Que en apenas unos meses el presidente brasileño haya cambiado radicalmente de opinión desde mayo, cuando declaró sus buenos oficios para la entrada de Venezuela en los BRICS, hasta octubre, cuando su portavoz, Celso Amorim, expresó su oposición, ha suscitado interrogantes y críticas
«No estoy de acuerdo con las posiciones del presidente brasileño, con quien también tengo excelentes relaciones –dijo Vladimir Putin- y no comparto sus opiniones sobre Venezuela«. Así, al final de la cumbre de los países BRICS que concluyó en Kazán, el presidente ruso, que ejerce la presidencia pro tempore del organismo, comentó el obstruccionismo llevado a cabo por su homólogo brasileño, Lula Da Silva, quién bloqueó el ingreso de Venezuela a los BRICS.
El organismo multilateral, explicó Putin, toma sus decisiones por consenso de todos los miembros fundadores, quienes determinaron su sigla inicial BRIC (Brasil, Rusia, India; a la que pronto se añadió la S de Sudáfrica). Y la oposición a una ampliación mayor del bloque para incluir a otro calificado exponente latinoamericano, -también posible gracias a la retirada de Argentina, que ha vuelto a la derecha con Javier Milei- provino precisamente de Brasil.
El gobierno bolivariano tiene que lidiar con las controversias postelectorales en las que está involucrado Brasil. Por el contrario, el presidente ruso no dejó lugar a dudas sobre su apoyo a Venezuela, bromeando sobre el líder opositor que, «alzando los ojos al cielo», salió a la calle para declarar que era el ganador de las elecciones presidenciales del 28 de julio. Putin afirmó haber hablado de esto con funcionarios del gobierno estadounidense, quienes mostraron una sonrisa engreída, pero nada más. Por lo demás, silencio.
Cualquiera, dijo Putin, puede poner los ojos en blanco y además declarar que es el Papa, pero eso no cambia la verdad de los hechos, es decir, la legitimidad y transparencia de la victoria electoral de Nicolás Maduro, que Rusia reconoce y apoya.
Que en apenas unos meses el presidente brasileño haya cambiado radicalmente de opinión desde mayo, cuando declaró sus buenos oficios para la entrada de Venezuela en los BRICS, hasta octubre, cuando su portavoz, Celso Amorim, expresó su oposición, ha suscitado interrogantes y críticas, más aún teniendo en cuenta la colaboración activa entre organizaciones populares brasileñas, en primer lugar el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) que, con uno de sus exponentes históricos, Joao Pedro Stedile, está llevando a cabo importantes proyectos de intercambio a nivel agrícola y productivo en Venezuela.
Hay quienes han puesto de relieve el «egocentrismo» de Lula y la intención de Brasil de afirmarse como el único centro importante del continente latinoamericano, en el cruce entre el norte y el sur del mundo. Hay quienes recordaron toda la timidez expresada durante los gobiernos de Lula y las promesas incumplidas. Brasil, el quinto Estado más grande del mundo, asumió en 2024 tanto la presidencia pro témpore anual del G20 como la del Mercosur, organismo que negocia un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, y que Lula quiere firmar antes de finalizar 2024. Más bien débil en su país, tanto por la fuerza de la derecha como por la fragmentación del marco institucional, el mandatario brasilero pretende mantener un perfil internacional, posicionándose como «árbitro» y punto de mediación.
Ahora, el golpe bajo asestado el gobierno de Brasil, le ha devuelto fuerza a la extrema derecha en el exterior que, desde Madrid, aprovecha la influencia adquirida en el seno de la Unión Europea para relanzar el mantra de la «transición», antes de que Maduro asuma el cargo de presidente para su tercer mandato el 10 de enero de 2025.
Brasilia, por su parte, alegó que la decisión no se debió a razones políticas, sino a un «quiebre de confianza» con el gobierno de Nicolás Maduro tras las elecciones venezolanas del 28 de julio de 2024. Varios analistas han señalado, sin embargo, la actitud muy diferente adoptada por el gobierno bolivariano ante las acusaciones de fraude lanzadas por Bolsonaro durante la última victoria electoral de Lula, y la ausencia de cualquier presunción o injerencia por parte de Venezuela.
