Fue conocido como “el poeta de Caracas” por su poema Vuelta a la patria, el cual escribió mientras atravesaba el mar Caribe para dar el último adiós a su madre. El poema es un canto a la madre patria como sentimiento y tierra que lo vio nacer, y también un canto amoroso a su madre, la mujer que le dio su ser y su ternura y que ya no está.
Este poeta, filósofo y políglota autodidacta, es considerado el máximo exponente de la poesía lírica del país, del romanticismo y uno de los precursores del modernismo. Dicen algunos, que su ritmo y musicalidad era comparable a la del poeta Rubén Darío.
Llegó con la revolución campesina
Juan Antonio nació en Caracas, la de “los techos rojos”, un 30 de enero pero de 1846. Fue el noveno hijo de Juan Antonio Pérez Bonalde, miembro del partido Liberal y de Gregoria Pereyra. Para entonces, el país se encontraba sumergido en una profunda desigualdad y exclusión; y la mayoría de los que habían participado en la gesta independentista estaban muertos, o se encontraban en la pobreza y en el olvido. Parecía que el ideal bolivariano había sido acallado. Sin embargo, a mediados de ese año, retumbó el grito de ¡Horror a la oligarquía! ¡Tierra y hombres libres! y tuvo lugar una rebelión campesina con el Indio Rangel y Ezequiel Zamora a la cabeza.
El movimiento revolucionario avanzó con fuerza y en breve las luchas campesinas se estrecharon con la Federación. Los enfrentamientos y conflictos se agudizaron, así que la familia decidió irse a Puerto Rico. Desde muy temprano la vocación del joven por las letras tomó vuelo, a la par que de manera autodidacta se dedicó a aprender inglés, alemán, francés, italiano, portugués, y hasta griego y latín. En esta temporada disfrutó de las obras de Poe, Heine, Shakespeare y Guerra Junqueiro, D’Abreu y Unhland, Herder y Lenau, Ferreira y Saint – Víctor en su lengua original.
En tierra venezolana
Cuando el poeta regresó a la patria, ya Zamora, el general del pueblo soberano, había sido asesinado en 1860 a pocas semanas del magnánimo triunfo en Santa Inés, y su lucha traicionada al firmarse el Tratado de Coche en 1863. Apenas llegó se incorporó a la vida política y cultural e inició colaboración con algunas publicaciones liberales. Pero pronto se encendió otra rebelión y Antonio Guzmán Blanco llegó a Caracas encabezando la Revolución de Abril para “acabar con lo viejo e iniciar grandes obras civilizatorias”.
Pérez Bonalde se unió a una Sociedad Patriótica muy crítica al estilo autocrático y personalista del Ilustre Americano, quien además ejercía además férreo control sobre la prensa y la opinión. De hecho fueron sus versos, distribuidos y leídos una tarde, en una corrida de toros constituyeron la razón de su expulsión del poeta del país. El poeta tuvo un plazo de ocho días para salir.
El exilio
Acuchillado en su amor patrio se fue a Nueva York donde realizó diferentes trabajos para subsistir. Estuvo a cargo del área de ventas en la compañía de jabones y perfumes Lahman & Kemde, la misma del “Agua Florida de Murray”, donde también colaboró en la redacción de comerciales y en la elaboración del almanaque “Bristol” producido por la misma empresa. Gracias a su conocimiento de varios idiomas recorrió entre 1870 a 1888 diferentes países de Hispanoamérica, Europa, Asia y Medio Oriente como agente comercial.
Durante ese tiempo, nunca abandonó la lectura y la escritura y cuando no viajaba dedicaba largas horas a visitar la Biblioteca Pública. De hecho, en 1877 publicó “Estrofas” y en 1880 “Ritmos”.
