Grandes maniobras ante la nueva cumbre de la OTAN que se celebrará en Vilnius (Vilnia), la capital de Lituania, los días 11 y 12 de julio. Allí se concretarán y consolidarán las líneas estratégicas decididas el pasado mes de noviembre en la cumbre de Madrid. Una gran operación de reinicio de la Alianza Atlántica, brazo armado del imperialismo estadounidense, en busca de una nueva hegemonía.
Nuevas tareas de vasallaje impuestas a la Unión Europea se han concretado con la adopción de sanciones contra Rusia; pero lesivas para Europa, y con un nuevo reparto de beneficios basado en el fortalecimiento de la economía de guerra. Alemania, la más penalizada de las economías de la UE por el «embargo» a Rusia, ha decidido aumentar el gasto militar en 100.000 millones de euros, Italia, gobernada por la extrema derecha en función del complejo militar-industrial, ocupa el sexto lugar a nivel mundial exportaciones de armas. Y el Parlamento Europeo apoyó el proyecto de ley ASAP (Ley de apoyo a la producción de municiones).
Una directiva según la cual los gobiernos nacionales podrán destinar los fondos recibidos del llamado Plan de Recuperación y Resiliencia (PNRR), a la industria bélica, en lugar de apoyar políticas sociales, trabajo y derecho al estudio; la salud y la transición ecológica. Todo para complacer la bulimia bélica del payaso Zelenski, que salta de una cumbre a otra para pedir más armas y dinero, y continuar con la guerra “por delegación” decidida por la OTAN.
En el plato de Vilnius, de hecho, está su doble petición de adhesión tanto a la UE como a la Alianza Atlántica; a partir de la cual se pueden destacar los distintos intereses geopolíticos de la región. Los ministros de Relaciones Exteriores de la OTAN lo discutieron en Oslo, la capital de Noruega, durante una reunión preparatoria para la cumbre de Vilnius. Para el jefe de la OTAN, Stoltenberg, «todos los aliados están de acuerdo en que Ucrania se convierta en miembro», y todos coinciden en que «Rusia no tiene derecho de veto sobre la OTAN».
Los trámites, sin embargo, no serían rápidos, y algunos países, como Francia, parecen más proclives a ofrecer, mientras tanto, «garantías de seguridad tangibles y creíbles» en materia de suministros de guerra, como ocurrió con la decisión del Parlamento Europeo sobre la ASAP, pero «no necesariamente en el marco de la OTAN». París también dijo que estaba dispuesta a albergar la «cumbre de la paz,» propuesta por Zelenski en clave antirrusa y basada en intereses atlánticos; pero sin fijar fechas.
Paralelamente a la reunión de Oslo, también se celebró otra cumbre, de la Comunidad Política Europea (EPC). Se organizó en Moldavia, a 20 km de la frontera de Ucrania en conflicto, a una hora de viaje de Transnistria; una región separatista de Moldavia que quisiera unirse a Rusia, que ya es un hervidero de tensiones. En Moldavia y siguiendo las directrices del ámbito atlántico, se dieron cita 47 países europeos: los 27 de la UE más otros 20, incluidos antiguos socios como Gran Bretaña, otros en transición entre la tradicional neutralidad del pasado y un nuevo protagonismo atlántico, como Suiza, y países que aspiran a unirse a la UE, como Ucrania y Moldavia.
La Turquía de Erdogan, recientemente reelegido al frente del país, que aspira a hacerse un espacio propio de mediación entre la OTAN y Rusia, no se presentó; pero la participación en la cumbre de la Comunidad Política Europea (CPE) fue mayor que en la primera cumbre celebrada en Praga el pasado octubre.
La CPE no es una UE secundaria, sino un organismo destinado a establecer relaciones con el espacio europeo proatlántico, a través de reuniones bilaterales específicas que se centraron en el conflicto de Ucrania y los problemas fronterizos que deben ser «reposicionados» para ello, en la base de una nueva «balcanización». Es el caso de las tensiones entre Armenia y Azerbaiyán, pero especialmente entre Kosovo y Serbia.
