Sin rubor alguno, las fuerzas reaccionarias revelan sus planes, se desdicen y reciclan odios
El caos, el colapso y la osteoporosis moral
Estamos en una época de descaro absoluto de las fuerzas reaccionarias. La derecha siempre ha pensado igual, pero en otros momentos ha cuidado la forma de expresarlo. Hoy en día son de una sinceridad escalofriante.
Así vemos a un sujeto como Iván Simonovis confesar con total desparpajo que es parte de un plan que se desarrolla hace varios años para provocar caos en el país y conducirlo al colapso total, todo con la finalidad de tomar el poder.
Es conveniente reservar muy bien ese tipo de testimonio. En primer lugar porque confirma lo que tantas veces han dicho los voceros revolucionarios y tantas veces han pretendido desmentir los del bando opositor, en particular los extremistas, pero no pocas veces también los «moderados».
Tener bien en cuenta ese tipo de infidencias es pertinente para cuando alguien nos diga que aquí la gente que está presa, solicitada (o acusada de muchos delitos y, sin embargo, libre) están en esa situación «por pensar distinto».
Guárdense también las confesiones de Simonovis, para que conste que hay muy pocos hechos aislados; que casi todos los eventos desgraciados que ocurren en el país, incluyendo los actos de la delincuencia organizada y paramilitarizada, son parte de secuencias nefastas dirigidas a un mismo y perverso fin.
También es bueno salvar el video del mencionado matón, para no dejar de compararlo con sus poses de abuelito enclenque, aquejado de múltiples achaques, incluyendo osteoporosis, que fueron utilizadas para victimizarlo y lograr el beneficio de casa por cárcel, preludio de su fuga.
Al equiparar ambas situaciones, se concluye que la osteoporosis de este paciente, y la de muchos otros opositores, no es física sino moral. Por dentro no les queda un hueso sano.
Piden bloqueo… y piden vacunas
Otro aspecto indignante del descaro creciente de la oposición pirómana (y hasta de algunos sectores que se autodenominan democráticos) es que actúan de manera abierta para impedir que el país pueda funcionar adecuadamente y luego, sin el menor rubor, reclaman las fallas y carencias que sufre la población en general.
Lo hemos visto durante años con los alimentos y medicinas. Los mismos que solicitan a otros países aplicar cada vez más fuertes medidas coercitivas y bloqueos, declaran a los medios de comunicación (que están a su servicio) que en Venezuela se pasa mucha hambre y faltan fármacos fundamentales.
Ahora estamos viendo tal inconsecuencia con el asunto se las vacunas contra la covid-19. Los mismos grupos de ultraderecha que han hecho todo lo posible por impedir que Venezuela tenga acceso a sus recursos legítimos para la compra de las vacunas, intentan relanzar su vieja meta de «calentar la calle» con protestas que utilicen la consigna «¡Vacunas ya!». Está claro que no tienen remedio.
La tarjeta única de los Puppys
Tampoco tienen empacho alguno en cambiar de estrategia sin dar explicaciones a los seguidores que les van quedando.
Esto se aprecia en que, luego de cinco años negándose a aceptar la vía constitucional de las elecciones, y después de dos años repitiendo que solo se medirían con los votos si los dejan encabezar primero un gobierno de transición, la ultraderecha que manda aún en la oposición anuncia candidaturas y hasta habla de una tarjeta única para aglutinar a los suyos.
El propio autoproclamado ha sido el vocero de la supuesta nueva alianza opositora, denominada Plataforma Unitaria de Partidos Políticos y Sociedad (Puppys), que canalizará, según las órdenes del supuesto embajador de Estados Unidos (desde Bogotá), James Story, todas las fuerzas antichavistas.
A juzgar por su primer acto público, los Puppys no logran todavía aglutinar una organización de masas. Debe ser porque está recién nacida. No debe olvidarse el detalle de que esta palabra en inglés significa «cachorros».
El reciclaje de odios en España
La derecha ha tenido todo el poder en España, primero con la dictadura de Franco y luego con los gobiernos franquistas del PP y los falsamente socialistas del PSOE. Pero la derecha quiere más y más poder, y quiere borrar del mapa a todo aquello que no sean ellos mismos. Fascismo, le dicen.
Esa España retrógrada ha sido una de las más activas fuerzas injerencistas de la Unión Europea en Venezuela. Los líderes ibéricos y sus medios de comunicación han patrocinado golpes de Estado desde 2002 y han aupado y aplaudido a los políticos violentos de la ultraderecha venezolana, al punto de acogerlos allá como héroes.
Ahora, en el plano interno, les germina la semilla de los peores odios. El lenguaje se torna ya no solo intransigente y virulento, sino más bien abiertamente asesino y supremacista. De ese punto hasta concretarse en hechos no hay un largo trecho, advierten los observadores aterrorizados.
Están reciclando los odios que han tratado de implantar en nuestra tierra. Ojalá no ocurra porque —lo sabemos por experiencia—, esas cosechas malditas siempre las termina pagando la gente común.