Por Santiago Mayor
El presidente chino Xi Jinping fue reelecto como secretario general del Partido Comunista (PCCh) en el marco de su XIX Congreso. Además su nombre y su planteo sobre el “Socialismo con Características Chinas” fueron incorporados a la Constitución del Partido.
Oficialmente denominado “Pensamiento de Xi Jinping sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era”, la nueva doctrina será motivo de estudio y guía de acción para los militantes de la organización política más grande del mundo. En el documento partidario se incorporaron también la campaña que impulsa el jefe de Estado contra la corrupción y su proyecto de Nueva Ruta de la Seda.
De esta forma Xi, que también preside la Comisión Militar Central y desde 2013 es el jefe de Estado chino, alcanza un estatus político en el país sin precedentes durante las últimas décadas.
La inclusión de su nombre y su filosofía en las bases partidarias lo equipara con Mao Zedong, líder histórico de la República Popular China desde su formación en 1949, y Deng Xiaoping, sucesor y responsable de la apertura capitalista del gigante asiático. Sin embargo, el nombre de este último fue incluido luego de su muerte en 1997 mientras que Xi, al igual que Mao, goza de ese privilegio en vida.
Nueva era
En su discurso de apertura del XIX Congreso -que duró más de tres horas- Xi explicó que la potencia asiática se encontraba ante una “nueva era” en su desarrollo. “Uniremos al pueblo chino y a todos los grupos étnicos y los llevaremos a una victoria decisiva en la construcción de una sociedad próspera en todos los aspectos y en el impulso para asegurar el éxito del socialismo con características chinas”, sostuvo.
Según su mirada, y si se lleva a cabo su proyecto, China será “moderadamente próspera” para 2035, mientras que alcanzará el estatus de país “próspero, fuerte y democrático” para 2050. Con ese horizonte la era que comienza “verá a China acercarse al centro del mundo y hacer más contribuciones a la humanidad”.
La aprobación por unanimidad de todos los postulados de Xi llevan a una concentración de poder como no se veía en el país desde los tiempos de Deng quien, aunque murió solo con el título de presidente honorario de la Federación china de Bridge, manejó los hilos del gobierno hasta sus últimos días. Incluso algunos medios de comunicación han catalogado el XIX Congreso del PCCh como un “golpe de estado incruento” que ha permitido al actual mandatario aumentar su hegemonía.
Esto se verá en el nuevo Comité Central -tercer nivel de la jerarquía del partido- integrado por 376 personas -204 fijos y 176 suplentes (solo 10 mujeres)-, los 25 miembros del Politburó -el segundo nivel- y los del Comité Permanente, el máximo órgano de dirección, y compuesto por un número que oscila entre los cinco y los nueve.
Este último ha sido renovado en casi su totalidad. Solo han quedado Xi y su primer ministro Li Keqiang, mientras que los otros cinco miembros fueron reemplazados. El Comité Permanente saliente había sido heredado de la administración anterior, mientras que la nueva composición ha sido designada por el jefe de Estado.
Así se han incorporado el vice primer ministro Wang Yang; el jefe del comité del partido de Shanghái, Han Zheng; el director de la oficina del Comité Central del PCC, Li Zhanshu; jefe del departamento de organización del Comité Central del PCC, Zhao Leji, y el jefe del Centro de Estudios Políticos en el Comité Central del PCC, Wang Huning.
Zhao es uno de los hombres de mayor confianza del mandatario y ha sido incluido también entre los nuevos miembros de la comisión para la investigación de la disciplina, eje central de la batalla contra la corrupción y pilar del gobierno de Xi.
Contra la corrupción y por la renovación de las Fuerzas Armadas
Hijo de Xi Zhongxun, ex viceprimer ministro de China y uno de los fundadores de la guerrilla comunista, el presidente actual se unió al PCCh en 1974 a los 21 años. En esa década se recibió de ingeniero quíimico en la Universidad de Tsinghua, en Pekín. En esa casa de estudios también obtuvo el doctorado en teoría marxista en la Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales.
Durante sus distintos cargos en el partido se fue haciendo fama de luchador contra la corrupción, tanto dentro de la organización como en la administración pública. Fue así que en 2007 fue nombrado secretario del PCCh en Shanghái, reemplazando a Chen Liangyu quien había sido destituido justamente acusado de aceptar sobornos y malversación de fondos.
Con su llegada a la jefatura de Estado esta impronta se incorporó como política pública. En los últimos cinco años se iniciaron investigaciones de la “violación de la disciplina del partido” con respecto a 440 funcionarios regionales y nacionales. “El partido debe aplicar con firmeza el autocontrol y seguir de cerca sus actividades en todos los aspectos”, declaró Xi en el último congreso.
Pero en el marco de la “nueva era” que se avecina, la potencia asiática busca también renovar y mejorar sus fuerzas armadas. Ya se han dado los primeros pasos este año con la apertura de la primera base extraterritorial china en Yibuti (África). “Haremos todos los esfuerzos posibles para fortalecer la capacidad de defensa y la modernización de las fuerzas armadas de China”, apuntó el presidente.
Actualmente el país no participa abiertamente en ningún conflicto bélico aunque posee instructores militares y fuerzas de paz en distintos países, principalmente en el continente africano. A esto hay que sumar su rol conductor en la Organización de Cooperación de Shangai, organismo de seguridad regional (similar a la OTAN) que integra a cuatro países con armamento nuclear: la propia China, Rusia, Pakistán y la India. Así como también naciones con una ubicación estratégica en Asia Central como son Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbequistán.
La reestructuración del mercado mundial
Finalmente, lo que en caso de concretarse probablemente ponga a Xi en los libros de historia de todo el mundo, es su proyecto de la “Nueva Ruta de la Seda”, planificado para modificar el mercado mundial corriendo el eje hacia oriente. Algunos analistas lo han denominado “el Plan Marshall chino” en comparación con el dinero prestado por EE.UU. a Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial.
La iniciativa prevé una enorme inversión en infraestructuras (rutas, vías férreas, puertos, oleoductos, etc.) más de 60 países de Asia, Europa y África. Paradójicamente en tiempos donde la globalización neoliberal se encuentra en crisis en Occidente, Beijing proyecta su influencia hacia el 80% del planeta.
Entre algunas de las iniciativas se pueden destacar la inversión de 50 mil millones de dólares en Pakistán para modernizar el puerto de Gwadar y construir una ruta comercial hasta la ciudad de Kasgar, en la provincia china de Xinjiang garantizando así la salida comercial de productos chinos a Medio Oriente y África evitando el estrecho de Malaca.
También la modernización de dos importantes vías férreas: la norte -la más grande del mundo- que parte de China y pasa por Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia y llega hasta Alemania donde se distribuye al resto de Europa; y la sur que también por Asia central pasa por Irán y llega a Europa a través de Turquía.
El proyecto, al igual que los principales postulados de la doctrina de Xi, busca estar concluido para el año 2049 cuando se cumpla el primer siglo de la Revolución China.