Por Balbi Cañas/ Comunicalle
En plena dictadura de Pérez Jiménez, un niño cruza las calles oscuras para llevar en unos panfletos un poco de luz a los rincones de la conciencia.
En una esquina lo esperan los esbirros, rápidamente se deshace de los volantes, con toda calma obedece a la voz de alto que le hacen los agentes que han seguido la estela de propaganda que ha dejado, y esperan encontrar alguien menos joven en quien descargar su ira, pero solo encuentran a un granuja que lo niega todo, un pilluelo que jura y perjura que vio a alguien “soltar un paquete y perderse en la oscurana”.
Uno de los gendarmes saca su cinturón y procede a darle una pela. El niño seca sus lágrimas y se marcha rumbo al rancho, lleno de orgullo por el deber cumplido, su única preocupación es explicar los moretones a Mamá Yeya.
Ella lo ha enseñado amar cuanto lo rodea, a no guardar rencores, ni odios. A su padre, que era policía, lo mató un preso que quería ajustar cuentas con otros agentes y se le escapó un tiro y mató al único policía que era su amigo.
Su familia no busca venganza: ¿qué más castigo puede llevar el homicida en sus hombros? El niño, huérfano de padre, no odia… pero tampoco es indiferente y quiere luchar.
“Los primerita”, les dicen a él y a sus hermanos: son peleones y pícaros, el blanco de cuanta culpa anda suelta por allí, sospechosos de cualquier tremendura. Dejan Coro para volver al campo y del campo se marchan a la costa.
Alí Rafael, así se llama, aprende a tocar el cuatro, el Tío Juan le regala uno, las cuerdas son de chivo y con tres tonos empieza a componer canciones. Paraguaná le siembra en el alma la canción como un cardón inquebrantable y tenaz.
Mamá Pancha le enseña a contar en las cuentas del rosario. Con las mismas manos que atiende partos y suma nacimientos, resta difuntos y con oraciones los bendice en el cielo.
El niño que reparte panfletos en la oscuridad, aprende a cantarlos y a convertirlos en candil de esperanza por una patria bonita.
Ali Primera toma prestadas del pueblo sus vivencias y se las regresa hechas canción, compromiso y vida.
Es junto a Bolívar, Rodríguez y Zamora, la raíz más nueva de nuestra Revolución.
Esta historia, convertida en acción comunicacional, fue estrenada por Comunicalle el viernes 3 de noviembre en la Plaza Bolívar de Caracas, en una a actividad organizada por la Banda Marcial de Caracas.