Desde este viernes 13 de agosto se ha iniciado una nueva etapa de diálogos entre el gobierno de Venezuela y al menos dos sectores opositores en el país, que comienza con buen pie, mediante la firma de un memorando de entendimiento entre estos sectores políticos.
El evento ha sido auspiciado por México como país sede, pero cuenta con la mediación del Reino de Noruega, e igualmente con el acompañamiento del Reino de Países Bajos y la Federación de Rusia.
Jorge Rodríguez lidera la comitiva del gobierno venezolano y Gerardo Blyde las dos tendencias opositoras presentes (el grupo de Juan Guaidó y el grupo de Henrique Capriles).
Esta nueva etapa de diálogos concurre en un momento crucial para Venezuela, por tratarse de ser procesos de negociación sumamente esperados. Las razones son evidentes y yacen en los hechos demostrados de fracaso de la agenda que se articuló para destituir al poder político de Venezuela por vías de presión, coerción, injerencia y bloqueo económico y diplomático.
La consistencia en el fracaso de estas estrategias, sedimentaron progresivamente los consensos políticos alrededor del bloqueo al país y el apoyo al gobierno fake de Juan Guaidó; formulado en la misma hoja de ruta para destronar al chavismo. Ante un encallo de las circunstancias políticas en Venezuela, la opción de presión ha ido perdiendo alcance y, progresivamente, tanto la Unión Europea (UE) como el propio gobierno de los Estados Unidos, principales promotores del asedio, han previsto un «cambio de estrategia»; teniendo que aupar y aprobar respectivamente los diálogos entre estos actores.
La primera clave política que arrojan los diálogos es su propia realización. Ha sido el chavismo el que viene proponiéndolos y ahora las oposiciones están en dicha arena, de hecho capitulando puntos esenciales como el «cese de la usurpación» y el «gobierno de transición».
El documento se refiere a las partes como «Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela» y «Plataforma Unitaria de Venezuela», para referirse a las tendencias opositoras presentes en México.
Queda de manera textual y en un acuerdo internacionalmente observado y avalado, que solo hay un gobierno en Venezuela presente en México que está representado en el chavismo y que, por ende, el fabricado «gobierno interino» no existe. En términos prácticos y semiológicos, el gobierno fake firmó una declaración que lo cataloga como inexistente.
El memorando de entendimiento firmado
La intención del diálogo ha sido establecida en un objetivo macro: «Llegar a un acuerdo, a través de una negociación intensa, integral, incremental y pacífica, para establecer reglas claras de convivencia política y social con respeto absoluto a la Constitución nacional», señala el memorando de entendimiento que ha sido firmado.
Acorde al documento la negociación será desarrollada mediante puntos fijados por los actores y han sido descritos en el documento de la siguiente manera:
- Derechos políticos para todos
- Garantías electorales para todos
- Levantamiento de sanciones
- Respeto al Estado Constitucional
- Convivencia política y social
- Protección de la economía nacional
- Garantías de implementación y seguimiento de los acuerdos
Lo primero que es necesario considerar sobre el memorando de entendimiento es que establece una hoja de ruta, un método y temas relevantes. No consiste en un acuerdo definitivo.
Está claro que la hoja de discusión revelada deja expuestos los objetivos primordiales desahogados por cada una de las partes y son presentadas sin un orden de relevancia ni de ejecución. Aunque para alguna de las partes podría haber prelaciones entre algunos de estos puntos. En efecto, son esos ahora los aspectos a debatir.
Un aspecto muy relevante del documento determina que los acuerdos que se alcancen deben estar en estricto apego a la Constitución nacional, tal como reza al final del objetivo de las negociaciones.
Esto no puede pasar desapercibido como un detalle de forma; es en realidad un detalle de fondo. Las negociaciones no pueden desembocar en acuerdos que socaven a la Constitución nacional, por más que las intenciones y presiones de alguna de las partes pretenda imponerlo, y por más que consideren que violentar la Constitución es una vía posible para consagrar alguno de los siete puntos señalados.
Además es muy relevante que sea la Constitución nacional el documento ratificado como carta de navegación y como marco normativo para regir estas instancias de crisis política que han justificado los diálogos.
Tal como refiere el objetivo del documento, una negociación intensa, integral e incremental, refiere que los acuerdos van a cuajar en un lapso extendido pero todavía indeterminado de tiempo. En tal marco de progresividad no hay condiciones para suponer que estos serán de resultados totales e instantáneos.
Por otro lado, el documento refiere de manera taxativa: «La negociación se dará bajo el principio de que nada está acordado hasta que todo lo esté».
Sin embargo, refiere el memorando, que «las partes podrán celebrar acuerdos parciales si consideran que los temas sobre los que versen han sido suficientemente discutidos y si su implementación es urgente, necesaria o al menos verificable antes del término de la negociación».
Continúa indicando que «los planes parciales tempranos serán incluidos en el acuerdo final y serán irreversibles desde su emisión, sin perjuicio de que exista la posibilidad de ajustarlos a las circunstancias o mejorarlos, atendiendo entre otros el principio de progresividad».
Ello refiere que el mecanismo pretende ser eficaz y dinámico ante una negociación que tendrá claros inamovibles iniciales por cada una de las partes. El documento propone un método que genere condiciones para que, en el peor de los escenarios, las partes no se vayan con las manos vacías, aunque se preserve el principio de que nada estará acordado aunque todo lo esté.
