El descalabro electoral muestra la oscuridad del antichavismo
El juego perverso de García-Arocha
La rectora, Cecilia García-Arocha, devenida en autócrata desde el principio de su mandato, pretende salir de la Universidad Central de Venezuela con la garantía de que su larga y tóxica gestión no sea sometida a revisiones y escrutinios. Para ello desarrolla un extraño acto de cierre de tan mala obra teatral.
Es el clásico número de “después de mí, el diluvio”, ejecutado de un modo bastante ramplón. La alegoría a la supuesta frase de Luis XV, el penúltimo rey antes de que llegara la revolución francesa, resulta apropiada para alguien que ha sido, a lo largo de casi tres lustros, la cabeza de una genuina monarquía.
La rectora saliente es responsable directa de que la UCV haya pasado una década sin realizar elecciones. Ella, con la mira puesta en sus proyectos personales (políticos y económicos), asumió el cargo como si fuera la presidencia de una pequeña república. Con el argumento de la autonomía universitaria desconoció decisiones del gobierno, de la Asamblea Nacional, del Tribunal Supremo de Justicia y de cualquier autoridad nacional.
También tiene responsabilidad principal en lo ocurrido el viernes 26 de mayo porque la Comisión Electoral fue propuesta por ella y la decisión de realizar los comicios con un modelo híbrido, sin apoyo del CNE, tuvo su decidido aval.
Pero, en su salida de escena, hace lo posible por librarse de toda culpa y hasta de presentarse como mártir, acosada ya no solo por el “rrrégimen”, sino también por una jauría de estudiantes furiosos. Solo falta que nos cuente una de vaqueros.
Los conflictos intraescuálidos
Las peleas entre los diversos grupos que se disputan el poder dentro de la oposición nacional están por detrás de las insólitas incidencias del 26 de mayo en la UCV.
Al revisar la postura política y los apoyos de los candidatos a los diversos cargos en disputa, se puede ver el espectro completo de la contrarrevolución; desde los sectores moderados hasta el ala pirómana. Asimismo, se trasluce la presencia de los factores opositores que se reivindican como de izquierda.
Los resultados en los comicios universitarios son una especie de prólogo de las primarias que, en teoría, se realizarán en octubre. En el microcosmos ucevista, dominado por el antichavismo, pugnan los representantes de los partidos y movimientos nacionales opositores. “Este es el candidato de fulano y aquel es el de mengana”, se dice en los pasillos. Por ello no es de extrañar que entre sí se estén disparando a matar.
La defensa del voto retrógrado
Varios de esos grupos opositores llevan años desprestigiando el voto como herramienta de cambio y para ello han desarrollado campañas contra el Consejo Nacional Electoral y la automatización. Esos grupos esperaban que un resultado feliz de las elecciones sin CNE en la universidad se convirtiera en su estandarte para exigir unas primarias con sufragio manual.
El mismo viernes habían comenzado prematuramente a celebrar esa victoria, habida cuenta de la gran movilización de votantes hacia el campus de la UCV. Pero la ineptitud de los organizadores o el sabotaje llevado a cabo (esto aún no está claro) les arruinó el triunfo simbólico.
Por lo contrario, luego del desastre de la jornada de votación, la imagen de las fuerzas de la derecha como organizadoras de elecciones ha quedado en entredicho y el prestigio del voto manual, muy maltrecho.
El choque con la realidad física
A pesar de que las autoridades encabezadas por García-Arocha apenas si hicieron algunas concesiones en torno a la participación de los estudiantes, obreros, empleados administrativos y egresados; las elecciones convocaron a gran cantidad de personas que tenían mucho tiempo sin visitar la Ciudad Universitaria.
El día de las fallidas elecciones era toda una experiencia ver a muchos egresados quedarse con la boca abierta ante la renovada belleza del campus y de las diversas edificaciones que, en su conjunto, son Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Con orgullo y emoción, los ucevistas de vieja data se hicieron fotos en los lugares emblemáticos de la UCV (el reloj de la plaza del Rectorado, el Aula Magna, Tierra de Nadie, las diversas facultades y escuelas). Para buena parte de ellos, militantes opositores, fue un choque con la realidad, pues saben que esa maravillosa recuperación no ha sido obra de la camarilla contrarrevolucionaria que ejerce el poder en la universidad, sino del gobierno nacional.
Eso implica un conflicto severo para quienes siempre han afirmado que el chavismo es enemigo de las universidades llamadas autónomas y que pretende “intervenirlas”. La verdad es que sin la “intervención” del Ejecutivo Nacional, los electores hubiesen ido a votar entre las ruinas y el abandono.