“Estamos del lado correcto de la historia”, dijo el mandatario venezolano a su regreso al país. Durante el programa Con Maduro+, el presidente hizo un balance de su participación en la Cumbre de Kazán, del veto de Brasil al ingreso de Venezuela y la disposición del Gobierno Nacional de mantener el trabajo dentro del Bloque porque “desde hace 200 años somos de ese grupo de países que buscan un mundo mejor” y porque se garantiza un proyecto alternativo para la humanidad con bases económicas muy firmes. “Ya nadie quiere el abuso como uso cotidiano, nadie quiere el hegemonismo”, dijo, subrayando que Venezuela pertenece por naturaleza a un nuevo mundo pluripolar. Explicó que, al último minuto,hubo el veto de un funcionario bolsonarista brasileño al ingreso de Venezuela en los BRICS. Aclaró que el canciller de Brasil, Mauro Vieira, personalmente le dijo que no vetaría a Venezuela, sin embargo, Eduardo Paes Saboia, “conocido por ser un intransigente fascista”, fue quien habló a nombre de Brasil para establecer ante la mesa de negociación, “que su gobierno vetaba el ingreso de Venezuela como socio BRICS” y ejerció un poder de veto verdaderamente inmoral e inexplicable; absolutamente negado a los principios que conocemos, “los cuales ha defendido el presidente Lula da Silva durante años”. El presidente Maduro, aseveró que “Itamaraty es un poder dentro del poder en Brasil, una Cancillería muy vinculada al Departamento de Estado de los Estados Unidos”.
“Itamaraty es un poder dentro del poder en Brasil, una Cancillería muy vinculada al Departamento de Estado de los Estados Unidos”
Nicolás Maduro se sumó a la delegación de su país que lo precedió en la cumbre de Kazán, y que ya había firmado importantes acuerdos comerciales. Entre ellos, el acuerdo entre la televisión nacional venezolana y la de los BRICS, ya que la lucha contra los latifundios mediáticos y la censura impuesta por los Estados Unidos de América (EUA) y sus plataformas, es una batalla común en todo el Sur global. El mandatario venezolano se reunió con su homólogo ruso, Vladimir Putin, y otros jefes de Estado que sufren ataques a su soberanía, y que tienen interés en construir un espacio no subordinado a los dictados del imperialismo estadounidense.
Hay muchos aspectos en que centrarse con respecto a la cumbre de los Brics, pero se puede decir que uno los resume a todos: el cuestionamiento general del dominio del «primer mundo» por parte de lo que alguna vez fue considerado el «tercer mundo», y que ahora se denomina «Sur Global». Y sí, es una buena práctica, dada la complejidad de la dinámica planetaria en curso, no tomar «la parte por el todo», dando por sentadas las tendencias y proyecciones, de la declaración de 134 puntos y 43 páginas, aprobada al concluir la la cumbre y titulada “Fortalecimiento del multilateralismo para un desarrollo y una seguridad globales justos”, es claro el alcance que está adquiriendo la nueva alianza a nivel global.
La declaración se centra en tres ejes principales: crear un orden mundial más justo y democrático, mejorar la cooperación para la estabilidad y la seguridad mundiales y regionales, fomentar la cooperación económica y financiera, fortalecer intercambios entre los pueblos para el desarrollo social y económico. Objetivos que implican un cambio de rumbo respecto a los acuerdos de Bretton Woods (por tanto, una modificación de la arquitectura financiera internacional establecida al final de la Segunda Guerra Mundial e impuesta por EUA) y entonces la implementación de normas más representativas de los intereses de los países en desarrollo; el rechazo de las medidas “proteccionistas unilaterales, punitivas y discriminatorias” relacionadas con el cambio climático, y el apoyo a una transformación completa de las Naciones Unidas (incluido el Consejo de Seguridad) para que se adapte a los tiempos, como llevan años pidiendo los países del Sur.
Nacidos en 2009 como BRIC (Brasil, Rusia, India, y China), los cuatro grandes países añadieron la S a la sigla, por la entrada de Sudáfrica a la alianza. Y este año, cuando la presidencia pro tempore del organismo recae en Rusia, se han convertido en BRICS+ con la entrada de otros cinco países: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Irán, y Etiopía. Si consideramos que, de 59 países que habían solicitado su adhesión, y que provienen de Asia, África, América Latina y también de Europa del Este (Serbia), solo 13 han entrado como socios; -entre otros Indonesia, Vietnam y Bielorrusia- entendemos que el impacto del organismo traspasará los equilibrios globales, además de que Turquía, miembro de la OTAN que aspira a unirse a la UE, también se ha unido como socio de los BRICS+. Por América Latina, no entraron Venezuela ni Nicaragua, pero fueron recibidos como asociados Cuba y Bolivia, países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), fundada por Cuba y Venezuela en oposición al entonces proyecto neoliberal estadounidense, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA ). Bolivia, Cuba, Nicaragua, y Venezuela, cuyos gobiernos sobrevivieron al «pico» imperialista que empujó a otros países miembros a girar hacia la derecha, tienen una orientación común tanto en términos de integración regional (económico-financiera, política y social) como de integración ideológica y de perspectiva.
