Pedro Gerardo Nieves
Dura tarea la de sentarse a escribir en medio del asedio de la vida cotidiana con sus ingratitudes, sus malos ratos y sus avatares exasperantes. Duro el escribir en un ambiente que se nos torna difícil no “a todos por igual” como dice el lugar común, sino proporcionalmente al estatus material en el cual nos hallemos, sin olvidar nunca que, como dijo un filósofo llanero, “el pobre lleva rosca en todos lados».
Pero resulta que ante el desgano vinieron en mi socorro las también filosóficas palabras de Gustavo Villapol, quien dice que “para escribir se necesitan unas nalgas bien puestas”, es decir voluntad de escribir y recordé también que -Lenin dixit- «escribir no es teoría sino práctica revolucionaria».
Pero a pesar de todas estas disquisiciones el desgano, como el dinosaurio de Monterroso, todavía estaba allí. Porque están allí, allá y acullá las condiciones adversas para el ejercicio de la felicidad y la satisfacción completa de la pirámide de Maslow cuesta Dios y su ayuda.
Pero, ¡ay papá!, resulta que además de ser integrante del no tan envidiable círculo de venezolanos que andamos pelando bolas y miramos para todos lados como perro en canoa, resulta que suena la bocina revolucionaria y nos llama nada más y nada menos que a las elecciones a alcaldes y alcaldesas en los 335 municipios del país, luego de una merecida y extenuante victoria en las de gobernadores.
(Antes de entrar en materia debo explicarle que estas líneas no están dirigidas a las masas: están dirigidas a usted, sí a usted, que se precia de ser un cuadro político revolucionario, así no ande con camisa Columbia roja ni ande esmachetao por las calles en camionetones blindados).
Si somos cuadros políticos (y aún si no las tiramos de cuadros políticos) es menester que entendamos que debemos preservar el poder a toda costa bajo nuestras formalidades jurídicas, políticas y electorales. Tanto es así que el Comandante Chávez lo pautó nada más y nada menos que como primer objetivo histórico del Plan de la Patria, que por cierto es Ley de la República.
Sin el poder no podemos volcarnos en beneficios al pueblo y no podemos acelerar, profundizar, y mucho menos corregir nuestros rumbos. Porque como cuadros políticos debemos saber que la razón moral está de nuestra parte y ella debemos convertirla en razón política, es decir, en poder.
Debemos salir, levantándos, irguiéndonos, empinándonos, sobre cualquier viscisitud a trabajar por la victoria sin pedir ni dar cuartel al enemigo imperialista que se frota las manos y se ceba en el sufrimiento de nuestro pueblo. Eso sí, debemos acompañarlo en sus circunstancias difíciles ayudándolo a salir de sus penurias. Pero sobre todo debemos tener la fortaleza y el esclarecimiento para saber explicar a las masas escépticas o frustradas el porqué de las circunstancias que se viven y levantar la esperanza con la cual siempre nos han honrado desde que llegamos al poder con Chávez.
Porque en el fondo tirios y troyanos saben que sólo en Revolución el pueblo es centro y destinatario de la acción del gobierno. Lo contrario es el infierno de la explotación y la sevicia fascista.
El ejército de la Patria debe levantarse con moral sobre las dificultades en ejercicio de la victoria, como hijos de Bolívar. Vacilar, aguevonearnos, es perdernos. Viviremos y venceremos.