Reservorio moral
Entre las muchas tareas a las cuales Augusto Mijares dedicó esfuerzos intelectuales y espirituales, y sin duda la que más le apasionó, fue confrontar las visiones negadoras y oscuras sobre la esencia de los venezolanos y las venezolanas. Contra los “sembradores de cenizas”, como los llamó, se erigió cual Quijote para cabalgar la historia de nuestro pueblo y entonces, descubrir y demostrar, que contamos con un reservorio moral, cultural e intelectual sobre el cual empinarnos para construir el porvenir.
Sobre Mijares, Arturo Uslar Pietri refirió: “Mijares encuentra en nuestra vida pública numerosos y concordantes testimonios de la fe del venezolano en un ideal moral, sostenido a través de todas las vicisitudes. Si algo hemos sido es un pueblo que nunca se ha resignado a la injusticia, ni ha hecho paces con la indignidad (…) sin negar todo el drama doloroso, pero también grandioso, de nuestra historia, presenta el resplandeciente expediente de las virtudes cívicas venezolanas, el respeto a los principios, el amor a la justicia, la condenación de la fuerza, el culto a la magnanimidad, las grandes voces alzadas para el bien que están guardadas como el mejor de los tesoros en el corazón (…) Más que tras del caballo de los caudillos, nuestras gentes se fueron detrás de las palabras de justicia y de igualdad (…)”.
A su vez, Miguel Hurtado Leña señaló: “(…) A diferencia del Quijote manchego, el Quijote Mijares, se lanzó a lo que creyó ser su misión, no porque se le hubiese secado el seso de tanto leer novelas de caballería, sino a la inversa, porque su lúcido seso le hizo ver que en la historiografía hispanoamericana muchos intérpretes –unos por apresurados y otros por interesados o pocos reflexivos- habían querido presentar como gigantes lo que no eran más que simples “molinos e viento” (…).
Confirmó Mijares que ese construir en negativo sobre nuestro pueblo no fue un hecho azaroso, sino por el contrario, sistemático, de modo que “Para desandar el camino se necesita pues, la misma insistencia en sentido contrario (…) convertir en sentimiento y en convicción profunda lo que de afirmativo podamos encontrar en nuestra historia y en nuestro carácter”. Su misión fue combatir “todo lo que regara esterilidad sobre la Patria”.
Maestro por siempre
Su nombre era Salvador Augusto Mijares Izquierdo y nació pocos años antes de terminar el siglo XIX, el 12 de noviembre de 1897, en Villa de Cura, estado Aragua. Sus padres Daniel Mijares, funcionario de la Corte Suprema de Justicia, y doña Josefa Izquierdo de Mijares, lo enviaron a estudiar a la capital. En su época juvenil obtuvo reconocimientos por su destacado desempeño y se inició en la poesía y la historia. Luis Enrique Mármol y José Antonio Ramos Sucre fueron sus poetas venezolanos favoritos. Dicen que fue un lector voraz, muy estudioso, serio, pero nunca negaba una sonrisa a nadie.
Su vocación docente despertó tempranamente y a los diecisiete años daba clases en la Escuela Andrés Bello, a la par que estudiaba derecho. Para 1921 egresó como abogado y sus escritos empezaron a circular en las revistas Cultura Venezolana, Billiken, Actualidades y en el diario El Universal.
Se adentró en los debates sobre las políticas educativas, nuestra historia, períodos y personajes insignes. En 1927 publicó su primer ensayo histórico titulado, La patria de los venezolanos en 1750. Vendrían luego sus escritos sobre el Libertador publicados en diarios y luego por la Academia Nacional de la Historia. Los trabajos de Mijares impactaron, pues su obra mostró la tradición de convivencia pacífica y constructiva del pueblo, y la existencia de los ideales colectivos de justicia e igualdad.
Fue director de Educación Secundaria Superior y Especial, y posteriormente ejerció el cargo de Ministro de Educación. Desde allí impulsó la creación de escuelas técnicas y rurales, la revista Tricolor; la aplicación de políticas de capacitación docente, entre otros. Se graduó de profesor de Geografía e Historia y posteriormente asumió el Archivo General, hoy Archivo General de la Nación.
Fue incorporado como Individuo Número en la Academia Nacional de la Historia; así como en la de Ciencias Políticas y Sociales; y de la Lengua. A su vez, fue embajador en México, Guatemala, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Por su obra, La luz y el espejo recibió en 1955 el Premio Nacional de Literatura, en la cual reafirmó el sentido democrático en el sentir del pueblo.
Entre otras obras destacan: La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana, Hombres e ideas de América, Ideología de la Revolución Emancipadora y Lo afirmativo venezolano. Su biografía sobre El Libertador, fue muy valorada pues destacó al Bolívar político y reformador social. Tuvo una vida larga y fecunda. A los 82 años, el 29 de junio de 1979 se fue a otros paisajes.
Amar la patria
Su hija Silvia refirió “su mayor orgullo fue su condición de maestro”; igualmente indicó que como padre “supo abrir nuestra mente a las más variadas experiencias, nos enseñó (…) a disfrutar de un bello atardecer, a apreciar en toda su magnitud la grandeza del mar, a conocer los colores especiales del Ávila en cada época del año. Puso a volar nuestra imaginación con las aventuras de Odiseo y Homero (…) y con la narración de nuestra historia, sembró un gran amor por Venezuela y un gran respeto por su gente”.
En este recuerdo se aprecia su punto de vista sobre la apreciación y el disfrute de la realidad, los afectos y las vivencias. Elementos que constituyen la dimensión afectiva del ser humano, y que en su opinión, deben formar parte del hecho educativo, en tanto, consideró que “(…) para una adecuada formación del individuo, era necesario lograr el equilibrio entre los sentimientos, la voluntad, los valores morales y la capacidad intelectual”.
En concordancia con Bolívar, planteó que la educación debe ser forjadora de virtudes, las cuales se encuentran en nuestra historia, que es a su vez, el “legado moral que puede y debe servirnos para reconstruir la Patria”.
Frente a los sembradores de cenizas, mantuvo su visión esperanzadora sobre nuestra capacidad para superar los obstáculos, hacer florecer el espíritu democrático y avanzar en la gran empresa de los libertadores y libertadoras: construir la patria grande.
Allí, un ejemplo a seguir.
Cuatro F Nº 148 (PDF)