Exigen «sanciones» y luego fingen dolor ante el sufrimiento general
Es de por sí una conducta sádica exigir que otras naciones decreten medidas coercitivas unilaterales contra su propio país, a sabiendas de que causarán muerte, enfermedad y sufrimientos a millones de seres humanos y daños materiales terribles a la propiedad pública y también a la privada.
En algunos casos, esto tiene cierta dosis de masoquismo porque las mal llamadas sanciones afectan también a los oposicionistas (salvo los cabecillas, que están tranquilos en sus exilios dorados), a sus familiares y a sus bienes.
Pero el grado de gusto por el dolor (ajeno y propio) se redobla con la actitud despreciable de quienes, luego de haber rogado a Estados Unidos y Europa que nos bloqueen y castiguen, aparecen en las redes sociales expresando su dolor por las calamidades que padecen, sobre todo los más pobres, los enfermos, los excluidos por diversas causas.
Equivale a la actuación de quien incendia un bosque y luego llora por los árboles y los animalitos silvestres. Hipocresía y manipulación en grado superlativo.
Aplauden el bloqueo al gasoil y denuncian fallas del transporte
Ya lo hicieron con la gasolina y ahora le toca el turno al gasoil. Los «líderes» (es un decir) opositores y los analistas, periodistas y tuiteros de la «prensa libre» (es otro decir) se han pasado años pidiendo que el bloqueo abarque los combustibles del transporte de carga y pasajeros. Han solicitado ese tipo de actividades extorsivas para lograr un objetivo macabro: paralizar el país, obstaculizar en forma extrema la circulación de personas, alimentos y medicinas, es decir, jugar una vez más con la vida, la salud y la integridad de la gente. Dicen que cuando eso pase, derrotarán al réeegimen.
Pero, tan pronto comienzan a producirse tales efectos, van apareciendo uno tras otro los mismos voceros probloqueo, los mismos entusiastas de las medidas coercitivas unilaterales a decir que hemos retrocedido más de un siglo en materia de transporte y que pronto veremos a la gente llevando sus cargas en carretas de bueyes. Una canallada a todo motor.
Obligan a la gente a emigrar, la difaman y después lamentan la ola xenofóbica
Una de las peores vilezas cometidas en los últimos años en contra del pueblo venezolano ha sido la campaña brutal que se puso en marcha para forzar o estimular a cientos de miles de personas a irse del país.
Para alcanzar esa meta sembraron la desesperanza y hasta el odio contra el propio país, sobre todo en los más jóvenes, y les hicieron creer que las otras naciones eran paraísos capitalistas muy prósperos, donde los estaban esperando ansiosamente.
Una vez que lograron la emigración masiva, le dieron una vuelta de tuerca a su redomado sadismo al enfocar la campaña en la matriz de que los venezolanos constituyen una pesada carga para los países vecinos. Prominente figurones del supuesto gobierno paralelo llegaron a comparar a sus compatriotas (otra vez es un decir porque esos personajes son apátridas) con una especie de peste.
Después de realizar una operación tan depravada y abyecta, simulan lamentar las oleadas de xenofobia que ellos mismos han patrocinado, en alianza con los gobernantes de la derecha recalcitrante del vecindario. Malignidad reforzada.
Llevan años destruyendo la moneda y se burlan de los billetes nuevos
El ataque al bolívar ha sido uno de los componentes más sostenidos de la guerra económica. Se está aplicando desde hace al menos ocho años e incluye las estratagemas para devaluar la moneda nacional y desmontar de facto el control de cambio. Notables y de gran envergadura han sido también las operaciones para sustraer el dinero en efectivo y causar así grandes molestias a la colectividad nacional.
En las oportunidades en que han logrado un objetivo parcial en esta guerra, los destructores del bolívar asumen el rol de denunciantes del desastre económico. Lo han hecho cada vez que las autoridades se han visto obligadas a ejecutar reconversiones o ampliaciones del cono monetario. Lo hicieron cuando el gobierno no tuvo otra salida que permitir la circulación de dólares en la economía doméstica. Y lo están haciendo ahora, tras la emisión de nuevas denominaciones de billetes.
La forma favorita de criticar esta última medida es decir que, pese a su valor millonario, el billete vale apenas una fracción de un dólar. Es cinismo en estado puro porque entre quienes hacen ese planteamiento están los promotores de todas las perversas conspiraciones contra la moneda, la producción nacional y hasta la autoestima de los venezolanos y las venezolanas.