En los últimos días, manifestantes serbios se han enfrentado violentamente con los soldados de la OTAN que custodian sus ciudades, para protestar contra las imposiciones y abusos del gobierno albanokosovar. El último abuso fue el intento de imponer alcaldes en municipios de mayoría serbia, cuando los serbios habían boicoteado las elecciones.
Un movimiento arriesgado incluso para los EE. UU. de Biden, cuyo secretario de Estado, Anthony Blinken, ha invitado al gobierno albanokosovar a retirarse de la decisión para no incendiar más el conflicto en Ucrania. Muchos de los soldados heridos son italianos. Precisamente desde la base de Aviano, —una de las mayores bases estadounidenses (de las más de 100 existentes en Italia), donde se guardan los artefactos nucleares— los bombarderos se dirigieron a la entonces Yugoslavia, formada por Serbia, con Vojvodina, y Kosovo y Montenegro. Era el 24 de marzo de 1999.
Entonces como ahora, la línea de «información» de la «guerra humanitaria» la dictaba la OTAN, a la que se adaptaron las antiguas izquierdas proatlánticas europeas. En 78 días de bombardeos aéreos ininterrumpidos, escuelas, hospitales y otras instituciones públicas; fueron arrasadas con la complicidad de esos gobiernos «democráticos» que encubrieron a los mercenarios nazis del UCK como ahora encubren a los ucranianos. Tras la caída de la Unión Soviética, y del socialismo capaz de aglutinar diferentes identidades y tradiciones, el imperialismo impuso la «balcanización» de esa zona en base a la estrategia del «caos controlado», que guía a la OTAN, y que hemos visto aplicada desde entonces.
Por otro lado, los países socialistas de América Latina se mueven desde una perspectiva diferente y, comenzando por Cuba y Venezuela, buscan avanzar en la diplomacia de paz para la construcción de un mundo multipolar, basado en la no asimetría y la justicia social. Los países son extorsionados por bloqueo y medidas coercitivas unilaterales también en esta clave, como lo demuestra la reciente visita a Cuba del Alto Representante de la UE, Josep Borrell, que intentó llevar a Cuba al campo anti-ruso.
Por el contrario, la cumbre de Unasur, que se realizó en Brasil con participación del presidente Nicolás Maduro, mostró en qué dirección avanza la integración latinoamericana. Pero también desde el área euroasiática se intenta contrarrestar la hegemonía estadounidense.
En su discurso en el II Foro Económico Euroasiático, que acaba de terminar en Moscú bajo el lema “La integración euroasiática en un mundo multipolar”; la vicepresidenta de la República bolivariana de Venezuela, Delcy Rodríguez, planteó la necesidad de reflexionar sobre un nuevo esquema financiero no asimétrico. Un mecanismo que permita a los países relacionarse de forma menos presionada por la hegemonía que ejerce Estados Unidos, dado que esta condición de supremacía le ha permitido “afectar a cientos de miles de habitantes en este planeta de forma extorsiva”, por el chantaje que supone el dominio del dólar.
Bajo este escenario, agregó, debe surgir “un comercio justo, una moneda que sirva a la humanidad y no solamente al hegemón”. En este sentido, Delcy subrayó el rol protagónico de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en la configuración de una nueva ingeniería financiera internacional, y dijo que el pueblo venezolano respalda las iniciativas que apuntan a la construcción de un mundo de equilibrio, respetuoso del derecho internacional y que preserve la integridad del planeta.
Una visión que refleja los contenidos expresados por el presidente de China, Xi Jinping, también invitado, en manera virtual a la ceremonia de inauguración de la sesión plenaria del segundo Foro Económico Euroasiático de la Unión Económica Euroasiática. En un mundo atravesado por profundos cambios no vistos en un siglo, dijo Xi, la tendencia histórica hacia la multipolaridad es irresistible, así como la globalización económica, y añadió que el amplio consenso de la comunidad internacional es defender el “auténtico multilateralismo” y promover el desarrollo coordinado a través de las regiones. Eurasia, recordó, es la región con la mayor población, el mayor número de países y las civilizaciones más diversas del mundo.
