Para el sacerdote jesuita Ignacio Ellacuría, los terroristas “han organizado sus vidas en torno a valores inhumanos”
En la última semana de agosto de 2024, bajó la tensión política en Venezuela, aunque en las redes infoelectrónicas continúa la campaña neofascista, disfrazada de las palabras libertad y fe. Pero entendamos que lo único que disminuyó fue la tensión, porque la agresión se mantiene a través de la guerra cognitiva. Este tipo de conflagración no convencional y sin reglas, cuyo escenario se disputa en la mente de cada individuo, tiene como objetivo destruir los valores y programar a la humanidad para el odio. La guerra cognitiva es llamada de sexta generación. La quinta fue la guerra cibernética, la cuarta la aeroespacial, la tercera la aérea, la segunda la naval y la primera la terrestre.
El 9 de noviembre de 2017, Sean Parker escribió en su cuenta de Facebook, red infoelectrónica de la que es cofundador: “Sólo Dios sabe qué le está haciendo esto al cerebro de nuestros hijos”. Este tipo de guerra maneja el sesgo cognitivo como fenómeno estudiado en psicología social, que hace referencia a la tendencia sistemática de pensar de manera distorsionada, debido a la interpretación sesgada de la información disponible. Si la guerra cognitiva es el revólver, las redes infoelectrónicas son las balas.
El proceso de pensamiento que se llevó a cabo para crear estas municiones se centró, explica Parker, en la pregunta: “¿Cómo consumen los usuarios la mayor parte posible de su tiempo y cómo es la atención consciente?”. Parker responde: “Esto significa que necesitamos darle una pequeña dosis de dopamina de vez en cuando” a quienes dicen “me gusta”. Después de este, vendrán muchos más. Se trata, expone Parker, de “un ciclo de retroalimentación de validación social… exactamente el tipo de cosa que un hacker podría idear porque está explotando una vulnerabilidad en la psicología humana”.
Gracias a un patriota cooperante, supimos de las acciones de María Corina Machado Parisca, el mismo día de las elecciones presidenciales, del 28 de julio de 2024: “Yo sabía que íbamos a perder porque esa chusma, de más de 5 millones, apoya al “piazo e’autobusero” y para colmo el sistema electoral está blindado (antes era mejor porque acta mataba votos). El plan era hacerle ver a nuestra gente que estábamos ganando, después de que Elvis Amoroso anunciara los resultados cantar fraude, luego cacerolear, echar tiros, “guarimbear”, incendiar centros de salud, guarderías, sedes del Psuv, instituciones del gobierno, quemar negros chavistas, tumbar estatuas de Chávez, poner guayas para degollar a motorizados. Ya contraté varios comanditos (pranes, malandros, azotes de barrios, narcotraficantes). Hay que sembrar el caos. La CIA, Biden, Milei y Netanyahu me apoyan. Recuerden que cuento con mis amigos Elon Musk y Mark Zuckerberg expertos en guerra cognitiva”. Mientras ella vociferaba, el candidato derrotado, Edmundo González Urrutia, permanecía callado, su rostro mostraba signos de fatiga.
Siguiendo órdenes de la Iron Lady, como llama la revista Times a la señora Machado, los terroristas salieron a llevar adelante sus fechorías, entre tantas destruyeron dos estatuas que forman parte de la simbología espiritual del pueblo: el indio Coromoto y José Gregorio Hernández.
Para el sacerdote jesuita Ignacio Martín-Baró, la agresión es aquel “instinto que lleva al hombre como animal a combatir contra los miembros de su misma especie”. Para el padre de la psicología de la liberación, “la fuerza instintiva de la agresión opera según un modelo de tipo hidráulico: la energía instintiva se va acumulando y va produciendo un estado tensional que, ante los estímulos adecuados (estímulos desencadenantes), hace posible el comportamiento agresivo”.
Para el sacerdote jesuita Ignacio Ellacuría, los terroristas “han organizado sus vidas en torno a valores inhumanos”. Para el entonces rector de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, el sistema civilizatorio occidental “se sustenta sobre unos pocos que manejan la mayoría de los recursos, mientras que la gran mayoría ni siquiera puede cubrir sus necesidades básicas”. Por tal razón, Ellacuría propone como “crucial definir un sistema de valores y una norma de vida que tenga en cuenta a todo ser humano”.
Las vidas de estos dos españoles de nacimiento, pero salvadoreños por nacionalización, fueron cercenadas el 16 de noviembre de 1989. Entre 1981 y 1983, González Urrutia se desempeñó como primer secretario de la embajada venezolana en San Salvador. Desde allí, junto a Leopoldo Castillo, colaboró en el entrenamiento de estos terroristas.
Hagamos un ejercicio: disminuyamos el tiempo de uso de las redes infoelectrónicas. Leamos libros de papel. Hagamos ejercicios físicos. Resolvamos problemas matemáticos. Conversemos con nuestros amigos. Cantemos en coro. Comamos en familia. Hagamos más humana la humanidad.