A absolutamente nadie le debe sorprender los irracionales y sangrientos ataques ordenados por el presidente de turno del imperio norteamericano, Joe Biden. Todos los mandatarios e inquilinos de la Casa Blanca actúan sometidos bajo la lógica impuesta de la guerra permanente ideada por Herman Kahn (“sistema de guerra”).
La mayoría de los conflictos bélicos de este país son creados artificiosamente por sus laboratorios de guerras para enfrentar a enemigos muchas veces imaginarios a total discreción de los halcones del Pentágono.
Todas sus guerras están justificadas en el control geopolítico (del petróleo, por ejemplo) y son necesarias para mantener aceitada la multimillonaria maquinaria armamentista, la cual siempre está en constante movimiento alrededor del mundo y controla los hilos del poder hasta en el propio Congreso norteamericano. Su principal premisa es generar terror bajo la amenaza constante de la disuasión militar. Aplastando con los pies cualquier posibilidad de diálogo o entendimiento con sus adversarios políticos.
Entre el siglo XX y el siglo XXI, el imperio norteamericano sustituyó el arte de las palabras y la diplomacia por su prolífica capacidad de lanzamiento de bombas letales de altísima precisión.
En Siria, acaba el presidente Biden de estrenarse -al ordenar justicia por su propia mano- en el sangriento arte de asesinar impúdicamente seres humanos en cualquier lugar del planeta. Hasta ahora, había sido solamente testigo de excepción, al presenciar la destrucción causada por el vergonzoso premio “Nobel de la Paz” Barack Obama, mientras fue su Vicepresidente. Durante el mandato de Obama no solo continuaron campantes las guerras heredadas en Afganistán, Irak y Siria, también autorizaron decenas de ataques a países como Libia, Pakistán, Somalia y Yemen. Ocho años continuos de guerra, siempre con el mismo resultado: Estados Unidos atragantado con las arenas del desierto.
Biden en Siria e Irak arranca bajo la misma lógica pendenciera del Tío Sam, atacando militarmente territorio extranjero sin respetar la soberanía ni el derecho internacional. El ataque en el cruce fronterizo sirio-iraquí de Abu Kamal, provocó al menos 22 muertos y la destrucción de viviendas, vehículos, infraestructura y parte de la vialidad.
Repitiendo a cabalidad los disparatados errores de Obama y de Trump, Joe Biden apenas pudo justificar el criminal bombardeo contra territorio sirio diciendo que “No pueden actuar con impunidad. Tengan cuidado” y que este tipo de ataques aéreos quirúrgicos son “necesarios para abordar la amenaza y fue proporcional a los ataques anteriores” contra las repudiadas bases norteamericanas ubicadas ilegalmente en territorio iraquí.
Hay que recordar que este territorio fue liberado por las fuerzas al mando del general Qassem Soleimani (asesinado vilmente por Estados Unidos en enero del 2020 en el propio aeropuerto de Bagdad), desalojando completamente a las fuerzas terroristas del Estado Islámico (ISIS) que pretendían incorporar el territorio a su frustrado califato. Múltiples pruebas han demostrado que ISIS ha recibido constante financiamiento, equipamiento y entrenamiento militar de manera abierta y descarada por parte del gobierno norteamericano y sus aliados en la región.
Geopolíticamente el interés norteamericano sobre este territorio se basa en la presencia de los principales yacimientos de petróleo ubicados en suelo sirio, por lo que su ilegal “ocupación” merma directamente las fuentes de ingreso del gobierno del presidente Bashar al-Ásad. Además se señala que este enclave estratégico posibilita “el flujo de mercancías desde Irak, evitando así un enlace sólido entre Teherán, Bagdad, Damasco y Beirut”. Toda una pesadilla para el imperio norteamericano.
Las críticas al ataque ordenado por Joe Biden no se hicieron esperar. Las más importantes llegaron del propio Congreso norteamericano. Así, el senador Chris Murphy (presidente del subcomité de Exteriores para Antiterrorismo) señaló que “los ataques en represalia -como el de Siria-, que no son necesarios para prevenir una amenaza inminente, deben estar dentro de la definición de una autorización de fuerza militar existente del Congreso”. Evidentemente Biden quiere aplicar la misma fórmula de sus antecesores de eludir las autorizaciones que debe emitir el Congreso. El senador Bernie Sanders también expresó certeramente que “Me preocupa mucho que el ataque de ayer en Siria ponga a nuestro país en el camino de seguir con la guerra de siempre en lugar de ponerle fin. Este es el mismo camino en el que hemos estado durante casi dos décadas”.
Por su parte, la cancillería rusa rechazó el bombardeo criminal y desproporcionado señalando que “condenamos enérgicamente tales acciones” y solicita el “respeto absoluto a la soberanía y la integridad territorial de Siria”, así como “confirmamos nuestra oposición a cualquier intento de convertir el territorio sirio en un campo de arreglo de cuentas geopolíticas”. Más claro imposible. Biden arranca su gobierno repitiendo el mismo libreto fracasado de la política exterior norteamericana en el Medio Oriente.