La guerra cognitiva busca construir un nuevo sentido común sumiso y además orgulloso de reconocerse siervos y cómplices del amo imperial
Por: Luis Delgado
Ante el desmoronamiento aparatoso del imperialismo occidental (capitaneado por los Estados Unidos desde 1945), sus “tanques pensantes” estudian estrategias de dominación que superan todas las formas clásicas de guerra de primera, segunda, tercera e incluso, de cuarta generación. Hoy, la guerra cognitiva trata de esa nueva racionalidad imperial que dirige, combina y muta pragmática y dialécticamente todas las lógicas operacionales, doctrinarias y teóricas clásicas de la guerra por los recursos materiales y las subjetividades.
Estrategias que aspiran construir un nuevo sentido común sumiso y además orgulloso de reconocerse siervos y cómplices del amo imperial. Tal manipulación es imposible o muy difícil de imponer a nivel global en tanto exista algún ejemplo o faro alternativo y exitoso capaz de brindar soberanía, prosperidad material, estabilidad política y orden social al tiempo que iza la bandera de la transición a un nuevo socialismo del siglo XXI.
Por eso, ante la metástasis irreversible del capitalismo tardío y del modo de consumo moderno de la vida misma reducida a mercancía, la tesis globalmente mercadeada, en los años ‘80, por Margaret Thatcher de There is not alternative al capitalismo occidental, se torna de vida o muerte para los intereses del gran capital. En el caso del “peluca” Milei busca transformarse en su revival latinoamericano. Pero al igual que ninguno de los mandatarios latinoamericanos de la extrema derecha, tales como Bukele, Boluarte y Noboa, tienen el poder de la “dama de hierro”, no les queda sino recibir órdenes superiores como buenos soldados rasos.
Al respecto, Carlos Marx decía que la historia se repite, la primera vez, como tragedia y, la segunda, como farsa. Por eso, en el caso de Milei necesita sobreactuar su fe ciega hacia el recetario neoliberal. Todo para vender esta “piedra filosofal” salvífica de la Argentina: de país quebrado a nueva potencia regional por el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI). Algo le debería aleccionar aquella vieja conseja antimachista que postula: “dime de que te jactas y te diré de qué careces”.
La pluripolaridad mundial es hoy una realidad geopolítica creciente, incuestionable e indetenible. De alguna manera, el imperialismo yanqui tiende a perder hegemonía económica y militar en algunos Estados latinoamericanos. Por eso, Occidente y, en particular, Estados Unidos, necesitan recuperar su dominio sobre el ámbito geopolítico vital del arco suramericano para intentar obtener oxígeno energético y financiero.
La guerra cognitiva se constituye, así, como la nueva racionalidad geopolítica instrumental de los intereses y las visiones políticas extremistas y teológicoracistas del anglosionismo que controla el gran capital financiero mundial. Al seguir esta deriva, la guerra clásica de contrainsurgencia occidental fue remasterizada bajo el concepto de revoluciones de colores.
En las líneas que siguen intento describir algunas de las principales modalidades geopolíticas imperiales desplegadas bajo este nuevo desarrollo de la ingeniería social, con miras a reestablecer el ya decrépito, clasista, racista y machista nuevo orden mundial occidental.
Movilización ciudadana
Las revoluciones de colores se han impuesto como una nueva doctrina de guerra en razón de su aptitud para movilizar tácticamente importantes sectores o subjetividades alienadas o poco conscientes de la población. Las nuevas tecnologías de la informática y la computación, la robótica, la big data, la inteligencia artificial y la telefonía móvil celular, donde se han perfeccionado las fake news, los deep fakes, las narrativas grises y las implacables operaciones de linchamiento en redes digitales (mal llamadas redes sociales, RR. SS.), permiten una planificación, producción y difusión meteórica y masiva de desinformación e incomunicación capaces de incubar climas sociales de malestar, resentimiento y hasta de odio que son a la postre capitalizados mediante la organización y el despliegue de concentraciones y protestas masivas, facilitando la participación de fanáticos disociados y mercenarios quienes, típicamente, se camuflan entre la ciudadanía para imponer agendas proimperiales disfrazadas de una presunta lucha cívica por la democracia, los derechos humanos, económicos y políticos. De este modo, se busca y se consigue camuflar acciones programadas de “lavado de cerebros”, acciones vandálicas, linchamientos en las vías públicas y acciones delincuenciales y terroristas bajo el sacrosanto manto del derecho legítimo a la defensa, la participación política, la libertad de opinión y de prensa y a la protesta democrática ciudadana.
