Jimmy López Morillo/
Según la tradición cristiana, el mes pasado fue Santa. Se conmemoraron los suplicios que llevaron a la inmolación de Jesús de Nazaret, el Cristo a quien Alí Primera llamó “nuestro primer camarada”, pues con su prédica y ejemplo entregó su vida por los pobres, enfrentando, al entonces, más poderoso imperio del planeta, el romano.
Vimos, como es usual, a los representantes de la Iglesia Católica, desde su más rancia oligarquía hasta quienes en sus diferentes instancias la integran, encabezar procesiones, misas, con sermones prefabricados en una dirección, ofreciéndonos vida eterna siempre y cuando mantengamos conductas sumisas a los intereses a los que responden, ya sabemos cuáles, no necesariamente los de Cristo.
Elevaron plegarias al cielo, manipulando a sus cautivas audiencias en nombre de Jesús, pero sin ninguna condena o alusión al genocidio que está perpetrando el sionismo de Israel en contra del pueblo palestino, el de Cristo, como sí lo hizo el papa Francisco en su último mensaje. 51.200 asesinados impunemente en 18 meses en Palestina, no encontraron oración por sus almas entre las cúpulas eclesiásticas.
No tendría nada de raro que algunos sí hayan bendecido las bombas destinadas a masacrar a mujeres, niños, hombres, ancianos en Gaza y Cisjordania, como antes lo hicieron con las destinadas a caer sobre Vietnam y lo han venido haciendo con tantas matanzas en el planeta, respaldando a dictadores, convalidando exterminios de pueblos enteros.
En Venezuela sobran los ejemplos. El 11 de abril de 2002 fueron signatarios del decreto con el cual Pedro Carmona liquidó la voluntad del pueblo expresada en la Constitución. En los tiempos de quema de personas vivas, guayas entre vías para degollar motorizados, echaron el agua, supuestamente bendita, sobre sus perpetradores. Han respaldado el criminal bloqueo contra nuestra Patria.
En los días presuntamente santos, salvo con escasas excepciones, no salieron a pedir oraciones por nuestros migrantes inhumanamente secuestrados, encarcelados en El Salvador por Donald Trump y su pelele Nayib Bukele.
A escasas horas de cambiar de paisaje, Francisco –por quien hoy se rasgan las vestiduras, les dio una contundente lección en sus últimas palabras. Como se las sigue dando Alí Primera, recordándoles que “No basta rezar”.