El nazifascismo se fundó en una ensalada ideológica que privilegió el nacionalismo, el chouvinismo, el militarismo, el bonapartismo, el totalitarismo, el vanguardismo burgués y hasta el racismo genocida
Por: Luis Delgado Arria
El conservadurismo político y los fetichismos teológicos e ideológicos, son cadáveres insepultos. Distinguir lo que pervive o el remanente de lo novedoso o hibridado del presente constituye un gran desafío con visos dramáticos. En dos cuartillas intentaremos esbozar algunas precisiones semánticas entre el fascismo de entreguerras occidental, del siglo XX, el neofascismo, de finales del XX e inicios del XXI, y lo que aventuramos como un desconcertante y novedoso fascismo pentagonizado aplicado contra el pueblo y el gobierno de Venezuela, particularmente, durante esta última década.
1. Desde un abordaje histórico el fascismo surge en Europa en las décadas de 1920 y 1930, con particularismos emblemáticos durante el régimen de Mussolini en Italia y el nazismo en Alemania. El neofascismo emerge a finales del siglo XX e inicios del XXI, en respuesta a la globalización y luego al movimiento acelerado de la desglobalización de los mercados, los capitales, las mercancías, fenómenos concomitantes con los flujos inducidos y masivos de pobreza y miseria, drogadicción y armamentismo desbocado, inmigración y desplazamientos, «revoluciones de colores» y caotización/ balcanización de gran parte de los Estados-nacionales.
2. En lo que respecta al contexto ideológico, el nazifascismo se fundó en una ensalada ideológica que privilegió el nacionalismo, el chouvinismo, el militarismo, el bonapartismo, el totalitarismo, el vanguardismo burgués y hasta el racismo genocida. Los brotes neonazifascistas o “neonazifascistoides”, de fines del siglo XX e inicios del XXI, tienden a ser más eclécticos, incorporando de forma oportunista elementos populistas, histriónicos de marketing, antifeministas e hipernacionalistas.
3.En lo relativo a la estructura organizativa, el nazifascismo de entreguerras se caracterizó por instigar facciones, movimientos y partidos políticos organizados y muy jerárquicos, concretado en el Partido Nacional Fascista que instauró a la postre el III Reich. El neonazifascismo, en cambio, se expresó mediante movimientos más dispersos y tácticos y menos estructurados, valiéndose de redes sociales, inteligencia artificial, algoritmos, narrativas grises, grupos informales y escuadrones para el sabotaje y la muerte integrados por paramilitares, mercenarios, jóvenes y hasta niños reclutados en barriadas muy pobres.
4. En lo relativo a la relación con el Estado, el nazifascismo histórico aspiró garantizar un control absoluto del propio Estado y su expansionismo hacia Estados vecinos, asumiendo, incluso, explícitamente la necesidad de la eliminación física; verbigracia, con la propuesta denominada “solución final”, de la oposición política, donde reducen al “otro” a la categoría de enemigo a muerte, peste humana, subespecie, piojo subhumano, rata con cuerpo humanoide, etc. El neonazifascismo, en cambio, ha logrado inocularse y operar desde dentro de los sistemas democráticos burgueses, al buscar influir —y subvertir— el espectro político y la soberanía desde dentro y a menudo desafiando las instituciones democráticas y representativas existentes con miras a imponer mediante el uso de organismos de inteligencia los intereses de las grandes trasnacionales industriales/armamentísticas/culturales/ comunicacionales occidentales.
5. En lo que respecta al empleo de la violencia, en el nazifascismo es institucionalizada y sistemática, como eje vertebral de la política del Estado. A diferencia, el neofascismo aunque puede y suele promover la violencia extremista, a menudo se disfraza de resistencia legal y legítima a la violencia del «otro», utilizando tácticas de guerrilla urbana, guerra de sanciones, guerra psicológica, guerra cognitiva y ciberactivismo.
