Hay medios que presumen de equilibrados, pero en el caso venezolano se les vuelan los tapones
Por: Humberto González Silva
Reviso la cobertura de la BBC sobre los «graves disturbios en Reino Unido protagonizados por miembros de la extrema derecha».
El asunto comienza con un terrible crimen en que tres niñas resultaron asesinadas:
Los disturbios empezaron en la ciudad de Southport, en el noreste de Inglaterra, después de que un adolescente atacara con un cuchillo un centro comunitario, matando a tres niñas e hiriendo de gravedad a cinco menores más y dos adultos.
El asunto es que a la indignación por el hecho criminal se sumó que el acusado era descendiente de inmigrantes, aunque nacido en Gales e indudablemente británico. El odio cultivado se convirtió rápidamente en vandalismo y ataques contra personas consideradas como musulmanes o inmigrantes. En la versión de la BBC:
Hordas de manifestantes salieron a las calles, animados por informaciones falsas publicadas por grupos de extrema derecha [en negritas en el original] que señalaban que el atacante era un inmigrante musulmán que había solicitado asilo en Reino Unido.
Paremos un momento aquí. Según la BBC, las personas que salieron a las calles son «hordas», sus motivos son «informaciones falsas» y los responsables de la instigación se identifican como «grupos de extrema derecha». Todas estas expresiones tienen una clara connotación negativa, que intenta reafirmarse con el detalle de los desmanes cometidos: «Los manifestantes atacaron mezquitas y hoteles conocidos por alojar a refugiados, incendiaron automóviles, lanzaron amenazas e insultos racistas, golpearon a personas que pensaban que eran extranjeras y se enfrentaron con la policía».
Por supuesto, no apoyamos ni a los manifestantes ni sus motivos (si el atacante hubiera sido un «inmigrante musulmán» y no un ciudadano británico, los motivos no serían otros que el odio creado contra quienes fueron históricamente oprimidos y agredidos por el Reino Unido de la Gran Bretaña). Lo que aquí queremos resaltar es la marcada diferencia con el tratamiento dado a los hechos ocurridos en Venezuela casi al mismo tiempo.
Veamos algunas notas. Por ejemplo: «La capital de Venezuela se ha convertido en el epicentro de intensas protestas que sacuden al país sudamericano tras el anuncio de unos resultados electorales altamente disputados». Donde también se asevera que: «La represión violenta de las protestas ha dejado varios muertos [negritas nuestras], aunque la información por el momento es confusa en cuanto al número».
Aquí parece que no hubo disturbios, sino «intensas protestas»; no ha habido desinformación, sino «resultados altamente disputados» o, como se señala en otra nota: «… [son] protestas por las dudas sobre el triunfo de Maduro». Al identificar a las personas involucradas, se dice que «los sectores populares lideran las protestas que cuestionan el triunfo de Maduro anunciado por el CNE». Peor aún, las muertes sucedidas fueron producto de «la represión».
Solo para información de los corresponsales de la BBC, 25 personas murieron producto de los ataques ocurridos entre el 29 y el 30 de julio, entre ellos dos funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana: uno por arma de fuego (un disparo en el cuello) y otro por arrollamiento. Entre las 192 personas heridas, 140 son funcionarios y funcionarias militares o policiales. Fueron atacadas, además, 22 escuelas primarias, 7 centros de educación inicial, 11 instalaciones del metro, 6 centros de salud, 7 patrullas, 30 módulos policiales, varios locales del PSUV, 27 monumentos públicos y más…
Las «intensas protestas» se parecen mucho a los «disturbios» británicos, pues, además, se profirieron amenazas y agresiones públicas por «redes sociales» contra «esos malditos chavistas», golpeándolos en las calles y mediante acción directa contra sus residencias. Creo que no hace falta reseñar lo dicho en algunos mensajes grabados mientras se cometían las agresiones. Entre los ejemplos más horrendos está el de una militante bolivariana asesinada en el Callao con numerosas heridas de arma blanca.
No nos extrañemos de que esos hechos pasaran desapercibidos para la BBC.
Por cierto, sobre los monumentos, encontramos lo siguiente en otra nota de la BBC: «Las estatuas de Hugo Chávez: este ha sido el blanco del malestar provocado por la decisión del Consejo Nacional Electoral». La selección de información se adapta claramente a la fabricación de un discurso que se quiere imponer y omite, por ejemplo, la agresión contra la imagen del cacique Coromoto en el estado Portuguesa: la estatua no solo fue derribada, sino también arrastrada por las calles y luego destruida, en acciones que evocaban el tipo de «castigos» aplicados por los conquistadores contra los indígenas que resistieron la invasión. Omiten, también, el intento de destrucción de la estatua de José Gregorio Hernández en El Tigre. En esos casos, ¿cómo aplicarían el argumento de la «decepción» con la Revolución Bolivariana?
Hay medios que presumen de equilibrados, pero en el caso venezolano se les vuelan los tapones.
El primer ministro del Reino Unido declaró, a propósito de los disturbios generados por la extrema derecha de allá: «Cualquiera que se involucre en el desorden —sin importar su motivo— sentirá todo el peso de la ley» y, en consecuencia, se produjeron cientos de detenciones en las residencias de las personas identificadas. El primer ministro elogió la «robusta y rápida respuesta» del sistema de justicia penal, añadiendo que espera que las sentencias de algunos de los involucrados en los disturbios sean dictadas antes del fin de semana: «Eso debería enviar un mensaje poderoso a cualquiera que esté involucrado, ya sea directamente u online, de que muy probablemente será procesado en cuestión de una semana». La BBC comenta: «El gobierno británico ha estado aplicando medidas rápidas y extraordinarias para lidiar con la crisis de orden público». En el caso de nuestro país, la clara respuesta del gobierno bolivariano y de nuestro presidente Nicolás Maduro ante los desmanes de la extrema derecha es calificada como «represión» y muestra de nuestro carácter dictatorial.