Definitivamente, los tiempos están cambiando y todo parece moverse en el sentido multipolar; cuestión que no es muy buena noticia para los repartidores de garrotazos y zanahorias en Washington y la élite jardinera de Europa Occidental.
Una nueva evidencia ahora empieza a verse en África, donde nada bien cayó la agenda de presencia europea en el primer trimestre de este 2023, al tratar de acercarse con su tradicional lista de chequeo de qué es correcto, democrático, libre, o bueno, y qué no lo es; cómo si realmente a alguien le importasen las opiniones de las capitales europeas sobre temas de agenda soberana o de integración sub regional.
Con esa misma fórmula la Unión Europea se llegó a Bruselas, con visitas previas a Brasilia y a Puerto Iguazú; dónde se llevó a cabo la reunión del MERCOSUR, tratando de imponer sus maneras como propias de obligatorio cumplimiento por los países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños CELAC.
Una declaración final de la Cumbre CELAC-UE bastante matizada, para tratar de tener algo que declarar, incluso con la negativa de la República de Nicaragua, y unas cuantas puertas cerradas a Josep Borrell en su intención de poner como fuera al Presidente de Ucrania a hablar en este foro; terminaron por mostrar que nuestra región no está para andar cachorreando y moviendo la cola en la alfombra de intereses ajenos a los nuestros; por supuesto con sus lamentables excepciones, que nunca faltan y siempre decepcionan.
Pero en la previa de todas estas maniobras hacia nuestra región, se lanzaron una ofensiva en África; tratando de ganar adeptos para la guerra y las posturas de agresión a la Federación de Rusia, y procurar alejar a este continente de la esfera de influencia de la República Popular China.
En buen venezolano, cada uno de quienes se pasearon por allá en marzo «llevó tabla»; con posiciones públicas que de suyo parecían augurar lo que hoy estamos viendo.
Recordemos un par de cositas ocurridas en el mes de marzo.
En Namibia, el Presidente Hage Gaeingob fue enfático en su respuesta al embajador de Alemania en ese país, Herbert Beck, quien se quejó por la presencia de ciudadanos chinos en el territorio: «En Namibia, el número de chinos que vienen aquí es cuatro veces más que, por ejemplo, la comunidad alemana», le espetó sin tapujos el alemán.
El Presidente de Namibia, quien no se quedó con esa, dignamente le respondió: «…los chinos no han venido aquí a jugar, que es lo que hacen los alemanes por cierto. ¿Me hablas de los chinos? Cuando les hemos permitido a los alemanes venir aquí sin visado y les pusimos alfombra roja, pero muchos de nuestros ciudadanos sufren acoso en Alemania, incluso diplomáticos con pasaporte diplomático, esto les pasa en Alemania. Y los alemanes pueden venir aquí como quieran. ¿El problema son los chinos? ¿Por qué no hablamos de Alemania y de cómo nos trata? Los chinos no nos tratan de esa manera».
El segundo caso se presentó durante una visita oficial en Kinshasha, Capital del Congo, del Presidente Francés Emanuel Macron quien recibió un duro mensaje de su par Félix Tshisekedi durante la rueda de prensa conjunta: «…esto debe cambiar, la forma en la que Europa y Francia nos trata. Deben comenzar a respetarnos y ver a África de un modo distinto. Tienen que dejar de tratarnos y hablarnos con tono paternalista. Deben respetar a África».
Con un tono bastante claro y un enfoque que parece reorientarse hacia el Sur Global, las recientes horas han marcado verdaderas expresiones de un perfil elevado por parte de un continente africano cansado de viejas promesas y nuevas formas de explotación disfrazadas de una cooperación que no libera nada, y subyuga mucho.
Y no es nada extraño cuando observamos dos aspectos vitales que. como pasos. vienen afianzando el multilateralismo en África.
