Más allá de las diferencias entre derecha, ultraderecha y populismo de derecha tienen en común la subordinación total al imperialismo, el desprecio al Estado interventor, la creación de falsas narrativas de odio hacia referentes políticos y partidos que representan los intereses de las grandes mayorías
Por: Graciela Ramírez
Palabras como patria, libertad y civilización saltan como conejos en todos sus discursos, en todos sus artículos periodísticos. Pero para ellos la patria es una plaza fuerte destinada por definición a menospreciar y a amenazar a cualquier otra patria que no esté dispuesta a marchar a su lado en el desfile de los pasos de ganso
Julio Cortázar
La derecha y la ultraderecha escalan posiciones en América Latina y Europa. Mauricio Macri en Argentina (2015-2019), Donald Trump en Estados Unidos (2017-2021); golpe de Estado en Bolivia (2019); Jair Bolsonaro en Brasil (2019-2022), Lacalle Pou en Uruguay (2020); Giorgia Meloni en Italia (2022), Javier Milei en Argentina (diciembre, 2023); Ecuador con su tríada Lenin Moreno-Guillermo Lasso-Daniel Noboa (2017-2024). Intento de golpe en Bolivia y Venezuela (2024). Partidos como Vox en España liderado por Santiago Abascal (fundado en el 2013), formó parte, en julio del 2024, de la más reciente expresión de la ultraderecha, en el marco de la Décima Legislatura del Parlamento Europeo, anunciada en conferencia de prensa, el 30 de junio de 2024, por el primer ministro húngaro Víktor Orbán, el exprimer ministro checo Andrej Babis, el exministro de Interior de Austria Herbert Kickl y el eurodiputado Harald Vilimsky, liderados por quien el diario El País consideró como los políticos más influyentes e importantes para respaldar a Abascal y al exministro de Interior de Italia Matteo Salvini.
Más allá de las diferencias entre derecha, ultraderecha y populismo de derecha tienen en común la subordinación total al imperialismo, el desprecio al Estado interventor, la creación de falsas narrativas de odio hacia referentes políticos y partidos que representan los intereses de las grandes mayorías, a objeto de estigmatizarlos, acusar a sus dirigencias de corrupción, fabricar juicios que los invaliden y neutralicen políticamente o cooptarlos como el Pacto de la Concertación en Chile que aún mantiene vigente la Constitución de Augusto Pinochet.
Los medios, constituidos en verdaderos monopolios de la comunicación, se unifican bajo el poderoso dominio de Estados Unidos y la Unión Europea; a través de ellos, desfilan los objetivos de la industria armamentista, el Comando Sur y la OTAN. El sionismo escala posiciones de tal envergadura que las editoriales de medios que en el siglo pasado “defendieron” la libertad de prensa como el New York Times, vetan ahora la palabra genocidio en relación a los crímenes atroces del ocupante Israel en Palestina, además de combatientes o resistencia cuando se refieren a la respuesta de las milicias heroicas en Gaza.
En todos los idiomas y sus formas, la prensa plana y digital y las redes sociales con su boom desde el año 2012, actúan como ejército para “bombardear”, sistemáticamente, con millones de “misiles” de mentiras y calumnias, cualquier atisbo de pensamiento crítico. Dividen hasta lograr que grandes sectores de la población, afectados por la imposibilidad de satisfacer sus demandas durante los gobiernos populares, en los que confiaron —anestesiados por esa propaganda, supuestamente, antisistema, secuestrada su capacidad elemental de pensar, apropiándose hasta del lenguaje para arrancar y subvertir lo que Julio Cortázar llamaba palabras cumbres como libertad, patria o derechos humanos— los encumbren; de esta manera, lograron en el terreno electoral, captar el descontento de grandes sectores de la juventud, la clase media y los desclasados que eligieron en las urnas a sus asesinos. Validados por el caudal de votos obtenidos, con millones de dólares en propaganda hueca, ausencia de argumentos y un porcentaje superlativo de insultos, comienzan a gobernar de verdad. La entrega del país pactada de antemano con Estados Unidos y la Unión Europea es lo primero, junto al desmantelamiento del Estado, el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad para reprimir a los trabajadores y los sectores vulnerables que saldrán, indefectiblemente, a las calles a demandar sus derechos. El odio y la descalificación se inoculan a través del relato contra la justicia social, las mujeres, los sexodiversos, los inmigrantes, los pueblos nativos y los pobres, hasta convencerlos de que los culpables de su situación son los que quisieron sacarlos de ella y mejorar sus vidas.