Amigo sincero
Fue en el Salón Theiss, un salón de conciertos de estilo alemán, donde conoció al poeta y revolucionario José Martí. Ambos entablaron una amistad muy sincera, incluso el Apóstol de la Independencia de Cuba realizó el prólogo del poema Canto al Niágara. En este lugar, de entrada libre, se celebraban algunas noches reuniones de hispanoamericanos y allí también se reunieron regularmente con Nicanor Bolet Peraza, y los colombianos Santiago Pérez Triana y Juan de Dios Uribe. Se incorporó también al grupo, el poeta Jacinto Gutiérrez Coll, quien era para entonces el Cónsul General de Venezuela en Nueva York.
Canto al Niágara
Para José Martí este poema es la obra maestra de Pérez Bonalde. En el prólogo destacó: “Este que viene conmigo es grande, aunque no lo sea de España, y viene cubierto: es Juan Antonio Pérez Bonalde, que ha escrito el Poema del Niágara. Y si me preguntas más de él, curioso pasajero, te diré que se midió con un gigante y no salió herido, sino con la lira bien puesta sobre el hombro, -porque éste es de los lidiadores buenos, que lidian con la lira,- y con algo como aureola de triunfador sobre la frente (…) Mima Pérez Bonalde lo que escribe (…) no es obra de artesano que trabaja a cordel, sino de hombre en cuyo seno anidan cóndores, que ha de aprovechar el aleteo del cóndor. Y así brotó de Bonalde este poema (…)”
Entre sus traducciones de mayor importancia se encuentran el “Cancionero” del alemán Heinrich Heine (1885), y “El cuervo” del norteamericano Edgar Allan Poe (1887).
El reposo del poeta
Regresó a Venezuela en 1890 y fue recibido con honores. El Presidente Andueza Palacios le ofreció ejercer un cargo diplomático, sin embargo no aceptó ya que su estado de salud era grave. Se instaló en La Guaira con la idea de estar cerca del mar y mejorar su salud. Sin embargo, el 4 de octubre de 1892, con tan solo 46 el poetase fue a otros paisajes.
Fue enterrado en el cementerio de Macuto y años después trasladado al Cementerio General de Sur. En el marco de su Centenario, sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional. El poeta Andrés Eloy Blanco, estuvo a cargo del discurso homenaje, en el cual refirió evocando “Vuelta a la Patria”, que Venezuela estaba impregnada de una “mística telúrica, donde no es posible separar las andanzas del ser de las andanzas del suelo”.
Vuelta a la patria
(fragmentos)
(…)
Ese cielo, ese mar, esos cocales,
ese monte que dora
el sol de las regiones tropicales…
¡Luz! ¡Luz al fin! –los reconozco ahora:
son ellos, son los mismos de mi infancia,
y esas playas que al sol del mediodía
brillan a la distancia,
¡Oh inefable alegría!
son las riberas de la patria mía!.
Ya muerde el fondo de la mar hirviente
del ancla el férreo diente;
ya se acercan los botes desplegando
al aire puro y blando
la enseña tricolor del pueblo mío
¡a tierra! ¡a tierra! o la emoción me ahoga
(…)
“¡Caracas allí está; sus techos rojos,
su blanca torre, sus azules lomas
y sus bandas de tímidas palomas
hacen nublar de lágrimas mis ojos!
Caracas allí está; vedla tendida
a las faldas del Ávila empinado,
odalisca rendida
a los pies del sultán enamorado (…)
Poema contra el Ilustre Americano
Tienen razón
¡Tienen razón!
Se equivocó mi mano
Cuando guiada por noble patriotismo,
Tu infamia títuló de despotismo,
Verdugo del honor venezolano!
Tienen razón! Tú no eres Diocleciano,
Ni Sila, ni Nerón, ni Rosas mismo!
Tú llevas la vileza al fanatismo…
Tú eres muy bajo para ser tirano!
“Oprimir a mi patria”: esa es tu gloria,
“Egoísmo y codicia: ese es tu lema
“Vergüenza y deshonor: esa es tu historia;
Por eso, aun en su infortunio recio,
Ya el pueblo no te lanza su anatema…
El te escupe a la cara su desprecio!