Jesús Faría
A las 9 pm del 25 de octubre de 1917 inicia la toma del Palacio de Invierno, sede del gobierno de Kerenski. La insurrección fue planificada por Lenin y ejecutada exitosamente por el Comité Militar Revolucionario. Después de una frágil resistencia, el gobierno burgués es derrocado y todo el poder pasa a manos de los Soviets.
Minutos después Lenin se presenta en el Congreso de los Soviets y anuncia la caída del gobierno burgués y las primeras decisiones: se constituye el gobierno soviético, se decreta la paz, se elimina la propiedad de los terratenientes sobre la tierra, que serán entregadas a los campesinos, se establece el control obrero sobre la producción y se manifiesta el respeto a la autodeterminación de los pueblos.
Cuatro meses antes, en una reunión del Soviet de obreros de Petrogrado, un dirigente menchevique preguntó, si en medio de las crecientes dificultades que atravesaba el país, había algún partido capaz de sostener el poder por sí solo. Ante ello, Lenin respondió categóricamente: “ese partido existe, es el partido bolchevique”. Esta respuesta desató una sonora carcajada de los representantes de la pequeño-burguesía. No obstante, los hechos demostraron la inquebrantable tenacidad de Lenin y los bolcheviques, que consumaron una verdadera hazaña en la preparación y ejecución de la revolución socialista.
Con la construcción del primer Estado obrero-campesino se inicia una nueva era en la historia de la humanidad. Los explotados y oprimidos demostrarán, que están en capacidad de dirigir una nación sin la tutela odiosa del explotador.
1917 año de intensas luchas de clases en Rusia
La constitución del gobierno soviético es precedida por meses de intensas luchas populares. Bajo el terrible peso de la miseria y las muertes de la guerra, se produce la llamada Revolución de Febrero, que derroca al régimen zarista y da origen a un gobierno con el apoyo de partidos de la burguesía.
Lenin llega en abril a Petrogrado para ponerse al frente de su pequeño partido bolchevique, duramente golpeado por años de represión y rigurosa clandestinidad. Sus célebres Tesis de Abril generan un viraje violento al rumbo de toda Rusia. En ellas plantea la oposición frontal al nuevo gobierno burgués, que significa la continuidad de la guerra imperialista; lanza su consigna central de Todo el Poder a los Soviets; reclama la necesidad de establecer la paz y salir de la guerra imperialista de rapiña; establece la necesidad de trabajar paciente e incansablemente para ganar la confianza y apoyo de las masas populares…
Las batallas populares de julio pusieron a prueba el temple de los bolcheviques, quienes derrotaron la intentona de Kornilov para restablecer el régimen zarista, pusieron gran presión sobre el gobierno burgués y evitaron el desbordamiento anarquizado de las protestas populares. El pueblo ruso entendió que solo los bolcheviques luchaban sinceramente por la paz, la tierra para los campesinos pobres, el suministro de alimentos para combatir los estragos del hambre…
Ante el creciente prestigio de los bolcheviques, el gobierno de Kerenski responde con represión y persecución. Lenin debe pasar a la clandestinidad y desde ahí escribe su célebre obra El Estado y la Revolución, donde se desarrollan tesis fundamentales para la toma del poder político y la construcción de un Estado revolucionario. No puede repetirse el desenlace trágico de la Comuna de Paris cuatro décadas antes.
Desde finales de septiembre, Lenin se sumerge en la preparación de la insurrección y tiene que apelar a su genio y todo su talento de polemista para convencer a la dirección del partido bolchevique sobre la necesidad impostergable de la toma del poder. Repetía Lenin: “las masas nos han dado su confianza, hemos conquistado la mayoría en su seno, ellas no esperan palabras de nosotros, demandan hechos, acciones…”.
Finalmente, el 10 de octubre se reúne el Comité Central del partido bolchevique y se fija para el 25 de octubre la fecha para la insurrección victoriosa del proletariado, los campesinos y los soldados…
Defensa de la revolución
Después del establecimiento del gobierno soviético bajo la dirección de Lenin surgieron gigantescos retos: garantizar la paz, reorganizar al país, frenar el caos, derrotar el hambre, defender la revolución. Para un país en ruinas, sin ejército, aislado internacionalmente, eran tareas de colosal complejidad.
La defensa consumió la mayor parte de todas las fuerzas del joven Estado revolucionario. A lo interno, se desató el Terror Blanco por parte de los terratenientes, tropas leales a los zares y el gobierno depuesto. Desde el exterior se produjo la invasión de 14 potencias imperiales que buscaban “ahogar a la criatura en la cuna”, según expresión sanguinaria de Churchill.
Se fundó el glorioso Ejército Rojo, que alcanzó heroicas victorias en el frente y se adoptó la política de Comunismo de Guerra para derrotar la guerra económica.
En Europa se produjo un impresionante auge de las luchas proletarias bajo el influjo radiante de la revolución rusa. Surgieron estallidos revolucionarios en Alemania, Hungría y Finlandia, las cuales fueron ahogadas en sangre por el terror de las oligarquías. No se pudo llevar a cabo la esperada revolución europea, que detendría la agresión externa contra la Rusia soviética.
