No importa la plataforma. Diarios, radio, televisión, portales… La coincidencia es curiosa, pero no inexplicable, en estos tiempos en los que la cartelización de la oferta informativa se ha hecho rutinaria a la hora de atacar naciones, sectores o personajes incómodos para los poderes establecidos.
Y si se trata de guerras convencionales o de cuarta generación, es bien sabido que una de las potenciales primeras víctimas de un conflicto es la verdad. Tal caso que puede verificarse a diario en titulares, fotos, textos y hasta caricaturas de la prensa española.
El Mundo y ABC, cuya audiencia reúne monárquicos, franquistas, militantes de los partidos Popular, Vox y demás perlas conservadoras, no se diferencian en casi nada a cómo presenta El País (que se supone se debe a los lectores progresistas) temas tales como el conflicto entre Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (con Ucrania de tonto útil) y las realidades de otras naciones como Venezuela, Cuba o China. Lo mismo puede decirse de la televisión ibérica.
Todos estos medios mantienen discursos que rediseñan la realidad y llevan a sus consumidores de información a creer que, por ejemplo:
Ucrania está ganando la guerra casi desde antes de que esta estallara. ¿Neonazis? ¿Mercenarios franceses, colombianos o estadounidenses? Eso no existe. Vladimir Zelensky se manda solo y es un demócrata cabal, aunque no haya convocado elecciones tras vencerse su período. Los 10 años de agresión ucraniana en el Dombás son invisibles en esos medios.
Vladimir Putin está pendiendo de un hilo producto de la derrota inminente. Rusia está quebrada como consecuencia de las sanciones occidentales. No es cierto que los europeos de a pie estén pasando trabajo. El viejo continente es un jardín y el sur del mundo es un terreno baldío. El Brics es puro cuento chino. La hegemonía estadounidense está incólume.
Y que Venezuela, nación donde ya es costumbre el voto universal directo y secreto, en procesos electorales en los que ganan y pierden gobierno y oposición; país donde hacen vida toda clase de partidos políticos, religiones, manifestaciones culturales; donde operan medios de comunicación locales, regionales, nacionales y extranjeros en los que se puede y se dice casi que cualquier cosa, es presa de una férrea dictadura poco complaciente con Estados Unidos y la Unión Europea.