Todos cantan a Otilio
El maestro Otilio Galíndez es considerado uno de los más grandes compositores del país. En su música está lo hermoso y sencillo de nuestro pueblo y nuestra tierra, el amor, la alegría de la navidad, la lluvia, el río crecido, el rayito de sol colándose entre las ramas de un árbol frondoso y sobre todo, los pequeños milagros que a cada rato suceden, pero que solo él, con su alma sensible y amorosa podía valorar y hacerla canción.
Sus canciones navideñas, aguinaldos y parrandas, se conocieron primero, pero pronto este virtuoso yaracuyano nos entregó valses, bambucos, galerones, pasajes, joropos y tonadas. Quienes lo conocieron destacan la sencillez del maestro, su sonrisa amorosa, y sobre todo su entrega y pasión por crear música para su patria. Para Cecilia Todd, el maestro fue “es un compositor fuera de serie (…) combina la profundidad con la sencillez. Tiene gran poder de síntesis. Su música, es de una belleza y poesía fuera de serie”.
Por su parte, Fabiola José considera que, “fue poeta y cantor, uno de esos seres que con su sensibilidad logró traducir a un pueblo en poesía y música, y así conectar con la esencia de la gente (…) Su música es poética, de alto vuelo, como su poesía de gran musicalidad”. En su opinión, lo más resaltante de la obra del maestro, es “su capacidad de expresar en palabras tan sencillas la gran profundidad de su pensamiento y su emotividad”.
Sobre su propio hacer Otilio contó «mis canciones son pedacitos de alegrías por aquí, y pedacitos de tristezas por allá ¿y porqué no? de los guayabos también. No tengo necesidad de buscar en libros, ni escuchar una canción para hacer mis versos, en ocasiones hasta me asusto, porque las letras me vienen con música incluida y miro a la Virgen y le pregunto ¿Madre, tú me estas soplando?». En el año 2001, fue galardonado con el premio Nacional de la Cultura, mención Música.
Lo canto desde muchachita
Cada vez que había una actividad especial en mi Colegio, allí estaba el coro presente. Semanas antes comenzaban los ensayos y nos dedicábamos con entusiasmo para cantar como “ángeles”. El día de la presentación, yo me sentía especial, tanto, que hasta dejaba que mi mamá me peinara.
Luego de la bienvenida a los padres y representantes, y con el corazón latiendo fuerte, arrancaba el coro de muchachitos y muchachitas. Noches larenses y Como llora una estrella, eran impelables. Y si estábamos en diciembre, Cantemos, Cantemos, Niño lindo, entre otras parrandas y aguinaldos, donde tampoco faltaban, El Poncho Andino y la hermosa Luna decembrina.
Entre canto y canto, aprendí a amar la música de mi tierra guara y de mi bella Venezuela. Y así también conocí a Otilio. Con el pasar de los años, como miles de personas, me adueñé de Caramba, Flor de Mayo, Mi tripón, Ahora y otras más. Hoy puedo confesar, que cada vez que las escucho, se me enciende una llamita en el pecho. Otras veces, la emoción se me desborda por las orillas de los ojos. Lo cierto, es que la música de Otilio, siempre me hace feliz.
De tierra yaracuyana
Vino al mundo en el mes de la navidad, un 13 de diciembre de 1935 en Yaritagua, estado Yaracuy. Su madre, doña Rosa Felícita, costurera y bordadora, fue quien cultivó su interés por la música, ya que solía cantarle canciones del siglo XIX, y cuentan que siempre estaba cantando y tarareando.
Como cualquier muchacho de pueblo creció correteando iguanas, trepando árboles, tumbando mangos y recorriendo los montes cercanos. De aquellos días, guardó recuerdos de los paseos que hacía con su hermano Chucho, en los cuales jugaban a “colocarle nombre a cada mata que veían, según el animal que estuviera cerca”. Por ejemplo, si la mata tenía mariposas, decían: «aaahhh esa es una mata de mariposas».
A los ocho años se vino a Caracas. Vendió billetes de loterías y fue limpiabotas. Al cumplir dieciocho años hizo el Servicio Militar y empezó a componer sus primeras canciones, las cuales descartó porque según él, “no tenían melodía ni poesía”.
1957
Para el poeta, este año, fue muy significativo, “como si hubiese nacido otra vez”, expresó en una oportunidad. El propio Otilio contó “ese año empecé a escuchar música buena. Escuchaba a Alfonzo Ortíz Tirado, a Enrico Caruso, a Marío Lanza; y a Juan Arvizu”. A su vez, empezó a trabajar en la Universidad Central de Venezuela como mecanógrafo, en Control de Estudios, e inmediatamente se incorporó en el Orfeón Universitario. Al respecto diría: «(…) tengo mucho que agradecerle a la Universidad, pues de su mano transité por estos caminos de la música».
Para Otilio, “el Orfeón fue una gran experiencia, allí estaba rodeado de músicos (…)”. Contó también que “(…) llevó bastantes regaños de Antonio Estévez. Todo el mundo llevó regaño (…) pero aceptando todo el aprendizaje de Antonio y Vinicio (…)”. Desarrolló a su vez, una gran labor educativa en la coral de CADAFE y conformó el Parrandón Universitario.
Además de cantar le gustaba leer, y entre sus autores favoritos podemos mencionar: Cervantes, Homero, Máximo Gorki, Henry Miller, Frank Kafka y Gabriel García Márquez. También era fans de las “novelitas de vaqueros”.
Música amorosa
A Fabiola José le pregunté sobre los sentires que la música de Otilio le despertaba y me dijo: “Cuando percibo su música me inundo de sentimientos de amor, a veces de nostalgia, incluso de cierta melancolía, de alegría con sus parrandas, que también denuncian amorosamente… Otilio es un ser amoroso que me regala siempre amor y esperanza”.
Así era Otilio, y así es su música, su alma amorosa fue terreno fértil para crear y cantar a la patria. ¡Prendan la luz que es diciembre!
Luna decembrina
Prendan la luz que es diciembre
son las doce abran la puerta
todo se despierta con la Navidad.
Mi parranda está mirando
como se abrieron las flores
todos los tambores pretenden hablar.
Señorita póngase la bata
tráigame una lata para yo tocar
cualquier palo sirve de charrasca
pues nada se escapa con la Navidad (bis)
Oye luna decembrina
mi pueblo sale de ronda
oye luna no te escondas
siendo su mejor vecina (bis)
Señorita póngase la bata
tráigame una lata para yo tocar
cualquier palo sirve de charrasca
pues nada se escapa con la Navidad (bis)
Prendan la luz que es diciembre
son las doce abran la puerta
todo se despierta con la Navidad.
(…)
Mi lunita navideña
brilla con tu redondez
porque en diciembre te ves
como reina caraqueña.
Prendan la luz que es diciembre
son las doce abran la puerta
todo se despierta con la Navidad.
Mi parranda está mirando
como se abrieron las flores
todos los tambores pretenden hablar.
Señorita póngase la bata
tráigame una lata para yo tocar
cualquier palo sirve de charrasca
pues nada se escapa con la Navidad (bis)