El documento hace ratificaciones que no deben entenderse decorativas, sobre el respeto al ordenamiento jurídico del Estado venezolano, el fortalecimiento de la democracia inclusiva, respeto a los derechos humanos así como la sanción a su violación y el rechazo a las formas de violencia política contra el Estado y las instituciones.
En otras palabras, son esos los detalles que dan cuenta del acta de defunción del gobierno fake.
El memorando es firmado por ambas partes «entendiendo la necesidad de que sean levantadas las sanciones contra el Estado venezolano, reivindicando como derechos irrenunciables de la nación la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional». Este punto, que está incluido como una condición expresa del chavismo, establece un compromiso de las partes en el reconocimiento del bloqueo al país como un lesivo acto de injerencia externa.
¿Qué esperar desde ahora?
Tal como referimos, el carácter escalonado en la ruta para conseguir acuerdos sólidos no será un proceso instantáneo. Por ello podríamos suponer que lo verdaderamente difícil será la negociación a seguir, sin embargo, es probable que lo más difícil haya sido llegar a México, pues ello es resultado de un proceso evolutivo entre la fabricación de agendas y hechos en el terreno de lo real. Lo difícil de este diálogo ha sido la conformación de las condiciones que lo han permitido, que han sido costosas, intrincadas y prolongadas.
Consideremos también que el encuentro en México es resultado de negociaciones tras bastidores entre el chavismo y las oposiciones. Que estos actores hayan llegado hasta este punto nos permite suponer que hay intenciones y limitaciones reconocidas por ambas partes, que se traducirán en la búsqueda de objetivos y el otorgamiento de concesiones. Los actores ya tienen cierta claridad de qué van a conseguir y qué van a ceder, por eso van a diálogo frente al mundo entero.
Para los opositores, en sus actuales circunstancias políticas, que son muy adversas, no hay condiciones para proponer un «todo o nada». Es decir, el cuadro actual les demanda un pragmatismo inédito para intentar lograr lo más que puedan, reconociendo desde ahora límites en sus aspiraciones.
Para el chavismo, su principal demanda, que consiste en el desmontaje del bloqueo, esto no recae en los opositores en la mesa, quienes tratándose de este ítem son más bien unos mensajeros. Esto recae en la discrecionalidad estadounidense, quienes formalmente no están en México. He ahí un claro factor de perturbación sobre los diálogos, pues algunas demandas en la mesa están sujetas a factores de interés fuera de Venezuela y al desarrollo de su agenda particular.
Un hecho ineludible se trata del punto máximo en que desembocan los llamados que han hecho los opositores a la comunidad internacional para una «participación activa» en los asuntos de Venezuela. Es decir, ante la ausencia de una intervención militar estadounidense y ante el fracaso de otros tantos mecanismos de presión contra Miraflores, los propios antichavistas son empujados a México por la UE y por Estados Unidos en un punto de inflexión en la agenda destituyente, pues esta fracasó.
Estos diálogos cuentan con gran atención internacional, gran expectativa y un efectivo acompañamiento. Con ello se impone un énfasis muy significativo en la búsqueda de resultados. Son los opositores venezolanos quienes están más obligados a lograr acuerdos, pues de lo contrario les esperaría un desgaste en su frente externo, una mengua en el apoyo y un ostracismo que ya ha venido cuajando y que en buena medida también los empujó a estos diálogos.
La «comunidad internacional» en la que tanto confían no podría prestarle oídos ni ceder a sus solicitudes de manera perpetua. Este ciclo ya acumula años.
En otras palabras, para los mismos actores de la llamada «comunidad internacional» no es sostenible el desarrollo de un bucle profundo y perpetuo de crisis política en Venezuela, y tener que maniobrar en las diligencias del gobierno inexistente de Guaidó y su institucionalidad paralela. Como tampoco es sostenible el aislacionismo político de la República Bolivariana, el cual ha demostrado una fractura en los consensos que lo han sostenido.
El chavismo, en cambio, lejos de toda previsión en 2017, cuando se desarrolla formalmente el bloqueo, ha logrado sostenerse e incluso consolidarse en el poder político pese a este. Aunque el desmantelamiento de las «sanciones» reviste en un factor urgente para la recuperación de la economía nacional, el chavismo sigue sosteniéndose en su centro de gravedad política. Incluso en su frente externo el chavismo progresivamente ha ido recuperando presencia internacional.
Asumiendo que los opositores tengan una intención genuina de superar su propio naufragio político en estos diálogos, es evidente que las circunstancias les van a demandar sortear muchas presiones de diversos orígenes.
Por su parte, el chavismo tiene frente a sí el largo brazo de la injerencia estadounidense que sigue sosteniendo nudos críticos de presión económica y política que siguen colocando, tal como dijo el congresista estadounidense Jim McGovern, la situación de la población venezolana «como moneda de cambio».
Los niveles de obligación a un «resultado definitivo» son claramente diferenciados entre los actores involucrados, pero hay factores de interés común sumamente claros y varios de ellos sumamente viables.
En ambos sectores existe la coincidencia de que hay un encallo político que superar, y que tal punto es muy costoso a la larga. Pero todo está por verse.
Por: Franco Vielma