ejecución de diversos proyectos en materia de salud, educación, electrificación, agua; siguiendo en este tránsito las demandas legítimas del pueblo venezolano en cuanto a la necesidad de mejoras sustanciales y palpables en estos aspectos.
Dos pasos eran fundamentales para llevar a cabo este acuerdo, en primer lugar, la aceptación de las diversas agencias de Naciones Unidas para ejecutar los proyectos dispuestos, cosa que fue aceptada en su momento por ambas partes.
El segundo era más importante aún, ya que estos recursos siendo objeto de secuestro por parte del Departamento del Tesoro de EEUU, precisaban su desembolso y envío por parte de las autoridades estadounidenses.
Hasta el sol de hoy, esto no ha sucedido.
Lo anterior lo refiero justo porque, si algo generó en aquel momento ese acuerdo fue expectativas positivas y buen ánimo en la población venezolana; considerando que el mismo tocaba de manera clara puntos que, en efecto, tocan su cotidianidad.
Por ello, al ser entrevistado, valoré como importante aquel paso dado, y sobre todo la voluntad política del gobierno nacional por llegar a acuerdos en la búsqueda de la ejecución de recursos para atender estos temas; en un contexto donde nuestros interlocutores no son de fiar. Desafortunadamente el incumplimiento, por la parte estadounidense, volvió a marcar pauta.
Toda esta introducción es válida porque de nueva cuenta hemos entrado en una nueva fase de diálogo entre el gobierno de EEUU y el gobierno nacional que, de acuerdo a cualquier analista medianamente serio, pasa por la construcción de confianza que sólo pasa por el cumplimiento de cuestiones acordadas, como el Acuerdo Social.
Esta nueva fase tiene, sin embargo, dos variantes importantes que no pueden dejarse de lado.
Por un lado, y a diferencia de otros momentos, se asume públicamente por ambas partes, es decir no hay temor en afirmar que se están encontrando delegaciones de ambos gobiernos para tratar los asuntos de una amplia agenda bilateral que tiene muchos elementos por saldar; después de una fase demencial de imposición existencial de fórmulas de agresión multiforme a la República Bolivariana de Venezuela, en procura de cambiar por vías de fuerza y violatorias de la ley nacional e internacional el régimen político de nuestra Nación.
De hecho, esta fue una de las condiciones clave expuestas por el presidente de la República para llevar a cabo esta nueva ronda de conversaciones directas entre ambos gobiernos. Que, en lo posible, fueran lo más abiertas al público; y con una agenda caracterizada por el respeto y el cumplimiento de los diversos acuerdos aún no cumplidos por la parte estadounidense.
“Que sean diálogos públicos, sin especulación. No vamos a estar viéndonos a escondidas. O que ellos estén sacando versiones que no son verdad (…) He aceptado la propuesta del Gobierno de Estados Unidos, durante dos meses continuos, para restablecer las conversaciones y el diálogo directo«, ha aseverado al respecto el primer mandatario nacional.
Por otro lado, la base de este nuevo proceso, de acuerdo a lo dispuesto por la delegación del Gobierno Bolivariano, es el cumplimiento de los acuerdos firmados entre EEUU y Venezuela en Doha, Capital del Estado de Qatar, y que tiene como uno de los puntos fundamentales el levantamiento definitivo de todas las medidas coercitivas unilaterales impuestas a nuestro país, cuestión a la cual se había comprometido el gobierno de Joe Biden a partir del desarrollo del proceso electoral Presidencial en Venezuela, especialmente la fijación de la fecha de la misma en el segundo semestre de este año.
Con estas dos premisas posicionadas en el contexto del arranque de la campaña electoral en nuestro país, el pasado miércoles se llevó a cabo un encuentro virtual entre delegaciones de ambas naciones.
El resultado de la misma fue valorado por el jefe de la delegación del Gobierno Bolivariano y presidente de la Asamblea Nacional, diputado Jorge Rodríguez, con dos elementos concretos.
El primer punto tiene que ver con la voluntad de ambos gobiernos de trabajar de forma conjunta, para ganar confianza y mejorar las relaciones; mientras que el segundo es mantener las comunicaciones de manera respetuosa y constructiva.
Asimismo afirmó: “El Gobierno Bolivariano insistió en que el diálogo debe limitarse a lo acordado en Qatar”, lo cual tiene que ver con lo visto anteriormente, al tiempo de sumar el rechazo absoluto a cualquier forma de injerencismo en los asuntos internos de la República Bolivariana de Venezuela, al tiempo de establecer convenios entre ambas delegaciones en materia migratoria.
Finalmente, sobre esta reunión virtual, fue rechazada cualquier tergiversación sobre la reunión, con el objetivo plasmado en la recuperación de la confianza mutua y que en las relaciones entre los gobiernos se deben respetar los principios de autodeterminación, soberanía y reciprocidad.
En relación a este punto muchos elementos se han tejido, en un contexto donde resulta destacable que el actual gobierno de EEUU promueva y pida un proceso de diálogo directo con el Gobierno Bolivariano, a poco menos de un mes de la realización de la elección presidencial en Venezuela.
No es de hecho, es estilo de la muy pragmática, doctrinaria y abrasiva diplomacia estadounidense; abrir estos canales de comunicación con un proceso electoral tan cerca.
