Está más que demostrado que los europeos no aprenden del pasado, especialmente de las terribles tragedias sufridas a lo largo de siglos en los que las guerras dinásticas, civiles, religiosas o entre Estados, coaligados o no, han teñido con la sangre de soldados, niños, mujeres y ancianos, los ríos y mares, los campos y las ciudades de ese continente. Y lo peor del caso es que en este comportamiento de radical desmemoria, por lo general, cuando se lanzan por el despeñadero, se llevan, o ponen todo el empeño en llevarse consigo a otros pueblos, especialmente si estos pueden servirles como carne de cañón.
Ejemplos de eso hay de sobra: canadienses, australianos, sudafricanos, egipcios, argelinos, tunecinos, marroquíes, indios, árabes, vietnamitas y chinos, fueron utilizados en distintos momentos para defender los intereses de potencias coloniales como Francia e Inglaterra.
En el caso de Estados Unidos, Puerto Rico y Colombia cotizan, el primero en condición de colonia, y la segunda como protectorado, incluso hoy día, en el mercado de hombres disponibles para matar y morir en conflictos armados que no son suyos.
Repito, Europa no aprende de la historia propia. Pues, así como sus élites explotaron a pueblos de diversas condiciones y geografías para sus fines como metrópolis otrora todopoderosas, en la actualidad los socios de esa corporación llamada Unión Europea hacen el papel de tontos útiles del Pentágono y de los factores que inciden en la política exterior de la Casa Blanca.
En Ucrania juegan atizando un fuego que, si toma fuerza, no van a poder apagar. Cobijados los Estados del Viejo Continente en la OTAN, obedecen sin chistar al mandato absoluto de Washington.
En fin, Europa no es independiente. Su modelo pareciera haber llegado al llegadero. Y aunque intente aparentarlo y trate de mantener en el imaginario universal que sigue siendo una sólida referencia en lo político, lo social y lo económico, idea otrora muy bien vendida en prensa, agencias de noticias, cine, radio y por toda clase de artistas e intelectuales subvencionados abierta o furtivamente, el mundo mira hacia otros destinos.
El guerrerismo financiado por Estados Unidos y el auge de los partidos de extrema derecha en esa zona es una alerta no solo para esa región. También lo es para el resto del globo, especialmente por la mala costumbre que han mostrado los europeos, a la hora de optar por matarse entre ellos, de llevar la destrucción y la muerte a otras naciones en nombre de sus mezquinos intereses.