El presidente extendió su «mano de obrero, hombre de a pie», invitando a todos “a trabajar juntos en un solo plan: Venezuela”
Una bandada de guacamayas se recorta en el atardecer caribeño que vence las sombras de la reciente tormenta que aún se estanca sobre el palacio presidencial. La plaza de enfrente se llena de banderas y camisetas coloridas, que llevan los eslóganes de la campaña electoral recién concluida – “somos gente que resuelve” , y fotos del comandante Hugo Chávez, en el día de su cumpleaños número 71, junto a las de Nicolás Maduro. Una multitud de jóvenes, mujeres, motociclistas que improvisan un concierto de bocinas, y también una nutrida patrulla de «acompañantes» internacionales.
Quien escribe, encuentra un lugar en el saliente de la tarima que, la noche de las elecciones, albergó a la dirección del proceso bolivariano y a los grupos musicales que animaron un concierto festivo, para expresar la alegría popular de una trinchera de lucha y de gobierno. Y vuelven tantos recuerdos. Sobre esta misma tarima, montada a toda prisa mientras la oposición desataba violencia en las calles, el grupo Lloviznando Cantos desplegaba sus canciones de lucha y resistencia, dirigiéndonos una sonrisa triste, como de disculpa: la primera elección como presidente de Nicolás Maduro había así reconfirmado la voluntad de continuar el proyecto de Chávez, pero sin esa plenitud de votos a la que el comandante acostumbraba.
Y, por esto, la oposición golpista, apoyada por los medios internacionales, había podido activar un esquema que iría creciendo: desconocer los resultados y la autoridad electoral, y desatar violencia, a menos que fuera proclamada vencedora, como sucedió en las parlamentarias de 2015, para luego usar las instituciones como palanca para desestabilizar el Estado.
Entonces, estando aún demasiado vivo y doloroso el recuerdo del comandante, Maduro había dejado cerrado por mucho tiempo el balcón presidencial, y elegido este escenario en el que nos sentamos. Posteriormente, cuando el pueblo lo había reconfirmado varias veces al mando del país, reconociendo su fuerza, su coraje y su capacidad de trabajar en colectivo, y de consolidar un nuevo liderazgo en el país, el balcón fue reabierto.
Y desde allí, apareciendo una vez más con la dirección del proceso bolivariano, Maduro se dirigió al pueblo en esta nueva confirmación electoral que ha derrotado al fascismo, registrando la mutación de una derecha que ha expulsado a sus alas más extremistas. Y, después de celebrar «el espíritu inmortal de nuestro comandante supremo», y las figuras de Bolívar y Chávez, «que están entre la lluvia y el sol», Maduro saludó la presencia de «un poderoso bloque popular y revolucionario» que se ha configurado en la séptima elección de alcaldes y concejos municipales.
Luego, dirigiéndose a todos y todas los electos, incluidos los de la oposición, los convocó a dos días de seminario para trabajar, con respeto y reconocimiento de las diferencias.
Se ha completado un ciclo, se debe pasar a una etapa de construcción de un gobierno eminentemente popular: «¡Menos escritorio, más territorio!» debe ser la consigna. En particular, se dirigió a las mujeres y a los movimientos feministas, y a los jóvenes, que son la columna vertebral de esta revolución. La juventud, como sujeto revolucionario en la estrategia de “ gobierno desde el territorio”, basada en las 7 Trasformaciones y en la Agenda Concreta de Acción. En un contexto global donde la crisis estructural del capitalismo precariza y desmoviliza a la juventud, la capacidad del bolivarianismo de atraer y empoderar a miles de jóvenes (de 14, 15, 20, 25 años) que “han dicho en el territorio quiero trabajar por mi comunidad, por mi Patria”, es un indicio de la vitalidad del proyecto revolucionario.
La Consulta Popular Nacional de la Juventud, que también fue votada el 27 de julio, y que financiará 5.337 proyectos, no es solo una política pública, sino una estrategia para formar nuevos liderazgos desde la base, asegurando la continuidad generacional de la lucha.
Esta participación juvenil se enmarca en la profundización de la transformación del Estado hacia un «modelo de gobierno eminentemente popular, con mayor presencia en el territorio y menos dependencia del escritorio«. La consigna «menos escritorio y más territorio» es una directriz que busca superar la lógica burocrática del Estado burgués y establecer un contacto directo y constante con las comunidades. “Este reto organizativo y político -dijo el mandatario- implica una transferencia efectiva de poder a los Consejos Comunales y las Comunas, empoderando a las bases para que sean los verdaderos protagonistas de la gestión y el desarrollo: un paso esencial hacia la construcción del Estado Comunal”.
La política de Nicolás Maduro tras las elecciones revela una estrategia clara de consolidación de la hegemonía y gestión de las contradicciones de clase. El presidente ha dado instrucciones a la vicepresidenta Delcy Rodríguez para convocar el Consejo Federal de Gobierno con los 24 gobernadores y los 335 alcaldes electos, incluyendo a los 50 alcaldes de la oposición. Esta «encerrona» o taller, como se le ha llamado, no es una mera cortesía democrática. Es una táctica inteligente para aislar a las facciones más moderadas de la burguesía opositora de los elementos más extremistas y desestabilizadores.
Maduro extendió su «mano de obrero, hombre de a pie«, invitando a todos “a trabajar juntos en un solo plan: Venezuela”. Un llamado de unidad y respeto que busca integrar a los actores políticos en un marco de gobernabilidad que, si bien permite el diálogo, siempre se subordina a los intereses del pueblo y el territorio. La presentación del Plan de las Siete Transformaciones (7T) y las Agendas Concretas de Acción de los 5.338 circuitos comunales en este Consejo Federal de Gobierno es una clara señal de que la agenda la marca el gobierno bolivariano, invitando a la oposición a sumarse a un proyecto ya definido por el poder popular. El llamado a «ponerse las pilas para recorrer las comunidades y gobernar junto al pueblo» indica una exigencia de alineación con el modelo de gestión territorial.
Los resultados electorales, con el crecimiento de las fuerzas revolucionarias de 210 a 285 alcaldías y la disminución de la oposición de 125 a 50, son un «por algo será» que interpela directamente a las facciones anti-chavistas. Esta debacle de la oposición es la manifestación de su profunda crisis estratégica y su incapacidad para articular un proyecto que conecte con las necesidades de las masas.
La emergencia de una nueva alianza de «derecha moderada», que ha decidido «liberarse de sus partes más extremas e impresentables», es una respuesta a esta crisis. Estos sectores buscan una vía de participación que evite la confrontación abierta y se adapte a las reglas del juego bolivariano, buscando influir desde una posición de menor confrontación.
Maduro, al recordar las siete elecciones municipales realizadas desde el año 2000, a pesar de dificultades, agresiones, pandemias, intentos de magnicidio, guarimbas, guerras y persecución económica extranjera imperial, reafirma la legitimidad democrática del proceso bolivariano y su carácter de resistencia antiimperialista. El mensaje a medios como CNN es un desafío directo a la narrativa hegemónica que busca silenciar los logros de la Revolución.
«Aquí no vale nada de eso. No le comemos coba a nadie, cuando hace falta hacer elecciones, se hacen, porque no le tememos a nadie. ¡Nosotros vamos pa’ lante y nadie nos detendrá, porque no han podido jamás ni nunca!«, exclamó Maduro, consolidando la visión de un pueblo empoderado que defiende su soberanía.