Por: Federico Ruiz Tirado
Yo aprendí con Chávez a no hacer públicos muchos de esos pensamientos que me provocaban algunos discursos, acciones y comportamientos de ciertos opositores vernáculos, sin condición de género.
Chávez nos legó un catálogo de decires, de indirectas libres de malas palabras, porque fue un maestro del lenguaje y sus formas, bien sea gestuales, cantando o mirando, o arengando, como aquella vez en el Jardín Botánico, que mandó a Bush a meterse un paltó en el fundillo, por ejemplo, sin decir la palabra culo.
Ayer nomás vi en las redes a Henry Falcón cargando a una señora adulta de baja estatura. Esta escena tiene un precedente curioso, porque en una campaña electoral pasada, cuando Falcón fue derrotado por la Almiranta Carmen Meléndez, el hoy diputado repartía juguetes a los niños en una barriada barquisimetana y levantó en sus brazos a la misma señora, menos adulta, claro, generando un ambiente de burla y menosprecio a su condición humana.
Falcón aprendió en tiempo récord las lecciones de Capriles: usar pantalones tubitos y zapatos blancos, usar gorras con vírgenes, irrumpir en casas ajenas y fingir cariño y fervor. Además, son unos de esos agrafas que creen que con correr, sudar, saltar charcos, basta para que sus apellidos se conviertan en ofertas electorales de una versión de democracia de derecha, pero ahora contraria a la de María Corina Machad.
Vamos a esperar a ver cómo aprenderán uno del otro, ahora que comparten curules en la Asamblea Nacional.
Cosas veredes, Sancho.