Tras el anuncio de que, en 2024, la OTAN abrirá una oficina de enlace en Japón, con el objetivo de maximizar el nivel de cooperación entre los países aliados de Estados Unidos en Asia; Pekín ha protestado. En 2024, de hecho, ya estará en marcha el plan de rearme de Japón, país que ya informó que incrementará el presupuesto de defensa hasta alcanzar el 2% del PIB para el año 2027. El secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, trató de minimizar la noticia, diciendo que la OTAN no tiene objetivos globales, pero que seguirá siendo una alianza de Norteamérica con Europa, y que no quiere extenderse a Asia.
Aseveración contradicha por las incursiones militares realizadas por la Alianza en nombre de Estados Unidos en otras zonas del mundo, pero también por anteriores declaraciones de Stoltenberg: «Entre los socios de la OTAN, ninguno es más cercano y tiene mayor capacidad que Japón», había dicho, añadiendo que, por ello, «nuestra asociación es cada vez mayor». En Asia, Japón debe convertirse en el gran enlace de la Alianza en el enfrentamiento entre EE.UU. y China, su mayor antagonista en la región y el principal garante de Rusia en el mundo. La OTAN tiene oficinas de enlace en Ucrania, Georgia, Bosnia, Moldavia y Kuwait; además de en Nueva York y Viena. Si lograse hacer lo mismo en Japón podría coordinar acciones con aliados de EEUU en la zona, como Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, en los asuntos de seguridad que molestan a China.
Para entender cómo se mueve la OTAN en una perspectiva global y cuáles son sus objetivos geopolíticos, hay que remontarse a la Cumbre de Madrid del pasado mes de junio, en la cual la Alianza Atlántica se reestructuró sobre la base de un nuevo concepto estratégico, que se confirmará durante la reunión de sus jefes de Estado y de Gobierno que la OTAN celebrará en Lituania el próximo mes de julio.
En la nueva visión geopolítica de la OTAN, la confrontación con Rusia ─país al que califica directamente como «amenaza»─ se amplía a China; a la que define como «desafío sistémico global» para la Alianza. Los diversos documentos estratégicos elaborados por la OTAN el año pasado, señalan las líneas perspectivas de la nueva doctrina de “Dominación Permanente”; adaptada a las guerras de nuevo tipo, con las que llegar al famoso “cambio de régimen”; también en el continente latinoamericano.
Un plan que prevé el cerco al gigante asiático mediante un despliegue de instalaciones militares y medios de combate, para asfixiarlo a nivel energético; así como prevé la entrada de nuevos socios para cercar a Rusia, y limitar su influencia en otras áreas. Con la adhesión de Finlandia ─país tradicionalmente neutral─ a la OTAN; la frontera terrestre que la Alianza Atlántica comparte con Rusia pasa de 1.215 kilómetros a 2.550.
El nuevo plan de vasallaje de la Unión Europea, que implica el conflicto de Ucrania y su guerra “por delegación”, debe verse en este contexto. Y así es posible entender la «gran sintonía» bélica entre Zelensky y Europa, mostrado durante su reciente viaje entre Roma, Berlín, París y Londres. Un viaje fructífero, cuyo tema fue el envío de más armas y respaldo, dinero para la «reconstrucción», y también el apoyo a la solicitud de Ucrania para ingresar a la Unión Europea. De Reino Unido, Zelensky recibió misiles de crucero de largo alcance Storm Shadow. De Francia, la garantía de otras sanciones a Rusia. Y de Italia, máximo apoyo y una “gran sintonía”, personal y programática, con la premier italiana, Giorgia Meloni.
Una gran sintonía bélica, entre la representante de un gobierno de extrema derecha, a sueldo de la OTAN, y un payaso convertido en jefe de Estado, con los bolsillos llenos de dinero y balas. De hecho, se ha hablado de la Alianza Atlántica, que mueve los hilos del conflicto y a la que Ucrania aspira a unirse, así como se candidata a incorporarse a la Unión Europea. Y Meloni promete ser su principal patrocinadora, intentando así hacerse un espacio en la carrera armamentista que ve a la UE cada vez más implicada en la escalada contra Rusia, y a remolque de EE. UU.
La industria bélica de Europa debe cambiar «al modo de economía de guerra», han dicho los decisores supranacionales. El dinero que debería haberse utilizado para relanzar el desarrollo, podría ponerse al servicio de una «guerra industrial»: para apoyar la industria de defensa, Ucrania y la «seguridad». Así lo explicó en Bruselas el comisario para el mercado único, Thierry Breton, al presentar la ASAP (Ley de Apoyo a la Producción de Munición), el plan de la UE para producir 1 millón de municiones a finales de año, aprobado por el Parlamento Europeo con un procedimiento acelerado. Lo antes posible: ─ASAP, as soon as possible─, (lo antes posible).
Para reforzar la capacidad de producción de municiones la UE, que ya había financiado una compra de armas letales por € 2.000 millones, tomados de la Facultad Europea para la Paz, aporta ahora otros 500 millones. Quince industrias recibirán financiación de 40 a 60 % de las inversiones necesarias, con el objetivo de alcanzar, en 2004, una capacidad de producción de mil millones de municiones (en particular, obuses de artillería de 155 mm). Para ello, se prevé flexibilizar aún más la producción y las normas sociales, de modo que las fábricas bélicas puedan trabajar incluso durante la noche.
Una UE cada vez más alineada con EE. UU. y la OTAN, gracias también a la debilidad económica y estratégica de la Alemania pos-Merkel; que hoy mira más a EE. UU. e Israel que a sus socios europeos. Tras haber sufrido, sin reaccionar, la destrucción de los gasoductos Nord Stream en el Mar Báltico, Alemania también está aceptando los efectos de la Inflaction Reduction Act (IRA), ─Ley de reducción de la inflación─, que ofrece importantes ventajas a las empresas alemanas y europeas que se trasladen a los EE. UU., donde la energía es ahora mucho más barata que en Europa.
Zelensky, por medio de su amos estadounidenses, también encuentra una gran armonía bélica con aquellos Estados del este europeo, como Polonia, ─enemigo jurado de Rusia─ la cual se candidata a liderar una “nueva Europa”, que planea construir una confederación con Ucrania, y quiere desplegar en su territorio nacional armas atómicas de EE. UU. El rearme de Polonia, que se abastece de EE. UU., Gran Bretaña y Corea del Sur, y desde luego no de la «vieja Europa», unido al ingreso en la OTAN de países como Finlandia y Suecia, que han abandonado su neutralidad histórica; contribuye a la escalada de un conflicto que nadie parece dispuesto a detener.