240 años de la Rebelión Comunera Andina y 150 de la Comuna de París
El artículo 60 de la Ley Orgánica de las Comunas nos dice que entre “los sistemas de agregación comunal” se encuentra “la Ciudad Comunal: constituida por iniciativa popular, mediante la agregación de varias comunas en un ámbito territorial determinado”. Este referente jurídico es importante ya que el 5 de febrero de 2021, en la Asamblea Nacional se habló de “La ley del Parlamento Comunal y la Ley de la Ciudad Comunal”, metas de la Comisión Permanente para el Desarrollo de las Comunas de la AN que se instala en este momento histórico de pandemia y guerra híbrida. Cuando Simón Rodríguez nos dice que: “la verdadera utilidad de la creación es hacer que los habitantes se interesen en la prosperidad de su suelo, y nos pide que: “¡Ojalá cada parroquia se erigiera en toparquía!” y nos explica que una confederación de toparquías es el “gobierno más perfecto de cuantos pueda imaginar la mejor política” porque “es el modo de dar por el pie al despotismo”, entonces tenemos que revisar qué ciudad tenemos y cuál deseamos construir colectivamente.
La ciudad de Rockefeller
El arquitecto Carlos Pou, nos dice que “las ciudades adoptan la forma que estimula la vocación productiva”. Caracas sufre una transformación cultural en el Trienio Adeco, comprendido entre 1945 y 1948, período que inaugura el inicio de Acción Democrática como primera fuerza política venezolana que, sumisa a Washington, recibe la visita de “un grupo de asesores extranjeros, promovidos por Nelson Rockefeller y dirigidos por Robert Moses” que definen “un Plan Arterial Nacional, donde se establecieron los trazados de las carreteras y autopistas, y las ubicaciones de los puertos y aeropuertos del país”. Estos “asesores norteamericanos nos enseñaron a vivir la “modernidad”. Emergieron las autopistas y los nuevos íconos arquitectónicos, para simbolizar el pacto con la nueva realidad económica y cultural que venía para quedarse: los edificios de oficinas, las urbanizaciones de quintas, los edificios especializados en la venta de vehículos, las tiendas por departamentos, los centros comerciales, los automercados, los campos de golf, etc.”. Este plan “definió, al menos en el pequeño y tortuoso valle de Caracas, consecuencias de muy difícil reversibilidad, por las fracturas urbanas que significaba su complicado sistema vial”. Nos explica el Doctor Honoris Causa de la Unexca, que “en esa oportunidad se definió la estrecha relación que tiene en la actualidad, el conjunto de la ciudad venezolana con el vehículo automotor de uso particular. Se consagró la idea de que el uso residencial debía estar aislado, como ya lo estaban los campamentos de los extranjeros en las zonas de explotación petrolera. Se decidió, para nuestra desgracia, la inutilización del sistema ferroviario para el transporte de cargas y pasajeros; se declaró, nada más y nada menos que, la desaparición del servicio de tranvías. Ese fue, sin dudas, un momento clave para lo que sería el futuro desarrollo de nuestras ciudades y su relación con el transporte colectivo. Ahí comenzó la desarticulación de nuestras ciudades compactas, cuando, de la mano de los asesores extranjeros de Rockefeller, nuestros planificadores decidieron, junto con las autopistas, la aparición de los suburbios y la muerte de la ciudad tradicional”.
Rebelión comunera andina
El 16 y 18 de marzo de 2021, el mundo celebró 240 años de la Rebelión Comunera Andina y 150 de la Comuna de París. Aquel día de 1781, en El Socorro, Manuela Beltrán rompió el Manifiesto Comunero que llegó de Simacota, escrito por Fray Ciriaco de Archila. Este edicto ordenaba nuevos impuestos. Al comienzo los protagonistas eran las mujeres y hombres pobres, luego se le unieron comerciantes, carniceros, pequeños agricultores. Después se incorporaron indígenas que agregaron al pliego de demandas la devolución de tierras tomadas a las comunidades originarias.
El 30 de junio de 1781, se reúnen al margen del Río Táchira los comuneros de San Antonio del Táchira y los de la Villa de Cúcuta y Pamplona, constituyéndose un gobierno rebelde. Desde allí se extendió a Lobatera, se organiza una nueva administración integrada por labradores de modestos recursos.
Para el 11 de julio los insurrectos de San Antonio, San Cristóbal y Lobatera entran a La Grita y sitian la ciudad, despojan de su cargo a José Trinidad Noguera, administrador de la Real Hacienda, se posesionan del dinero existente en las arcas reales, reparten el tabaco entre el pueblo, someten a prisión a los españoles y gritenses opuestos al movimiento.
Al día siguiente organizan el gobierno rebelde bajo el mando de Juan José García de Hevia. Entre el 15 y el 25 de julio tomarían Bailadores, Guaraque, Pregonero, Tovar, Estanques, Lagunillas, El Morro, Acequias, Pueblo Nuevo y Ejido, esta última liderada por Francisco Javier de Angulo, persona de gran prestigio en los sectores populares, recibe el 27 de julio, una caravana de 600 mujeres y hombres armados con escopetas, lanzas, sables y garrotes. El 28 de julio la Expedición Comunera toma Mérida. Estaban ahí representados todos los pueblos y comunas desde San Antonio del Táchira, hasta el cercano Ejido. Una multitud de mil 500 merideños encabezados por Tomás de Contreras, salieron a la entrada a darle la bienvenida. Se dirigieron a la plaza mayor y levantaron la Horca, se leyeron las Capitulaciones y se aclamaron las nuevas autoridades.
Entre las primeras medidas estuvo dejar sin efecto los aumentos de impuestos y demás órdenes de la intendencia incluyendo derogar el estanco del tabaco, libertad de destilación del aguardiente y supresión del derecho dulce que gravaba la panela de papelón. Detuvieron a funcionarios de la Real Hacienda, entre ellos a Don José Cornelio de la Cueva, a quien obligaron a entregar el papel sellado, barajas y dinero que tenía en su poder.
La Comuna de París
La Comuna de París fue un movimiento insurreccional que tomó el poder en Francia el 18 de marzo de 1871 haciendo de la capital francesa una ciudad comunal. La Comuna gobernó 60 días en los que se promulgaron una serie de decretos revolucionarios: el Ejército y la Policía fueron reemplazados por la Guardia Nacional, integrada por ciudadanos comunes, como artesanos, jornaleros y otras profesiones; se estableció la separación entre la Iglesia y el Estado; los cargos públicos eran sometidos a elección popular y se regirían por el principio de revocatoria de mandato; dejaron de impartir clases de religión en los colegios, por tratarse de un tema de decisión personal; las fábricas abandonadas fueron ocupadas por los trabajadores; París se dividió en quartiers, localidades con cierta autonomía que cooperaban con la organización central; los funcionarios recibían un sueldo similar al de los obreros; el precio de los alquileres fue controlado por la Comuna; se crearon guarderías para los hijos de las obreras; las viudas y huérfanos de la Guardia Nacional fueron reivindicados con pensiones.
Dos objetivos no fueron logrados: no se tomó el palacio de Versalles, cuna del poder político en Francia y no se tomó el Banco Nacional de Francia, cuna del capitalismo. Al no tomar posesión de esa institución y de sus recursos, la Comuna no pudo evitar el flujo de dinero desde París hacia Versalles, que terminó financiando al ejército que acabó con el primer gobierno de la clase obrera de Europa.
¡Comuna o nada! ¡Viva la toparquía de Simón Rodríguez!