Siempre ha habido gentecita como la que señala el título de esta nota. Pero la verdad es que, consciente o no, el presidente de Argentina Javier Milei ha hecho todo lo posible para dejar atrás, al menos momentáneamente y en el menor tiempo posible, a homólogos competidores por el título de “mandatario (elegido) más repudiado de la historia”. Y es que el economista argentino ha pujado hasta lo inimaginable para atraer las miradas de sus seguidores de la extrema derecha anarcocapitalista y de los medios de comunicación ansiosos de capturar imágenes y sonidos de cada una de sus locuras y metidas de pata.
El miércoles pasado, ese esperpento llegado a la Casa Rosada por múltiples accidentes sociológicos, económicos, sociales y políticos, acrecentados por la fatal existencia de un gobierno anterior, débil, tibio y timorato, encabezado por Alberto Fernández, montó un terrible y cursi espectáculo en Buenos Aires porque “quería cantar”.
Milei primero mudó de piel para convertirse en cantante de rock y gritar al viento estrofas como esta: “Soy el rey de un mundo perdido, soy el rey y te destrozaré, desnúdate y enfrenta mis dientes, soy el rey, el rey león”. Luego se vistió de catedrático para “deleitar” a una audiencia con un larguísimo relato del libro Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica, obra supuestamente escrita por él y acerca de la cual hay señalamientos de ser producto del plagio de textos originalmente elaborados por verdaderos investigadores.
En esta intervención, Milei defendió la existencia de los monopolios, pero de los monopolios privados, pues a su juicio son positivos para los ciudadanos. “Solo son malos cuando el que está en el medio es el maldito Estado, el maldito socialismo”, dijo. Habló este señor del “buenismo socialista” y de cómo este se traduce, cuando se aplica, en “menos libertad y peor economía”. Por eso, afirmó, “si hay propiedad privada, no hay Estado”.
Y en eso último tiene razón el presidente argentino. Justo en este momento, no hay Estado que proteja a sus compatriotas de la inflación, el desempleo, la baja del consumo y el alza imparable del dólar. Tampoco del hambre. Su gobierno tiene retenidos 5 millones de kilos de alimentos que estaban destinados a los comedores populares.
Veámonos en ese espejo ante las propuestas similares a las de Milei que andan con un afiche en la mano recorriendo Venezuela.