La argumentación política y el debate a lo largo del siglo XX, aunque jamás cuestionaron el sistema capitalista, cimentaron los principios de la democracia burguesa. La confrontación ideológica fue sustituida por el insulto, la tergiversación de la historia, la calumnia y la vacuidad. En tanto avanzan las políticas neoliberales apoderándose de los recursos naturales, se entrega la soberanía a las grandes multinacionales, el Estado adquiere cada vez mayor invisibilidad, se impone la colonización de la cultura y se intenta borrar la memoria colectiva de los pueblos. El huevo de la serpiente2 sembrado por ellos con odio, se clona y reproduce. Expresiones, claramente, fascistas y neofascistas como el libro Mi Lucha de Hitler, prohibido en Alemania durante cuarenta años, es reeditado con la espantosa sorpresa de convertirse en record de ventas. Los selfies con símbolos nazis aparecen y se multiplican en las redes sociales sin que nadie los impida por su apología al fascismo. Intelectuales, científicos sociales, pensadores y activistas analizan si asistimos al surgimiento del fascismo o el neofascismo.
Esta derechización del pensamiento alcanzó también a la izquierda. Gabriel Boric, presidente de Chile, compite con Javier Milei y Joe Biden para abrazar y felicitar al nazista presidente de Ucrania Volodímir Zelenski. El 11 de septiembre de 2023, en el cincuenta aniversario del golpe de Estado en Chile, Boric aseguró que la Unidad Popular y el presidente Salvador Allende, que defendió con las armas en la mano al pueblo chileno, resistiendo el asalto al Palacio de la Moneda, fueron corresponsables del golpe de Estado.
El escritor cubano Abel Prieto Jiménez, presidente de Casa de las Américas, una de las referencias ineludibles del pensamiento y las ideas emancipadoras de NuestraAmérica, insistió, desde hace tiempo, sobre el colonialismo cultural (asunto que retomó del legado, no sólo vigente sino imprescindible y necesario, del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro), y nos habló de la imperiosa necesidad de sembrar ideas, sembrar conciencia. Actualizó ese pensamiento para crear un gran frente antifascista global: muchas veces la izquierda ha desatendido los temas de la comunicación; la derecha no los desatiende ni por un segundo. Es importantísimo que trabajemos en la gestación de ese frente antifascista global, insiste Prieto Jiménez; a esto agrega, es algo comprobado la conducción de los electores hacia candidatos de ultraderecha a través de las redes sociales.
Durante la jornada de solidaridad con la República bolivariana de Venezuela —y el presidente reelecto Nicolás Maduro—, celebrada en La Habana, el 17 de agosto, Abel Prieto recordó las palabras del intelectual cubano Juan Marinello en el Congreso de Escritores Antifascistas de 1937, en Valencia, España: no es posible combatir el fascismo sin atacar a su hermano gemelo el imperialismo, esto puede aplicarse en Venezuela. Al respecto, afirmó: si algo distingue al fascismo y al imperialismo como técnicas de infiltración es precisamente su empleo tendencioso del lenguaje, su manera de servirse de los mismos conceptos que estamos utilizando… para alterar y viciar su sentido más profundo y proponerlos como consignas de su ideología.
En consecuencia, es imprescindible, necesario y urgente, no sólo la defensa del resultado electoral de la Venezuela bolivariana sino el de oponernos con todas nuestras fuerzas a la repugnante injerencia imperial, al peligro que corre la humanidad en esta etapa de ultraderechas, derechas, izquierdas domesticadas y avances de nuevas formas de fascismos con la finalidad última de impulsar un gran Frente Internacional Antifascista.