Por un lado un Acuerdo de Libre Comercio suficientemente discutido y a un nivel de detalle mínimo, con la República Popular China, enfatizando la visión de desarrollo compartido respetando la idiosincrasia, soberanía y autodeterminación de los pueblos, conceptos alejados del enfoque tradicional del colonialismo europeo y mucho más alejado de la anacrónica Doctrina Monroe.
Un acercamiento cada vez más profundo hacia la Federación de Rusia que, recientemente en la Cumbre con el continente africano, no sólo ratificó la condonación de la deuda que estos países tienen con la nación eslava, sino la voluntad de suministrar más de 50 mil millones de toneladas de granos para fortalecer su seguridad y soberanía agroalimentaria en momentos donde los obstáculos al acceso de este bien vital para el consumo humano, junto a los fertilizantes necesarios para la producción de alimentos, se han vuelto parte del cúmulo de acciones de la escalada bélica de EEUU y Europa Occidental.
Sobre este encuentro en particular resalta la intervención del Presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, quien caracterizó tanto el momento mundial como el contexto de las relaciones entre su patria y las naciones de África; dejando muy en claro que la pugna entre dos visiones de mundo está más que vigente y en pleno proceso de ebullición:
Así, el primer mandatario ruso afirmó: «…los ideales de libertad, independencia y soberanía; son esenciales cuando se está creando un nuevo orden mundial multipolar de verdad (…) la época de hegemonía de un Estado o un grupo de Estados se está convirtiendo en cosa del pasado (…) Aunque no sin la resistencia de aquellos que están acostumbrados a su propia exclusividad y monopolio en los asuntos mundiales».
“Rusia y los Estados africanos abogan juntos por la construcción de una arquitectura nueva, más justa, del orden mundial, juntos defienden el derecho internacional, la carta de la ONU y el papel central de esta organización mundial (…) procuran coordinar sus enfoques en los temas clave de la agenda internacional. En muchos de ellos, nuestras posiciones son muy cercanas o completamente coincidentes”.
«El deseo innato de defender la verdadera soberanía (…) Ese deseo de independencia y soberanía no significa autoaislamiento, sino que implica apertura, cooperación de Estados y pueblos libres, de Estados iguales en sus derechos».
«Obviamente, no podemos estar de acuerdo con la sustitución del derecho internacional por el llamado orden basado en reglas que establecen algunos países, y que a la vez ellos mismos distorsionan, cambian, barajan constantemente. En general, no está claro qué son estas reglas, quién las crea. Está claro que están siendo utilizadas por ciertos países individuales para sus propios intereses egoístas y están cambiando debido a la situación política».
Este mensaje de Putin vino acompañado de expresiones abiertamente desafiantes al imperialismo y colonialismo, con nuevas formas y métodos de imposición, teniendo en el discurso del Presidente de Burkina Faso, capitán Ibrahim Traoré, una de sus piezas más relevantes.
Acá observamos los elementos más resaltantes: [África necesita líderes que] “dejen de comportarse como marionetas, que bailan cada vez que los imperialistas tocan el instrumento (…) Hoy nos enfrentamos a las formas más bárbaras y violentas del neocolonialismo y del imperialismo. La esclavitud todavía se impone. Nuestros predecesores nos han enseñado que el esclavo que no es capaz de asumir su rebeldía merece vivir en su lamento (…) Un esclavo que no se rebela no merece piedad. La Unión Africana debe dejar de condenar a los africanos que deciden luchar contra sus propios regímenes títeres de Occidente (…) El problema es ver a jefes de Estado africanos que no aportan nada a la lucha de sus pueblos. Líderes que cantan al son del imperialismo, siendo tratados como a sus ministros y como hombres que no respetan los derechos humanos».