Narrativas alternativas
El uso de las mal llamadas RR. SS., que más bien son redes de y para el hedonismo, el narcicismo y un pueril tribalismo multicultural, permiten la incubación y propagación de operaciones psicológicas geopolíticas y narrativas grises que niegan descaradamente la realidad objetiva y la versión oficial de los hechos defendidos por los gobiernos nacionalistas y progresistas. Esta suerte de “cloaca global” del pensamiento único es crucial para construir una pseudoidentidad colectiva y un sinsentido de pertenencia entre los activistas extremistas, generalmente induciéndoles una intensa sensación de ser víctimas de políticas ilegales, corruptas, vejatorias y hasta incompatibles con la dignidad humana y la vida misma en su versión lunpemburguesa.
Deslegitimación del poder
Las revoluciones de colores buscan deslegitimar a los gobiernos y a los genuinos líderes emergidos del poder popular, al utilizar formas masivas de desinformación, incomunicación y manipulación al denunciar un insufrible estado general de inmoralidad, corrupción, indolencia y represión de parte de estos sistemas políticos. Las redes digitales demuestran ser herramientas formidablemente efectivas para difundir e imponer como verdad incuestionable, ante millones de habitantes y centenares de países, estas distorsionadas y engañosas campañas tendenciosas. Siguen la tesis goebbeliana del linchamiento político de la vanguardia concentrada en el líder más visible de la revolución. Y contra este o esta se orquesta una operación psicológica de gran calado, asociándolo con el summum de los pecados capitales y todo tipo de desmanes éticos y conductas inhumanas. La deslegitimación del poder necesita criminalizar al adversario político al punto de convertirlo en un objeto de odio, enemigo a muerte y terrorista desalmado que es importante neutralizar por cualquier medio. El Euromaidán, inducido exitosamente en Ucrania, fue posible porque previamente se realizó un largo trabajo de inversión ideológica que logró convencer a las mayorías de ese país que su vecino y aliado (Rusia) era ahora su enemigo; y que su enemigo (Occidente) por arte de magia pasaría a convertirse en su mecenas con préstamos del Banco Mundial (BM) y su flamante protector bajo el manto invulnerable de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Estrategias de comunicación
Para insuflar el clima insurreccional, como de hecho son las revoluciones de colores, el control propagandístico totalitario de la comunicación a nivel global es fundamental. Emulando, seguramente al Tercer Reich, los falsos movimientos y partidos políticos se valen de símbolos poderosos, colores vivos, narrativas grises, lemas seductores y pegajosos que resuenan ética, política, cultural y emocionalmente con la psiquis de la mayoría, cuya atención se pesca a fin de generar adhesión, identificación y fanatismo.
Interacción global
Las redes digitales posibilitan y promueven la interacción en tiempo real de los líderes y activistas proimperiales con movimientos similares en otras regiones del mundo, creando así una red global de apoyo, financiamiento y complicidad. Tal praxis reacciona y amplifica el impacto ético y moral, político y geopolítico, de las instigaciones al odio, la división y la balcanización, típicas en operaciones inducidas de golpe de Estado o guerras civiles programadas, generalmente mal bautizadas como revoluciones populares y democráticas o revoluciones de la libertad y la dignidad.
Desinformación y guerra cognitiva
El uso de la desinformación masiva y sistemática por parte de actores estatales y no estatales, trata de una táctica común en las revoluciones de colores comandadas sobre la base de una racionalidad instrumental y fetichizada de la guerra cognitiva. Las RR. SS., suelen ser instrumentalizadas tanto para fines de movilización de escuadrones o de masas, como para la manipulación sistemática de la opinión pública y la acción política. Es sabido que la publicidad es el arte de suspender la inteligencia de una o más personas el tiempo suficiente como para venderle algo que no quiere ni necesita. Convencer a una víctima de que su victimario histórico lo salvará puede parecer absurdo e insólito pero es lo que logra Occidente en los países a cuyos gobernantes naturales derrocan para imponer candidatos títeres (outsiders) de la verdadera política.