Después de más de tres años de terror, crímenes y destrucciones cometidos por la contrarrevolución, se concretó el milagro. El pueblo y el Ejército Rojo expulsaron a las tropas invasoras del extenso territorio soviético y aniquilaron a los enemigos del pueblo ruso.
Las obras de la Revolución Bolchevique
En diciembre de 1922 se funda la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que bajo la dirección del Partido Comunista alcanza obras de inmensa dimensión histórica.
En lo social se estableció la educación gratuita, se sacó a más de 100 millones de personas del analfabetismo y se formó a un ejército impresionante de técnicos, profesionales y científicos. La salud también representó un servicio gratuito, universal y de alta calidad. Se masificó la cultura y el deporte. La seguridad social alcanzó niveles desconocidos en el mundo y se establecieron amplísimos derechos laborales para los trabajadores.
Estas conquistas sociales incidieron decisivamente en la creación del Estado de bienestar en las naciones capitalistas desarrolladas, que elevó los niveles de vida de sus pueblos, pero que se desmoronó de manera acelerada luego de la desaparición del socialismo en Europa. Sin duda, la ausencia de la competencia sistémica con el socialismo impactó dramáticamente en el desmantelamiento del sistema de seguridad social.
En lo económico, el país de los soviets se convirtió en una gran potencia mundial. En solo tres lustros se industrializó sobre la base de la planificación centralizada y la participación activa y creadora de los trabajadores. Esto le permitió disponer de una sólida base material para la defensa, lo que sería de crucial importancia en la Gran Guerra Patria (1941-1945).
La victoria del Ejército Rojo y el pueblo soviético sobre la bestia fascista con el enorme sacrificio de más de 25 millones de muertos y la destrucción de buena parte del país, salvó a la humanidad de la esclavitud hitleriana y se ha convertido en una de las mayores hazañas militares de la historia de la humanidad.
Asimismo, la URSS contribuyó en la postguerra de manera determinante al surgimiento de una geopolítica sin colonialismo y de contención a las políticas hegemónicas del imperialismo estadounidense. La URSS demostró que es posible que una superpotencia pueda cultivar relaciones de respeto e igualdad con el resto de las naciones. La solidaridad internacional se convirtió en una piedra angular de la política exterior soviética.
Desintegración de la URSS y vigencia del Socialismo
Sin embargo, en el año 1991 la URSS se desintegró como consecuencia de errores y profundas desviaciones, que la alejaron de sus raíces originarias.
En lo económico, la URSS no pudo mantener el ritmo de incremento de la producción y la productividad, lo cual trajo graves dificultades para la defensa del país, exigida al máximo por la carrera armamentista desatada por los EE.UU. de la nación y la inversión social, que no pudo garantizar el ascenso de los niveles de consumo de la población.
En lo político y moral, se generó un incremento asfixiante del burocratismo en el seno del Estado, que fue castrando el carácter democrático del modelo socialista. El partido de vanguardia revolucionaria fue perdiendo la conexión orgánica con las masas. Como consecuencia de todo ello, la consciencia socialista se fue desarraigando de las masas populares.
Una corriente oportunista se puso al frente de la Unión Soviética y activó una estrategia de entrega de las conquistas de la revolución, que no pudo ser contrarrestada por un debilitado Partido Comunista.
A pesar de la desaparición del país soviético, el socialismo mantiene su vigencia histórica. El mundo dominado por el imperialismo arroja gravísimos indicadores sociales. Paradójicamente conviven portentosos avances científicos y la generación creciente de riqueza, por una parte, con dramáticos problemas de hambre, epidemias y la exclusión de millardos de personas de servicios públicos elementales, por la otra.
La economía capitalista se encuentra en manos de una oligarquía financiera especuladora y sufre agudas perturbaciones y una notable pérdida de vitalidad. Son gravísimos sus impactos en el empleo y su precarización, así como en el desmantelamiento de los sistemas de seguridad social. La creciente desigualdad social se ha convertido en una verdadera calamidad para la estabilidad del capitalismo.
Por otra parte, las naciones imperialistas despliegan guerras como mecanismo para someter a los pueblos y controlar sus recursos naturales para su explotación más inescrupulosa.
Las democracias burguesas se fundamentan cada vez más en agudas desigualdades sociales y mecanismos plutocráticos. No es la participación democrática de la población la base para tomar las grandes decisiones. Estas se adoptan en función de las fabulosas fortunas corporativas. Los sistemas democráticos capitalistas son un verdadero fraude.
La maximización de la ganancia como eje central del capitalismo ha perturbado dramáticamente su funcionamiento, las relaciones internacionales y, de manera muy grave, a los equilibrios básicos de la naturaleza. El desarrollo de las fuerzas productivas bajo los principios del capitalismo, que lo sacrifica todo al afán al lucro, destruye el medio ambiente de tal manera, que se pone en tela de juicio la existencia de la humanidad. El capitalismo es incompatible con la vida humana.
Sin la URSS, el mundo ha empeorado su desempeño socioeconómico y político, su seguridad y la convivencia entre las naciones. Hoy más que nunca se impone el dilema de socialismo o barbarie. Sin duda alguna, el socialismo es una necesidad histórica.
Cuatro F Nº 148 (PDF)