Por: Yusuam Palacios Ortega
Nos convoca la historia, el deber generacional de continuar fundando, creando, haciendo Patria y Revolución en un contexto muy desafiante, en una hora convulsa y retadora; donde continuamos teniendo ansias de justica social para los pueblos, luchamos por la igualdad de derechos, y levantamos nuestras voces por el bien de la humanidad. Vivimos la hora del recuento y de la marcha unida, la de andar en cuadro apretado como La Plata en las raíces de los Andes, la de las luchas estudiantiles herederas de aquellas que han sido definitorias en el accionar de los estudiantes revolucionarios de la Patria Grande. Los estudiantes y los jóvenes históricamente han sido baluartes de las revoluciones; porque han sabido por qué luchan, por qué salen al camino con la adarga revolucionaria al brazo, qué ideal defienden.
Nos convida un hombre cuyo legado inspira cual energía revolucionaria que se adquiere a través de ese sentimiento que nos mueve y eleva a la cumbre de la verdad y la justicia: el amor. Nos convida Fidel, líder histórico de la Revolución Cubana, veedor profundo de los anhelos y esperanzas de nuestros pueblos, hacedor de páginas heroicas en las luchas por la vida de nuestra América y la humanidad. Hablar de Fidel deviene compromiso revolucionario, ser consecuente con su obra emancipadora una necesidad. Cuando se cumplen 97 años del natalicio del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz es preciso revisitar esta obra medular, guía para la lucha, para enfrentar los peligros que nos cercan, para echar la pelea, cada vez con más fuerza, contra el enemigo común: el imperialismo.
Resulta esencial volver a Fidel, a su pensamiento descolonizador, advertir su coherencia entre el pensar y el hacer; porque Fidel ostenta esa cualidad de los verdaderos revolucionarios: ser radicales, que es ir a las esencias, a las raíces, conocer lo que defiende, identificarse con la lucha, asumir una postura y tomar partido, pensar por sí, tener criterio, saber lo que significa ser militante. Es clave, para comprender su lucha revolucionaria, ir a su antiimperialismo: un rasgo definitorio de su obra de pensamiento y acción.
Para entender el legado de Fidel en las luchas estudiantiles, es necesario verlo en la universidad, como estudiante de Derecho, como joven inmerso en la lucha por la transformación de la realidad cubana. Tuvo en Martí su apoyatura política, ética e intelectual. Bebió de la generación de jóvenes como Julio Antonio Mella. Fidel tiene criterio, piensa por sí, tiene razones para lanzarse a la lucha. Siendo aún estudiante de Derecho de la Universidad de La Habana vivirá dos acontecimientos medulares que fraguan su carácter antiimperialista, dos acontecimientos que marcan la historia de las luchas estudiantiles: la expedición a Cayo Confites para derrocar la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana y los sucesos del Bogotazo en Colombia, donde asesinan al líder Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, cuyo aniversario 75 conmemoramos el pasado mes de abril.
Este hecho marcó profundamente a Fidel, quien estuvo dispuesto a enfrentar lacras terribles, a denunciar lacayos y defender a nuestra América. Admiró mucho a Gaitán y llegó a plantearse la necesidad de leerlo. Un discurso lo emociona: la Oración por la Paz de Gaitán. Fidel cuenta como fueron los sucesos del Bogotazo desde el 3 de abril en Colombia, y la idea de organizar un congreso latinoamericano de estudiantes que abogara por causas justas que constituían motivaciones para los estudiantes revolucionarios. Fidel piensa en la libertad de Puerto Rico, en la devolución de las Islas Malvinas, del Canal de Panamá. Fidel, sin ser oficialmente representante de alguna organización estudiantil o juvenil cubana, hace parte de la organización del encuentro; y lo hace no por ambiciones personales sino para la defensa de los desposeídos, para hacer Revolución. Téngase en cuenta, y he ahí una razón clave del por qué el congreso de estudiantes, que se estaba realizando en Colombia la 9na Conferencia Internacional Panamericana donde se aprueba la carta de la OEA, donde están reunidos los tiranos, quienes tenían bajo el yugo opresor a nuestros pueblos.
Luego, el antiimperialismo de Fidel se forja también en estas luchas y su legado es estratégico a la hora de pensar y hacer la Revolución. El antiimperialismo de Fidel, como expusimos en una ocasión, se advierte desde su comprensión de la historia, sus luchas y desafíos. Su discurso en el centenario del 10 de Octubre, en La Damajagua es muy revelador:
“Si una revolución en 1868 para llamarse revolución tenía que comenzar por dar libertad a los esclavos, una revolución en 1959, si quería tener el derecho a llamarse revolución, tenía como cuestión elemental la obligación (…) de liberar a la sociedad del monopolio de una riqueza en virtud de la cual una minoría explotaba al hombre (…) Suprimir y erradicar la explotación del hombre por el hombre era suprimir el derecho de la propiedad sobre aquellos bienes, (…) sobre aquellos medios de vida que pertenecen y deben pertenecer a toda la sociedad” [1].
De ahí los continuos mensajes que dio a los jóvenes. Al decir de Fidel: “Hay mucho que meditar (…) porque nosotros estamos aquí en las fauces mismas del imperialismo, con la boca abierta siempre, que recuerda la boca de un tigre, con colmillos y todo, o la boca de un tiburón, y nosotros llevamos ya, vamos acercándonos, o hemos sobrepasado ya los 23 años de revolución en la boca del monstruo. Y el monstruo trata –y sigue tratando– de crearnos problemas, de crearnos dificultades, de extremar su bloqueo etcétera, ¿por cuánto tiempo? Nadie sabe. Pero esperamos resistir al monstruo, en cualquier variante, lo mismo si trata de engullirnos, procurar crearle la más terrible de las indigestiones, como si el monstruo lograra crearnos más dificultades en el terreno económico, cualesquiera que sean…”
Y si Martí nos llamaba a impedir las apetencias imperiales con la independencia de Cuba, siendo ya libres y soberanos, una vez más Fidel señaló el camino descolonizador y salvador: “En la nueva era que vivimos, el capitalismo no sirve ni como instrumento. Es como un árbol con raíces podridas del que solo brotan las peores formas de individualismo, corrupción y desigualdad. Tampoco debe regalarse nada a los que puedan producir y no producen o producen poco. Prémiese el mérito de los que trabajan con sus manos o su inteligencia. Ser dialécticos y creadores. No hay otra alternativa posible.”[2]
Fidel siempre estuvo al lado de los estudiantes, de la juventud. Basta ver sus encuentros junto al estudiantado, y sentir la confianza depositada en las jóvenes generaciones. Hombre de una altura ética trascendental, que más allá de ser revolucionario enseñó y enseña a hacer la Revolución, fue un artífice de la cultura de hacer política. Hoy, a 97 años de su nacimiento, pensemos: ¿qué pudiera decirnos Fidel?; en un contexto como este marcado por la posmodernidad, el neoliberalismo y las más execrables prácticas del neofascismo, ¿qué nos trasmitiría? Seguramente que asumiéramos y venciéramos la batalla cultural, simbólica, cognitiva, de pensamiento que se nos hace, que siguiéramos defendiendo la identidad de nuestros pueblos, que salvaguardemos la memoria histórica, que pensemos con cabeza propia, que estemos al nivel de nuestro tiempo y luchemos por imposibles. Sólo así seremos verdaderos revolucionarios. Es nuestro deber generacional, por nuestra América, junto a Fidel, seguir en pie de lucha.