El arte de la política es sumamente difícil, y en enorme grado implica una dosis de paciencia que, algunas veces, no viene acompañada de su ejercicio; llevando a quienes participan en ella a cometer errores que, en muchos casos, pueden ser mortales o tener un costo demasiado elevado.
Posiblemente, cuando en América Latina y el mundo se vio en la foto de los presidentes de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, y el de la República Federativa del Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, no pocos reflexionarían lo anterior; especialmente quienes cantaron premeditadamente una victoria colonizadora contra ambas naciones.
La foto de Lula y Maduro fue, en dos platos, la victoria ante toda una política imperial de poner a Venezuela y Brasil a andar al son de los intereses de Washington, y que ha implicado toda clase de maniobras ejecutadas en contra de estos líderes políticos.
Por ello, no es nada casual que Lula expresara, sin tapujos ni cálculos políticos de ningún tipo, que sobre la República Bolivariana de Venezuela se ha construido toda una narrativa para hacer ver que nuestro sistema político es una dictadura; tal vez pensando en la narrativa que a él mismo le construyeron no sólo para tratar de sacarlo del juego político, llevándolo a la cárcel sin razón alguna como el tiempo lo demostró; sino además posicionar obstáculos para que no asumiese, con todos los fueros y en estabilidad, la primera magistratura del gigante amazónico por voluntad de su pueblo; ejercida de manera democrática, transparente y libre.
En este marco, el encuentro entre ambos mandatarios en el Palacio de Planalto en Brasilia sirvió la mesa previa para la Cumbre de Presidentes de América del Sur, ambos elementos con sus pesos específicos y una importancia que no se puede evadir desde el punto de vista estratégico.
Sobre el encuentro entre mandatarios, el propio Lula lo valoró en el siguiente sentido:
«Venezuela siempre ha sido un socio excepcional para Brasil. Pero debido a las contingencias políticas y a los equívocos, el Presidente Maduro pasó ocho años sin venir a Brasil (…) Es un gusto enorme recibirlo aquí otra vez. Un pasado de tantos años interrumpido con un país con el que compartimos una extensa frontera amazónica de 2200 kilómetros. No es una frontera pequeña, posiblemente sea más extensa que la de cualquier país europeo”.
Por su parte, el Primer Mandatario venezolano no se quedó atrás a la hora de caracterizar el momento histórico de dicho encuentro:
«Hoy se abre una nueva época en las relaciones entre nuestros países, entre nuestros pueblos (…) Nosotros estamos preparados. Nuestro pueblo ha pasado momentos muy difíciles, yo le contaba al Presidente Lula en privado y luego en la reunión pública, a Venezuela le lanzaron, con misiles, una guerra: le lanzaron 900 medidas de sanciones económicas. Sancionaron todo lo que era posible sancionar y lo que no era posible también lo sancionaron y Venezuela pasó de un ingreso anual, Lula, de 56 mil millones de dólares por petróleo al año, a un ingreso de 700 millones de dólares al año. Y resistimos con coraje, de pie; pero también con una sonrisa, porque jamás hemos perdido la esperanza de una sociedad mejor, de un mundo mejor; y la resistencia nos llevó al camino de establecer una economía de guerra, un modelo económico de recuperación de guerra y hemos comenzado a transitar el camino del crecimiento económico».
Y es que es indudable que después de la conversión de Brasil, de la mano de Jair Bolsonaro, en uno de los pivotes del ataque constante en contra de Venezuela, que terminó en derrota política; estamos en presencia de una revitalización de las relaciones estratégicas entre estos dos países que debe conducir por la misma autopista que ha llevado a la recuperación progresiva de las relaciones entre Venezuela y Colombia.
Las razones de fondo sobran, pero basta con decir que existe un amplio mapa de cooperación que puede ser retomado en materia de energía, agroalimentaria, política, economía; en un mundo convulso donde las proximidades fronterizas y las posibilidades de desarrollo a partir de la promoción de políticas públicas conjuntas con nuestros vecinos, resultan vitales en momentos donde la lógica de guerra y anomia se presenta por todos lados.