No faltan quienes han aseverado que esto tiene que ver básicamente con la certeza que tienen en Washington de que la Revolución Bolivariana transitará victoriosa está nueva batalla electoral, por lo tanto adelantan un hecho que parece inevitable por razones que no ahondaremos acá, sino más adelante en la campaña.
Otros han llegado a afirmar que esto se debe a que, desde Washington, están tratando que el evento electoral del 28 de julio ocurra, cuestión que parece carecer de argumentación de fondo si tenemos en cuenta que nadie en ningún momento se ha pasado por la idea de una suspensión del proceso electoral, siendo además este asunto dependiente directamente de la voluntad venezolana y no de ningún gobierno extranjero.
Otros, más fanáticos y menos racionales, han dicho que este proceso se debe básicamente a algún tipo de ultimátum que EEUU le pondría a Venezuela y al Gobierno del presidente Nicolás Maduro. Tal planteamiento resulta absurdo si asistimos a una realidad que muestra el carácter inquebrantable, e imposible de chantajear, del líder de la Revolución Bolivariana, demostrado en varias etapas de la agresión multiforme y salvaje impuesta a la República Bolivariana de Venezuela.
Por otra parte, resulta significativo el hecho de que la oposición extremista de la Plataforma Unitaria quedó al margen de cualquier consideración en este proceso; es decir, los agarraron fuera de base; a pesar de ser el factor que abiertamente respalda el gobierno de EEUU.
No sabemos si esto responde a una estrategia preconcebida desde Washington, o simplemente es la valoración clara de una oposición que no ha logrado sentar bases reales para ser opción de gobierno o Poder en la República Bolivariana de Venezuela, lo cual emplazará a los laboratorios de ideas y operadores políticos estadounidenses, a tener que buscar otros caminos, de los cuales parece que el decidido es dialogar directamente con la Revolución Bolivariana.
Es evidente que para la élite de poder de EEUU resulta muy incómodo y antinatural para su postura doctrinaria, abrir un compás de conversación con la Revolución Bolivariana, a la cual no ha podido derrotar con su guerra de baja y mediana intensidad en todos los órdenes
Tanto es cierto lo último que, por mucho que operadores y propagandistas han intentado posicionar como narrativa, temas como la «transición» o la «alternabilidad», presentados al país como una especie de mantra inevitable, no se compaginan en nada con la realidad nacional cuyo sentimiento de cambio tiene que ver con la situación del país y su situación como individuos o colectivos sociales. La oposición, por lejos, no es garantía de nada de esto y eso sin dudas lo conocen en Washington.
Considerando todo lo anterior, y haciendo un ejercicio analítico, es evidente que para la élite de poder de EEUU resulta muy incómodo y antinatural para su postura doctrinaria, abrir un compás de conversación con la Revolución Bolivariana, a la cual no ha podido derrotar en esta fase abierta de guerra de baja y mediana intensidad en todos los órdenes, faltando sólo en el proceso falsos positivos bélicos, mercenarios a su servicio, o una intervención militar directa, todas con severos costos para un imperio cuya hegemonía ha declinado sin detener su caída.
Por ello, y sin abandonar su objetivo estratégico de sacar al chavismo del Poder y de su capacidad de expresión política, hay intereses concretos en la energía de Venezuela, especialmente sus recursos en oro, petróleo y gas, que mueven los hilos de una necesidad de provisión al punto de regresar al estado de seguridad energética que significa la República Bolivariana de Venezuela para todo el hemisferio occidental, como no lo garantiza ningún otro Estado en esta área del mundo.
Esa necesidad apremiante de recursos y la certeza que sólo el Gobierno Bolivariano garantiza en la actualidad paz y estabilidad en Venezuela, fundamentales para incrementar todo proceso de reactivación de nuestra presencia en el escenario energético mundial, lleva a EEUU a abrir en esta etapa las compuertas de un diálogo difícil y complejo donde el respeto y cumplimiento de lo acordado son claves si de verdad hay voluntad de avanzar. Tal cosa echaría por tierra el argumento de una especie de rendición o capitulación que solo alimenta mentes fanáticas carentes de racionalidad política.
Finalmente, puntos como el del Citgo Petroleum Corporation CITGO resultan claves para saber si existe verdadero respeto en el proceso de diálogo, ya que hasta el momento estamos asistiendo sin tapujos al despojo y robo del principal activo físico y financiero que pertenece no al gobierno, ni al Estado sino a toda la Nación venezolana y que está tasado en 21 mil millones de dólares.
Es muy claro además que la voluntad de hacer avanzar este proceso de diálogo que ha iniciado depende más de los pasos de rectificación de Washington que de las manifestaciones del Gobierno Bolivariano, que siempre se ha empeñado en desarrollar y cumplir con los elementos que se acuerdan en varias etapas de diálogo convocadas por el propio Presidente de la República al punto de fraguar un proceso de Pacificación Nacional sobre el cual de manera estratégica está sentada la actual estabilidad que contextualiza la elección Presidencial del 28 de julio.
Cómo en un momento afirmó el comandante Hugo Chávez: nosotros, de EEUU no pedimos más nada que respeto como país soberano; el mismo respeto que hemos dado siempre a pesar que todas las agresiones que hemos tenido que contener, provenientes de esos factores internacionales de poder, y que el pueblo y la institucionalidad democrática venezolana han sabido derrotar con mucha determinación soberana.
De Washington depende…