Verano de 1980. La noticia ampliamente difundida por los medios era que miles de ciudadanos cubanos se refugiaban en embajadas de la Habana. Noticia que, junto a las movilizaciones del aparente “sindicato obrero Solidarnosc”, dirigido por el hijo de un terrateniente reaccionario, Lech Walesa (por cierto, apoyado por Ignacio Ramonet) contra el socialismo polaco, ambientaba la campaña anticomunista mundial. La realidad era que una pequeña parte lumpenizada de la sociedad cubana escapaba del sistema libertad colectiva porque prefería delinquir en el sistema de “la libertad individual” estadounidense. Miles de aquellos falsos “opositores” terminaron en cárceles gringas por cometer delitos comunes. Cuba se depuró de su parte podrida y salió reforzada. De no haber sido por el dirigente ruso Gorbachov aun la clase trabajadora de Polonia seguiría probablemente en el poder, como lo señalaba el filósofo polaco Adam Schaff.
En verano de 1994 miles de personas en La Habana protestaron airada y violentamente contra las privaciones del “Periodo Especial” impuesto por la acción conjunta del ya reconocido agente de la CIA dictador ruso Boris Yeltsin que cortó todo suministro de petróleo a la isla y del endurecimiento norteamericano de las sanciones. Fidel, apoyándose en la amplia mayoría del pueblo cubano educado en el patriotismo revolucionario por él mismo y el Partido de vanguardia en el poder, calmó a los alzados con su palabra y el respeto que inspiraba hasta en los peores contrarrevolucionarios.
En verano de 2021 cientos de individuos organizados por ONGs marionetas de los organismos de inteligencia norteamericanos como la Fundación Payá, piden “libertad”, es decir, regreso al capitalismo neocolonial atrasado en varias ciudades. Se apoyan en la dificultad creada por la acción combinada de la pandemia, la falta de turismo y el agravamiento de las sanciones impuestas por la administración Trump y mantenidas por la de Biden. No hay más dificultad que en los 90, el Partido se ha reforzado tras su Congreso, nuevos dirigentes educados por la generación histórica asumen las riendas y América Latina se prepara para una nueva oleada antiimperialista seguramente más radical que la anterior en torno al bloque ALBA, el Foro de Sao Paulo y, en parte, el Grupo de Puebla. La elite imperialista sabe que, para consolidar su hegemonía en la región, extraer materias primas y recursos naturales baratos, explotar su mano de obra, colocar su mercancía, mantener en el poder a la burguesía compradore (servil), preservar su divisa, asegurar su superioridad tecnológica, frenar la irrupción benéfica de Rusia, China e Irán e imponer su cultura y valores debe prioritariamente destruir el Partido Comunista de Cuba, núcleo vertebrador del original, propio, democrático, participativo, patriota y profundamente humano sistema socio-político de la Isla. Sistema que ofrece sus ventajas a los ojos de unos pueblos latinoamericanos asqueados del injusto, ineficaz, violento, explotador y corrupto modelo político norteamericano que les han impuesto en el siglo XX. A pesar de la rabiosa propaganda anti-comunista cada día un sector mayor de la población de México, Brasil, Argentina, Colombia, Perú, Chile, Ecuador, Bolivia, Honduras, Guatemala, Panamá…se siente atraído por el modelo cubano.
Estas son las consideraciones principales para que los citados organismos hayan dado la orden de desestabilizar Cuba y derrocar su Revolución. No pudieron en 1980 ni en 1994. No podrán en 2021. El Pueblo cubano cierra filas en torno a su Partido y Gobierno. América Latina y la Humanidad avanzada apoyan a Cuba para ayudarla a resistir en la conciencia del relevante rol que va a jugar en la época que viene este verdadero corazón del humanismo y de la democracia popular. Saldrán, saldremos, reforzados.
13 julio 2021
Por: José Antonio Egido