Ello incluye, por ejemplo, el respaldo para la República Bolivariana de Venezuela de los pasos conducentes para poder ser parte íntegra del Grupo de los BRICS, que ya hace rato viene asomando como una verdadera realidad alternativa a las lógicas económicas y financieras tradicionales con EEUU como hegemón y Europa Occidental secundando sus pasos.
Maduro también expresó el esfuerzo del Presidente Lula da Silva para hacer ver la necesidad de construir una nueva etapa de las relaciones suramericanas y latinoamericanas, que necesitan todos los esfuerzos de voluntad política necesarios, tendientes a presentar posturas unidas ante verdaderos desafíos mundiales; no sólo aquellos correspondientes a los anhelos de los pueblos del continente, sino además las amenazas propias, fruto de quienes procuran imponer agendas divorciadas de los problemas regionales; con lo apetitoso que es este territorio por sus recursos y riquezas tangibles e intangibles.
Por estas razones, que implican una Venezuela plenamente inserta en el proceso de reconstrucción regional, uno pudiera afirmar que hubo un primer gol en Brasilia con el encuentro de ambos mandatarios y el relanzamiento de las relaciones entre Venezuela y Brasil.
Al día siguiente sería aún más importante lo observado en la capital brasileña. La Cumbre de Presidentes de Suramérica que albergó a 12 delegaciones en Brasil, no es más que un paso sumamente positivo en la procura de sentar nuevas bases de la época que debemos transitar.
Erróneamente, algunos analistas pretenden asumir dicho proceso como algo que fue alto en expectativas y poco o nada en logros. Es evidente el sesgo de sus análisis y la torpeza de seguir subestimando la capacidad política de construir una voluntad que vaya más allá de grandes manifiestos que terminen en nada.
Nada más balancear la derrota definitiva del nefasto contubernio creado en Lima y la posibilidad de encontrarnos y ponernos metas concretas para rehacer el tejido de unión en instancias sólidas es un paso muy importante que debe ser observado en el mediano y largo plazo.
En el marco de este encuentro fue vital la propuesta del Presidente Lula, pero más aún fue su caracterización de la esencia que llevó a su convocatoria y lo que se ha logrado cuando la región ha avanzado unida en propósitos:
«Lo que nos une hoy en Brasilia es el sentido de urgencia de mirar colectivamente hacia atrás en nuestra región.
Es la determinación de redefinir una visión común y relanzar acciones concretas para el desarrollo sostenible, la paz y el bienestar de nuestras poblaciones.
El 23 de mayo de 2008, cuando constituimos UNASUR (hace exactamente 15 años), aquí en este mismo Palacio de Itamaraty, avanzamos en la institucionalización de nuestra relación con instancias como la Cumbre de Presidentes, el Consejo de Cancilleres, el Parlamento Suramericano y 12 consejos sectoriales para enfrentar nuestros desafíos. Desde hace más de diez años, UNASUR nos ha permitido conocernos mejor.
Consolidamos nuestros lazos a través de un amplio diálogo político que dio cabida a las diferencias y nos permitió identificar denominadores comunes, implementamos iniciativas de cooperación en áreas como salud, infraestructura y defensa. Esta integración también contribuyó a importantes ganancias comerciales.
No resolvimos todos nuestros problemas, pero estuvimos dispuestos a enfrentarlos en lugar de ignorarlos. Y decidimos hacer esto cooperando entre nosotros.
Nuestra América del Sur ya no es sólo una referencia geográfica y se ha convertido en una realidad política.”
Más allá de posiciones disonantes como la de los Presidentes de Chile y Uruguay, tal vez buscando un protagonismo que opaque la verdadera sustancia de este reencuentro, incluso visualizado como un retiro reflexivo de Presidentes de Suramérica, el Documento denominado “Consenso de Brasilia” y sus 9 puntos esquematizan claramente un objetivo que va más allá de un clásico esquema de integración; ya que es evidente la existencia de un contexto regional y mundial muy distintos al que vivimos hace una década atrás.
