Donald Trump y Javier Milei son algo así como la versión más cruda, ruda, bestial, cruel, implacable y deshumanizada del capitalismo financiero digital y de la derecha extrema de la actualidad. Uno en el norte y el otro el sur del continente americano, han decidido hacer todo lo posible por alimentar las estadísticas del desempleo y la recesión.
Y, casualmente, sus principales víctimas son siempre los más débiles y desprotegidos: niños, ancianos, mujeres, discapacitados, inmigrantes y funcionarios del sector público. Eso es así en términos generales, pero si echamos una mirada a lo particular, vemos como ambos especímenes del neo liberalismo del siglo XXI concentran su capacidad de destrucción en el sector de la educación pública y la cultura.
Ya Milei es ejemplo mundial por los recortes presupuestarios aplicados en escuelas y universidades y en entes de investigación y desarrollo. Trump, por su parte, además de anunciar despidos masivos de funcionarios del Departamento (Ministerio) de Educación, a partir del 21 de marzo, también ha dejado ver su intención de desmantelar esa institución.
Cuando se aplican medidas que buscan limitar el libre acceso de todos los ciudadanos a la educación y la cultura, ambos mandatarios actúan como representantes de sectores que ven en este derecho humano como un barril sin fondo, un centro de gastos innecesarios. Pues para muchos conservadores, eso de fomentar el conocimiento y la capacidad crítica no es negocio sino más bien un riesgo para el mantenimiento de sus privilegios. «Cuando oigo la palabra ‘cultura’, ¡le quito el seguro a mi Browning!», escribió hace años Hanns Johst, poeta y dramaturgo nazi.
Y aquí, en Venezuela, también vuelan las brujas. Mucho antes de que Mieli ofertara en su campaña electoral unos fulanos vouchers (vales) para pagar las escuelas privadas, por cierto promesa incumplida hasta la fecha, María Corina Machado había ofrecido esta opción caza bobos que no es más que una subvención dirigida a la educación privada en detrimento de la educación gratuita e universal. La madre del capitalismo sexy y popular no se ha quejado, porque al fin y al cabo son caimanes del mismo pozo.