6. Respecto del empleo de la retórica y propaganda, generalmente, el nazifascismo apela a la grandilocuencia propagandística, categórica y mitológica, glorificando como utopía futura un retorno casi que mágicoreligioso a una pretérita era dorada de la nación. En el neonazifascismo observamos una glorificación acrítica de un líder presentado como redentor del orden social, así como diestro capataz y administrador de las potencialidades de cada país para alinearse y beneficiarse del próspero e inescapable sistema capitalista neoliberal occidental. Además, se apoya en discursos populistas, simplistas y, a menudo, antiintelectualistas, apelando con maestría a un rico arsenal de disonancias cognitivas, distorsiones cognitivas e ideológicas, miedos arraigados y nuevos pánicos contemporáneos creados al interno de un sistema capitalista, meticulosamente hecho para que todos los que aprovechen sus talentos y oportunidades fácilmente triunfen y hagan realidad su American Dream o su European Dream.
7. En lo relativo a sus posiciones sobre la mundialización o globalización de la economía y el comercio, el nazifascismo de entreguerras fue ambiguo. Defendió e impuso políticas fundamentalmente nacionalistas y proteccionistas pero también pactó con grandes trasnacionales industriales y con la banca de su época. El hoy etiquetado neofascismo (Trump), es abiertamente defensor de políticas antiglobalización, al criticar el libre mercado, el libre comercio y la inmigración ilegal.
8. En lo que respecta a su relación con la democracia, el nazifascismo de entreguerras suprimió todas las instituciones y prácticas democráticas, instaurando un régimen de Estado totalitario que en aras de una supuesta narrativa épica de retaliación, salvación y restauración de la grandeza, impulsó a que las naciones alineadas a ese orden vulneraran todos los derechos humanos, civiles, políticos, individuales y sociales. El hoy llamado neonazifascismo “postmo”, representados, entre tantos, por: Uribe, Santos, Micheletti, Moreno, Macri, Bukele, Milei, Bolsonaro. Y en Venezuela por: Borges, Capriles, López, Guaidó, Machado, González Urrutia, etcétera, demostró una disposición farisea y oportunista a participar, formalmente, en procesos electorales e instituciones democráticas, pero siempre procurando subvertir y desmantelar la democracia, la soberanía nacional y la fraternidad regional desde dentro. Como su proyecto de fondo consiste en desestabilizar y recolonizar a la región y a cada país, al punto de forzar caídas en calidad de Estados fallidos o Estados canallas (verbigracia, las únicas elecciones que reconocieron fueron, precisamente, aquellas en que obtuvieron victorias). Por ello, para su proyecto entreguista recolonizador, sería un contrasentido esperar que los neonazifascistas postmodernos reconozcan ni un sólo fracaso electoral relevante.
9. En el ámbito de la identidad cultural y étnica el fascismo de entreguerras postuló una identidad nacional, fundamentalmente, supremacista, racista y homogénea; por lo general, excluyendo, persiguiendo y practicando desapariciones selectivas, matanzas e incluso genocidios contra minorías étnicas, políticas, religiosas y de género. El neonazifascismo postmoderno pro occidental, pese a ser también de raigambre clasista y racista, sexista y xenófobo a morir, suele centrarse en la identidad de clase y étnica, a menudo con un enfoque racial en el marco de la «superioridad manifiesta», una cacareada «pureza» cultural y una aporofobia disfrazadas bajo el manto mítico/ideológico del desarrollo y el progreso.
El fascismo de entreguerras postuló una identidad nacional, fundamentalmente, supremacista, racista y homogénea; por lo general, excluyendo, persiguiendo y practicando desapariciones selectivas, matanzas e incluso genocidios contra minorías étnicas, políticas, religiosas y de género
10. Respecto de su reacción a las crisis sociales, el fascismo de entreguerras surge en contextos de una honda crisis económica y social para las cuales propone soluciones radicales soportadas en una concepción mitológica y teológica salvífica y un revanchismo étnico de chivoexpiación en judíos, comunistas, gitanos y homosexuales. El neonazifascismo más gaseoso que líquido, también surge en un clima de grave crisis socioeconómica, pero capitalizando el amor o el miedo acrítico a la inmigración y la pérdida de identidad cultural y de clase en un mundo «felizmente» globalizado. Con todo este nuevo desarrollo de punta para desclasar y balcanizar; verbigracia, Occidente no sólo alienó, desclasó y desplazó a varios millones de venezolanos sino que le arrebató al país más de 830 mil millones de dólares, una montaña de divisas que si las quisiéramos depositar en billetes de 100 dólares en una estructura construida, sólo cabrían en la gran pirámide de Keops.