Cada elemento habla por sí solo:
- Por invitación del presidente de Brasil, los líderes de los países sudamericanos se reunieron en Brasilia, el 30 de mayo de 2023, para intercambiar puntos de vista y perspectivas para la cooperación e integración de Sudamérica.
- Reafirmaron la visión común de que América del Sur constituye una región de paz y cooperación, basada en el diálogo y el respeto a la diversidad de nuestros pueblos, comprometida con la democracia y los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la justicia social, el Estado de derecho y la estabilidad institucional, la defensa de la soberanía y la no injerencia en asuntos internos.
- Coincidieron en que el mundo se enfrenta a múltiples retos en un escenario de crisis climática, amenazas a la paz y a la seguridad internacional, presiones sobre las cadenas de alimentos y energía, riesgos de nuevas pandemias, aumento de desigualdades sociales y amenazas a la estabilidad institucional y democrática.
- Concordaron en que la integración regional debe ser parte de las soluciones para afrontar los desafíos compartidos en la construcción de un mundo pacifico; el fortalecimiento de la democracia; la promoción del desarrollo económico y social, la lucha contra la pobreza, el hambre y todas las formas de desigualdad y discriminación; la promoción de la igualdad de género; la gestión ordenada, segura y regular de migraciones; el enfrentamiento al cambio climático, incluso por medio de mecanismos innovadores de financiamiento de la acción climática; entre los cuales podría considerarse el canje, por parte de países desarrollados, de deuda por acción climática, la promoción de la transición ecológica y energética a partir de energías limpias, el fortalecimiento de las capacidades sanitarias, y el combate al crimen organizado transnacional.
- Se comprometieron a trabajar por el incremento del comercio y de las inversiones entre los países de la región; la mejora de la infraestructura y logística; el fortalecimiento de las cadenas de valor regionales; la aplicación de medidas de facilitación del comercio e integración financiera; la superación de las asimetrías; la eliminación de medidas unilaterales; y el acceso a los mercados por medio de la red de acuerdos de complementación económica, incluso en el marco de la ALADI, teniendo como meta una efectiva área de libre comercio sudamericana.
- Reconocieron la importancia de mantener el diálogo regular, con miras a impulsar el proceso de integración en América del Sur y proyectar la voz de la región en el mundo.
- Decidieron establecer un grupo de contacto, encabezado por los Cancilleres, para evaluación de las experiencias de los mecanismos sudamericanos de integración y la elaboración de una hoja de ruta para la integración de América del Sur; a ser sometida a la consideración de los Jefes de Estado.
- Acordaron promover, desde ahora, iniciativas de cooperación sudamericana, bajo un enfoque social y de género, en áreas que atañen a las necesidades inmediatas de los ciudadanos; en particular de las personas en situación de vulnerabilidad, incluyendo a los pueblos indígenas, tales como salud, seguridad alimentaria, sistemas alimentarios basados en la agricultura tradicional, medio ambiente, recursos hídricos, desastres naturales, infraestructura y logística, interconexión energética y energías limpias, transformación digital, defensa, seguridad e integración de fronteras, combate al crimen transnacional organizado y ciberseguridad.
- Acordaron volver a reunirse, en fecha y lugar a ser determinados, para repasar el curso de las iniciativas de cooperación sudamericana y determinar los próximos pasos a tomarse.
Este segundo gol sin duda será atacado, a sabiendas que el liderazgo de la República Federativa del Brasil se pone a la cabeza de una Suramérica de la cual se vio aislada con el extremismo gobernando en Planalto, pero que retoma la construcción de una voluntad política propia de una subregión que precisa urgentemente instancias de discusión de los problemas sentidos de los pueblos, sacando del camino las chatarras ideologizantes que pongan obstáculos irrespetuosos a un diálogo multilateral.
Ha sido un éxito en dos momentos y la posibilidad real de una nueva época no sólo en el discurso sino en la fuerza de los hechos.