La “Unión Económica Euroasiática” (UEE), que no debe confundirse con la “Unión Euroasiática”, nació en 2015. Se compone de 5 Estados (Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazaijstán, Kirguistán), más tres observadores (Tayikistán, Uzbekistán, Cuba), y algunos candidatos potenciales: Corea del Norte, Moldavia, Siria, Turkmenistán. Con sus 180 millones de habitantes, constituye el 3,2% del PIB mundial, con exportaciones por valor de 731.000 millones de dólares en 2021.
En un mundo lleno de turbulencias y transformaciones, ¿cuál debe ser el camino de la cooperación Asia-Europa? Esto, —dijo Xi— no solo concierne al bienestar de los pueblos de la región, sino que también tiene un profundo impacto en la tendencia del desarrollo del mundo.
La UEE está planificando la negociación de un acuerdo de libre comercio con Indonesia, mientras que las negociaciones ya están en marcha con Mercosur y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Entretanto, el 1° de enero de 2022 entró en vigor el Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA). Hoy, las exportaciones rusas a África tienen un valor de 14.000 millones de dólares al año y las importaciones de productos africanos unos 5.000 millones de dólares.
Esto representa una duplicación del comercio ruso-africano desde 2015, con una tasa de crecimiento anual promedio del 15%. Rusia también está muy involucrada en la industria africana del petróleo y el gas, ha invertido mucho en infraestructura. Este año, se espera que la UEE concluya un acuerdo comercial agrícola con la Unión Africana.
Xi ha recordado que, en el 2023, se conmemoró el décimo aniversario de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, y ha expresado la voluntad de Beijing de trabajar con los países socios en la construcción conjunta de la Franja y la Ruta y con los Estados miembros de la UEE, para seguir enarbolando la bandera de la paz, el desarrollo, la cooperación y la ganancia compartida.
“Vemos cambios realmente profundos y fundamentales en el ámbito mundial” —dijo el presidente ruso Vladimir Putin— «Cada vez más Estados están tomando el camino hacia el fortalecimiento de la soberanía nacional; siguiendo una política interior y exterior independiente, y adhiriéndose a su propio modelo de desarrollo». También —explicó— “se están produciendo cambios drásticos en el ámbito financiero internacional. Y me gustaría señalar, con satisfacción, que Rusia no solo está logrando adaptarse; sino que también se está convirtiendo en uno de los líderes de estos procesos”.
A pesar de la crisis a gran escala de la economía y el comercio mundial, los importantes riesgos geopolíticos y el factor de incertidumbre, el PIB total de la Unión Euroasiática para 2022 disminuyó, pero apenas un 1,6%, “desmintiendo a quienes, desde Occidente, vaticinaron un escenario de colapso de la economía en la zona”.
Putin dijo que Rusia no es responsable de la crisis energética en los países europeos, y que “los precios ahora, gracias a Dios se están acercando a niveles económicamente sólidos para los recursos energéticos». Y enfatizó: «¿Quién tiene la culpa de lo que pasó? Nord Stream 1 explotó; Nord Stream 2 no se puso en marcha. La ruta de gas Yamal-Europa a través de Polonia estaba cerrada. ¿La cerramos nosotros? Ellos la cerraron. De las dos líneas de gasoducto a través de Ucrania, Kiev cerró uno. No lo hicimos nosotros”, dijo.
Putin ha asegurado que Rusia ha cumplido “a cabalidad con todas las obligaciones”. Y quiso, “en primer lugar, enfatizar que lo estamos haciendo y lo seguiremos haciendo en relación con los países de la Unión Económica Euroasiática”. Aquellos que abogan por un mundo unipolar, —concluyó el presidente ruso— “dañan la economía global y esencialmente se disparan a sí mismos en el pie, y también en los pies de aquellos que todavía están obligados a obedecer sus órdenes”.