Por: Carlos Carreño
Culminó una jornada histórica para Venezuela este 25 de mayo, y en el fragor de los resultados se plantean muchas tareas que hacer. La oposición venezolana tiene una bien difícil: revivir y entenderse. Esto le haría mucho bien al país, incluso, al proceso político revolucionario.
Los resultados contundentes y favorables al chavismo, no son obra de un «error de cómputos o robo electoral», como acostumbran a expresar los voceros opositores cada vez que pierden, no. La realidad es que esta aplastante victoria, es el resultado del desorden de ideas de las oposiciones, incluyendo a los llamados abstencionistas.
Mientras los liderazgos opositores conscientes hacen un esfuerzo por levantarse de su propio charco, otro sector caracterizado por el fascismo, clasismo, maldad e irracionalidad (María Corina Machado) se empeña en pedir sanciones al país, planes golpistas y todo un plan desgastado que ya raya en la vergüenza, pero con demasiada impunidad.
El resultado, es una población electoral opositora que vive en una constante apatía y que, ante la falta de planes serios y democráticos, y un liderazgo confiable, prefieren quedarse en casa haciendo un sancocho, y soñando con la caída de un proceso político que está firme, gracias a su cohesión y planes puntuales.
Esta actitud opositora radical y extremista le hace un daño enorme al país, pero también a la revolución, pues lleva a otro sector electoral a confiarse o lo que es peor, a caer en la misma apatía opositora.
Si toda la oposición política no entiende que el poder político llega a través del voto, sin atajos, seguirá hundida y rumbo al olvido. Pero además, si los sectores radicales dirigidos por María Corina Machado, siguen actuando con completa impunidad, habrá un mensaje errado y «punzante» en una población que quiere paz y justicia.