A la hora de cuestionar la situación de su continente, luego de denunciar la vigencia del imperialismo y el colonialismo, el mandatario no se guardó nada: «Las preguntas que se hace mi generación son las siguientes: no entendemos como África con tantas riquezas en su suelo y una naturaleza generosa, con mucha agua, sol y abundancia, África hoy es el continente más pobre. África es un continente hambriento y sus Jefes de Estado recorren el mundo mendigando. Hay muchas preguntas sin respuesta».
Por supuesto estos lodos vienen de unas polvaredas muy claras, y es que por citar un ejemplo, en una oportunidad la propia Giorgia Meloni, actual Presidenta del Consejo de Ministros de la República Italiana, a quien sólo un fanático podría catalogar de socialista, o comunista, o ser pieza del Foro de Sao Paulo en Europa Occidental, afirmó sin muchos adornos la hipocresía de Francia con respecto a sus políticas migratorias con respecto al continente africano.
En tal sentido y al mostrar un billete emitido por Francia afirmó: «Esto se llama Franco CFA. Es la moneda colonial que Francia impone a 14 naciones africanas a las que aplica el señoreaje» (ingreso del Gobierno por imprenta de dinero con nulo costo de emisión), “en virtud de explotar los recursos de esos países».
Luego, mostrando la imagen de un niño en lo que parece ser una mina, la política italiana advirtió: «Este es un niño que trabaja en una mina de oro de Burkina Faso, una de las naciones más pobres del mundo. Burkina Faso mina el oro, Francia impone su moneda colonial, en cambio pretende que el arca del tesoro francés se quede el 50% de todo eso que Burkina Faso exporta. El oro que ese niño saca de una mina cae en su mayoría en las arcas del Estado Francés. La solución no es trasladar a los africanos a Europa, la solución es liberar a África de ciertos europeos que explotan los recursos de los que el pueblo debería vivir».
Siendo esta una posible respuesta a las cuestiones planteadas por el actual Presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, lógicamente le otorga contexto a un levantamiento general del continente africano que, a pesar de presiones y ataques, intentan hacer avanzar una agenda común que asuma de primero sus intereses nacionales y regionales, así como de sus pueblos y no den privilegio a factores explotadores, esclavistas y saqueadores al amparo del poder imperial de la amenaza de guerra.
Tanto es así que, al sol de hoy, factores desde Francia y buena parte de Europa pretenden poner una solución de carácter militar, intervencionista e injerencista cómo fórmula para resolver, no sabemos en beneficio de quién, la situación política en Níger, dejando una muestra notoria de la vigencia de esa desvencijada concepción colonialista.
Lo cierto es que, con una relación creciente con el mundo multipolar encabezado por China y Rusia, África parece hacer resurgir los anhelos de lucha que ya tienen tiempo histórico corriendo, buscando un camino hacia el progreso y desarrollo de sus pueblos y mirando al sur global como una de sus referencias.
Es muestra de un mundo que está muy lejos de una pax americana, muerta por la fuerza de los hechos, y un orden internacional que socava, de la propia mano de sus creadores, para tratar de frenar el crecimiento de poderes alternativos con concepciones modernas de la política en general y la diplomacia en particular.
En este orden de ideas lo de África parece retomar aquello afirmado por el Presidente mártir de Burkina Faso, asesinado precisamente por impulsar programas sociales que tenían en mente como centro del accionar político a la gente, al pueblo de su patria.
Nos referimos a Thomas Sankara, quien expresó con determinación cuando le tocó asumir la tarea histórica de conducir los destinos de su pueblo: «Escogemos arriesgarnos para ser más felices. Elegimos practicar nuevas técnicas. Preferimos buscar formas de organización mejor adaptadas a nuestra civilización, rechazando de manera abrupta y definitiva toda suerte de imposiciones externas, para crear condiciones dignas, a la altura de nuestras ambiciones”.
América Latina debe, por razones políticas, históricas y pragmáticas, crear puentes necesarios con África para contribuir a que este firme levantamiento pacífico, digno y valiente; no sea flor de un día. Sino guía para la acción.