Por: José Garcés
La ultraderecha propuso como estrategia general incorporar a Venezuela en las filas del neofascismo. Este propósito ambicionaron concretarlo, inmediatamente después de las elecciones del 28 de julio a través de un golpe de Estado fallido bajo la racionalidad de la guerra híbrida. En este contexto, sofisticaron sus objetivos dándole preponderancia a la guerra cognitiva.
Al respecto, creemos que la forma de lucha de algunos movimientos progresistas, otrora publicitada por los zapatistas, fue copiada, asimilada y, ante todo, pervertida por la derecha, de manera que en lo inmediato quisieron “cambiar el mundo sin tomar el poder”. Por ende, profundizaron la guerra de baja intensidad.
Entre tantas aristas, emprendieron la estructuración de un antipoder. John Holloway refirió que el antipoder es un concepto más radical que el contrapoder, ya que se propone la disolución total de las relaciones sociales, jurídicas y políticas. Este argumenta que la idea de tomar el poder para abolirlo es una ilusión, y aboga por una revolución que no busque conquistar el poder del Estado, sino que aspire a desmantelar completamente sus estructuras. Además explica, expresamente, que “el antipoder se presenta como una forma de empoderamiento social que busca reemplazar las relaciones de dominación con nuevas formas de organización social que no estén basadas en el poder sobre otros. En ese sentido, el antipoder se entiende como un proceso de liberación que trasciende las dinámicas de poder tradicionales y se enfoca en la creación de un tejido social donde las relaciones de poder sean un recuerdo del pasado”. De manera que la construcción de un antipoder era una estrategia que favorecería a las clases populares. Sin embargo, la derecha vio una veta de oro en esa mina y retorció los objetivos del antipoder para ellos apropiarse las estrategias de lucha de los pueblos. En resumen, mientras que el contrapoder busca confrontar y equilibrar el poder existente, el antipoder busca su completa disolución y la construcción de nuevas formas de relacionamiento social.
En relación con lo expuesto, en definitivas cuentas, la derecha se planteó la construcción de un antipoder a favor de los intereses del capitalismo financiero. Esta tesis, puede tener consonancia con la tesis “libertaria” promotora del individualismo, egoísmo y la competencia, distintivos del “hombre que vendrá”, intrépido y cruel, y todo esto enmarcado en las nuevas relaciones de producción lideradas por el tecnofeudalismo.
En suma, los hechos acaecidos, un día después de las elecciones presidenciales en Venezuela, exacerbaron el componente emocional de la guerra cognitiva. Así, crearon el caldo de cultivo para una conmoción general a través de un sesgo cognitivo que impulsara el quiebre de las relaciones sociales con el fin último de deslegitimar el Estado.