Occidente y, en particular, Estados Unidos, necesitan recuperar su dominio sobre el ámbito geopolítico vital del arco suramericano para intentar obtener oxígeno energético y financiero
Empoderamiento de la juventud
Las plataformas digitales son, especialmente, populares entre los jóvenes y adolescentes, quienes son los principales impulsores de estas contrarrevoluciones. El sistemático remojo y lavado de sus cerebros es disfrazado de empoderamiento, conquista de derechos, aceptación tribal, valentía y popularidad. El masivo empleo de mercenarios, pseudoartistas, pseudopolíticos, pseudoperiodistas e influencers, es vertebral para granjear adhesión automática y acrítica entre los sectores jóvenes. Asimismo, la política de sembrar el consumo de drogas es fundamental para inducirlos a acciones violentas, delincuenciales y terroristas que en su sano juicio difícilmente cometerían.
Adaptabilidad y resiliencia
Los movimientos o grupos de choque reclutados y entrenados deben ser muy “líquidos” (Zigmunt Bauman), pragmáticos, sumisos, manipulables, plásticos, incultos y adaptables a las circunstancias más cambiantes. Las redes sociales facilitan una rápida reconfiguración de las estrategias y tácticas en respuestas a posibles acciones de contención o a cambios drásticos en el contexto político y geopolítico.
Visibilidad internacional
Una vasta y unánime cobertura mediática internacional, facilitada además por el carácter tribal de las redes digitales, puede y suele ejercer fuertes presiones sobre los grupos políticamente más inmaduros al interno del país, a caotizar o balcanizar, así como sobre gobiernos y grupos de presión de la región. La visibilidad y aparente unanimidad global en favor de los movimientos apátridas es un factor que puede y suele intervenir decisivamente en la dinámica interna e incluso en el destino de un país. El asedio a muerte y sin cuartel a los gobiernos populares, genera una suerte del síndrome de la “oveja negra” en la región. Esta fama se logra contra Palestina, Líbano, Irán, Siria, Rusia y Venezuela. Y eso es lo que explica la satanización de los profesionales y jóvenes venezolanos que tuvieron que salir como desplazados económicos tras la “guerra de sanciones”.
Construcción de comunidades
Finalmente, las RR. SS., ayudan a construir pseudocomunidades, neotribus o sectas de y para la complicidad y el apoyo mutuo, que son cruciales para la sostenibilidad de los grupos y los movimientos extremistas y entreguistas. Estas células físicas o digitales proporcionan recursos, información de inteligencia y un sentido tribal de pertenencia y complicidad muy parecido a ciertas sectas herméticas.
A modo tentativo de cierre
En definitiva, las revoluciones de colores o nuevas formas de control y de guerra social de espectro completo se fundamentan en una combinación dialéctica de estrategias discursivas y comunicacionales, ingeniería para la movilización social y uso eficaz de las fuentes de inteligencia. Se valen de operaciones psicológicas inspiradas, buena parte, en la propaganda nazi de Joseph Goebbels, además de las RR. SS., permitiéndoles desafiar y derrocar importantes estructuras de gobierno y de poder comunitario largamente establecidos. Se logran instigar y redituar así controversias políticas, territoriales, identitarias, religiosas y de género, conflictos armados, guerras civiles abiertas y contrarrevoluciones mercenarias y “mercenarizadoras” de personas y colectivos tanto oportunistas como desinformados, traumatizados, resentidos sociales y personalidades manipulables. La imposición de graves sanciones contra gobernantes, países y pueblos enteros, hasta el punto de transformarlas de hecho en “guerra de sanciones”, tiene como fin último afectar gravemente toda la base material de un país o una región a objeto de reblandecer la moral y transferir la culpa de la crisis y de sus dolorosas privaciones a los líderes progresistas y socialistas así como a los gobiernos populares. Todos los avances de punta en el campo de las ciencias naturales, sociales y humanas, incluyendo la big data y los modelos de mediciones e Inteligencia Artificial (IA), son puestos al servicio de un vasto plan para recolonizar los imaginarios sociales de los pueblos del Sur Global, a objeto de someterlos a un nuevo orden mundial del todo insustentable, suicida y biocida.