En los últimos años, durante la fuerte ola de gobiernos socialistas y progresistas, tanto la propuesta de una moneda única, el Sucre, como la de una nueva arquitectura financiera, capaz de articular propuestas alternativas y escapar de la trampa de la deuda internacional, y también la de la evasión fiscal que se produce en los paraísos fiscales; se encontraban en una etapa avanzada. Lo que queda de la Alba, por tanto, molesta a los gobiernos más moderados, mientras que otros que antes formaban parte del bloque regional, como Ecuador, han vuelto ahora al servicio de EUA; y la Argentina de Milei se retiró de los BRICS, donde fue admitida cuando el progresista Alberto Fernández estaba en el gobierno.
Por supuesto, las naciones occidentales controlan importantes organismos internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, que prestan dinero a los países, vinculándolos a nefastos «planes de ajuste estructural». Y, según datos del Banco Mundial, -aunque ha disminuido en comparación con años anteriores- el PIB combinado de las principales economías todavía representa al menos el 46% de todo el PIB mundial. Además, es necesario considerar el diferente desarrollo de las economías emergentes individuales que forman parte de los BRICS, las rivalidades comerciales y las diferencias en la orientación política en las relaciones internacionales con las organizaciones occidentales por parte de los estados individuales. Lo hemos visto en esta ocasión con la exclusión de Venezuela y de Nicaragua.
«Elegimos nuestros caminos de desarrollo independientes, defendemos conjuntamente nuestro derecho al desarrollo y marchamos al unísono hacia la modernización«, afirmó el presidente chino, Xi Jinping. Como atestiguan los documentos de refundación de la OTAN y como ocurre en los planes de cerco geopolítico en marcha a nivel global, China es el obstáculo principal a la búsqueda de dominación de un imperialismo en crisis de hegemonía, y Rusia es la pieza que lo precede. Por ello, los BRICS expresaron preocupación por los conflictos en diferentes regiones del mundo y prometieron comprometerse con una solución pacífica y con la eliminación de las causas que los producen. Con respecto a Oriente Medio, han apoyado el pleno reconocimiento de Palestina en la ONU y piden un alto el fuego inmediato en Gaza.
A pesar de los obstáculos a superar, no hay duda de que el potencial combinado, en términos económicos y geopolíticos, deja clara la crisis de hegemonía estadounidense a nivel global. Mientras tanto, porque los nuevos entrantes de 2024 han añadido otros 3 billones al PIB de los Brics, elevando la cifra global a casi 30 billones de dólares, pero también porque la perspectiva de que el dólar ya no sea la principal moneda comercial en el mundo, como se considera, la más sólida y confiable.
La imagen del presidente ruso Vladimir Putin recibiendo el nuevo billete de los BRICS, ha dado la vuelta al mundo. La introducción de una moneda conjunta fue debatida por los países miembros de los BRICS ya en agosto del año pasado, durante la cumbre en Johannesburgo, Sudáfrica. Sin embargo, Putin dijo que la introducción de la moneda de los BRICS aún no se ha planteado, ya que la organización tiene que actuar gradualmente. «En estos momentos, estamos estudiando las posibilidades de ampliar el uso de las monedas nacionales y de crear herramientas que hagan segura esa labor«, afirmó el presidente ruso.
La acción de los Brics, que se han manifestado enérgicamente contra las medidas coercitivas unilaterales, está haciendo perder fuerza a este mecanismo perverso, utilizado como arma de guerra para imponerles gobiernos agradables a los Estados Unidos a los pueblos que no se someten. Hoy en día, se estima que más de un tercio de la población mundial sufre la imposición de medidas coercitivas unilaterales e ilegales, y que éstas provienen principalmente de los EUA (entre el 40 y el 50%), la UE (entre el 25 y el 30%); y del Reino Unido (entre el 5 y el 10%). La desdolarización del comercio internacional y el abandono de las plataformas occidentales de cambio de divisas, empezando por la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales (SWIFT), efectivamente puestas en marcha por Rusia, están privando a los EUA y a sus aliados de un poderoso medio de presión: que, como muestran los datos, también resultó en un boomerang para las propias economías capitalistas occidentales, empezando por las europeas.